El veto presidencial a la ley que pretendía regular el indulto a los condenados a muerte ha generado amplia polémica en el país y entre los sectores políticos, puesto que el decreto vetado recibió la aprobación de prácticamente todas las bancadas, incluyendo la oficial, y el mismo Presidente al comentarlo una vez aprobado, dijo que a él no le temblaría la mano para aplicar las condenas que habían sido dictadas por los tribunales de justicia.
Pero hubo demasiadas presiones internacionales, que fueron al final de cuentas las que contaron y pesaron, además de alguna de la Iglesia Católica local que fue la única expresión nacional adversa al decreto pero que de no ser por la postura de la Unión Europea, no hubiera tenido ningún efecto.
El Presidente, sin embargo, no vetó la ley apelando a los principios socialdemócratas que en algún momento mencionó, sino que sus asesores le dijeron que era mejor recurrir al argumento de que había vicios de inconstitucionalidad. Si hubiera sido categórico en el rechazo al veto por cuestión de principio, no habría tales de andar consultando a la CC, puesto que el pleno tendría que haber reunido 105 votos para revertir el veto, cosa que se vislumbra improbable.
Ayer en el Congreso, los partidos de oposición se despacharon con la cuchara grande para atacar al Presidente y a su partido por la falta de consistencia. Hay que decir que si la UNE fuera realmente un partido de inspiración socialdemócrata, como lo pregonan del diente al labio, no habría existido la menor posibilidad de que sus diputados votaran a favor de una ley que pretendía regular el indulto para facilitar la ejecución de varios condenados a muerte.
Hay que entender, sin embargo, que el mismo partido oficial siente la enorme presión pública porque no hay forma de lograr el control de la violencia y, por el contrario, parece que la misma está desbordada y que adquiere proporciones mucho más graves. Los sucesos de esta semana son una señal clara de alerta sobre el riesgo de que el país caiga en un absoluto caos porque el crimen organizado tiene un poder enorme que sobrepasa, con mucho, al de las fuerzas de seguridad que no tienen ni los medios ni los sistemas de inteligencia para anticiparse al accionar de esos grupos.
El veto presidencial fue una decisión que consideramos valiente porque fue adoptada en contra de la corriente que clama por venganza en Guatemala, pero políticamente mal manejada por el régimen que se abre así muchos frentes para el ataque de opositores que saben que tienen en esta materia terreno fértil para realizar labores que se orientan a ganarse la simpatía de un pueblo que está harto de tanto crimen y de la ausencia de reacción de las instituciones encargadas de sancionar a los criminales.