El imperio del petróleo


Los paí­ses alineados que producen y exportan petróleo actúan como impí­os, bajo el mandato de la OPEP. Cuentan con un poder extraordinario que les da la inmensa riqueza del oro negro, disparado a extremos fabulosos. Históricamente el precio bate récord mundial en los actuales momentos.

juan de dios rojas

Una ambición ilimitada es su comportamiento, por cuanto se yerguen a manera de un monstruo que devora las economí­as del orbe. Sobre todo del grupo de paí­ses tercermundistas, entre los cuales figura Guatemala, cuyo impacto tiene el membrete voraz, generador en definitiva del desbarajuste consiguiente.

El precio del barril de crudo resulta increí­ble ante los ojos absortos de todos, pero el í­mpetu que caracteriza a estos deshumanizados verdugos carentes de consciencia, nada los detiene. Tienen para decirle en buen chapí­n, tomada la sartén por el mango, quién sabe cuanto más de tiempo, en el contexto de una etapa oscura del siglo XXI.

Es ya una convulsión social sin precedentes que graba este suceso con caracteres que superan los estragos de las últimas guerras mundiales. Cualquier estimación y expectativa sobre el particular quedan cortas y dejan perplejos, al igual que con los ánimos perturbados hasta el más centrado de los mortales, si tomamos en cuenta este suceso sin parangón.

Hoy en dí­a este imperio petrolero tiene de rodillas al mundo por parejo que satisface su egolatrí­a absurda y falaz, de cara a intereses no desmentidos. Las raí­ces del caso puntualizan a tambor batiente criterios geopolí­ticos en pugna directa con su enconado rival, identificado con el personaje del Tí­o Sam y la debilidad del dólar.

En términos generales la dependencia del producto de origen fósil es considerable, por lo tanto los estragos producidos por el barril de petróleo que exceden los 110 dólares, en la práctica se tornan millones de nuestra moneda nacional. Y conmociona a una inmensa mayorí­a de paí­ses que ven fugarse de las manos el poder accionar.

Eso mismo obliga a tomar medidas emergentes que tienden a paliar tan crí­tica situación que hace tambalear sus economí­as, o bien, a contrarrestar los efectos dañinos. El hecho de limitar el consumo del oro negro y por ende la demanda, está en marcha, a pesar del ritmo acelerado de vida cotidiana.

La época moderna tiende a más y mejor comodidad hogareña, el hacer uso de los derivados del petróleo, como el gas licuado, además del bunker en la industria. En resumen todo concluye en definir la existencia patente de consumos enormes de tales derivados, como quiera que sea.

Toda actividad colectiva cifra en ellos el pleno funcionamiento social para satisfacción misma del ostentoso consumismo. Llevan tremendo impacto el comercio, industria y transporte con los descomunales precios disparados hasta la estratosfera, cada vez más y más, en medio de posiciones impávidas.

Quede de manifiesto, sin duda alguna, que nunca antes unos poco paí­ses causan descalabros y ruina mayúscula a la mayorí­a, en una coyuntura controversial. Hay que recordar algo siempre vigente que viene a ser el caso de cómo el tiburón se come a las sardinas, ahora con el denominador común de ví­ctimas indefensas.

Mientras tanto en nuestro entorno, por ser dependiente del oro negro, el gobierno central implementa paliativos, con destino a disminuir el ramalazo descomunal, antes que sea demasiado tarde. En ese orden de ideas, las mismas apuntan a formar parte de convenios, entre ellos con Venezuela, que suministra petróleo a paí­ses del área, cuyas facturas permiten ahorros sustanciales.