Nos queda un mes para escuchar el canto de sirena de los candidatos que tratarán de vendernos la idea de que tienen la solución mágica para los problemas serios del país. Pero para cada propuesta que hagan, tiene que haber una explicación no sólo de cómo la implementarán, sino cuánto costará y con qué recursos la van a financiar, puesto que eso es clave para saber si están hablando pura paja.
El Estado de Guatemala tiene un doble problema porque ni vela por la calidad del gasto ni tiene una provisión adecuada de recursos fiscales para atender las necesidades de un país que tiene enormes rezagos sociales, tantos que al final de cuentas nuestro mejor producto de exportación es la gente que emigra en busca de las oportunidades que no existen aquí.
En el mundo entero el tema fiscal constituye ahora el debate más importante porque de él depende el futuro de muchos de los países del planeta. En Europa se han tenido que realizar ajustes muy serios, no sólo reduciendo programas sino incrementando impuestos, mientras que Estados Unidos se enfrenta al riesgo de una segunda recesión casi de manera inmediata por el desorden fiscal derivado del déficit provocado no sólo por las guerras de Bush, sino agravado por los paquetes de estímulo que aun siendo enormes, se quedaron cortos, sumado a la exoneración de impuestos a los más ricos decretada por el gobierno anterior y defendida a capa y espada por los republicanos y sobre todo el llamado Tea Party.
En Guatemala estamos sabidos y advertidos de que se viene un serio problema fiscal para el año entrante. Este gobierno elevó la deuda pública a niveles nunca antes vistos y tenemos que pagar compromisos además de financiar nuestros propios programas en medio de una etapa en la que el chorro de la ayuda internacional va a disminuir notablemente por esa crisis mundial de la que no podremos librarnos. De suerte que tenemos que enfrentar el tema fiscal y no hablar del tema en campaña evidencia la superficialidad de nuestra política y la irresponsabilidad de los candidatos.
Cualquier esfuerzo por elevar la carga tributaria tiene que ir acompañado de una especie de cruzada, en serio, contra la corrupción y el despilfarro, no como la que cacareó el vicepresidente Espada, sino algo concreto, serio y que produzca resultados para que el contribuyente se sienta dispuesto a dar su aporte sin temor a que el dinero termine en la bolsa de algún funcionario o en la cuenta de los financistas de campaña como ocurre ahora. ¿Es posible tal nivel de transparencia cuando vemos el papel de los financistas en esta campaña? Cuesta creerlo, pero hay que exigirlo.
Minutero:
Educación, salud y seguridad
es el clamor popular;
que digan con total claridad
cómo se va a financiar