Seguridad Ciudadana y Plan de los Cien Dí­as


Dr. Vinicio González

Sociólogo e investigador de la DIFI/Usac

Durante los últimos ocho años la percepción de la población nacional ha mantenido la opinión de que los tres principales problemas que afectan a la ciudadaní­a guatemalteca son: 1) la inseguridad ciudadana, representada por la vivencia y el impacto mediático de los hechos de criminalidad y de violencia delincuencial; 2) los problemas económicos, reflejados en el alto costo de la vida, los bajos salarios y las situaciones de corrupción en todos los sectores; y 3) el desempleo, percibido de manera encubierta por los altos niveles de subempleo visible e invisible y por el incremento progresivo de la economí­a informal.


Aun cuando los problemas económicos y de desempleo poseen un estatuto propio que sugiere su análisis por separado, el espectro de la inseguridad ciudadana y la criminalidad no solamente preocupa a la mayor parte de la población, sino que el estado crónico de esta situación engloba a las demás preocupaciones, asociándolas como virtuales causas estructurales y efectos coyunturales de la primera.

Frente a esta situación los gobiernos de las últimas administraciones del Estado han respondido básicamente con programas reactivos de combate a la delincuencia -de menor a mayor prioridad- en los ámbitos del narcotráfico, crimen organizado, delincuencia común y pandillas juveniles delincuenciales.

Los métodos que han empleado se centran en el aumento y mejor capacitación y equipamiento de efectivos policiales, incorporación sistemática de fuerzas militares en patrullajes conjuntos y en la identificación y focalización de zonas de mayor peligrosidad.

Las fuerzas de seguridad se lamentan de no disponer de leyes más expeditas para capturar, consignar y encarcelar a los delincuentes aun a costa de restringir sus derechos individuales, dadas las dificultades probatorias y el poco adiestramiento en materia de investigación criminológica.

De esa cuenta, los resultados de las operaciones policiales han sido muy pobres, con el posible agravante de haber tenido que recurrir a la tolerancia -si no a la participación de algunos de sus miembros- de actividades paralelas de «limpieza social», con los efectos negativos sobre la preeminencia de los derechos humanos y la legitimidad y credibilidad del régimen democrático y sus instituciones dentro de un estado de derecho.

En materia de seguridad, el Plan de los Cien Dí­as presentado por la nueva administración del presidente Colom no presenta novedades ni estrategias distintas a las puestas en marcha durante la administración Berger. Situación que no deja de ser polí­ticamente lamentable dado el ofrecimiento preelectoral de la UNE subrayando la afirmación de que la seguridad se atenderí­a con inteligencia, sin deducir este concepto al ámbito técnico de la información y el análisis, sino aludiendo de esa manera a la acción lega y eficaz, reactiva y preventiva del Estado, fundada en la racionalidad cientí­fica de la causalidad social de la violencia delincuencial, en contraposición a las aberrantes, ineficaces y onerosas polí­ticas de «mano dura».

A pesar de las buenas intenciones que contienen las polí­ticas y las acciones en materia de seguridad, subsumidas dentro de un programa de gobernabilidad, el Plan de los Cien Dí­as (sólo faltan 30) repite la disposición de tomar control de las zonas rojas, fortalecer la Digici, planificar estratégicamente la acción de las fuerzas de seguridad para retomar el control territorial y evitar los trasiegos, e iniciar la depuración de la PNC.

Asimismo, planifica fortalecer financieramente el MP y el Organismo Judicial, organizar a las comunidades para la autodefensa civil y establecer una plataforma y logí­stica de pacto social en seguridad, con diversos actores. Tales disposiciones inmediatas de «cursos de acción» adolecen de la visión integradora que podrí­a asignarles la creación de un sistema de seguridad, cuya inexistencia no garantiza el control, la evaluación, ni la coordinación institucional de las acciones.