Cadáver putrefacto


Murió hace algunas décadas, talvez cuatro o cinco, decir que murió es un decir. Porque anda como los zombis del cine negro. Pero perdió todo el sentido por el que nació, y degeneró en lo grotesco, y hasta en lo idiota. Me estoy refiriendo a la Huelga de Dolores.

Carlos Garcí­a Muñoz

Estudié en la Usac y en 1972, cuando cursaba el segundo año, accidentalmente formé parte del desfile de huelga. Sí­, subido en una carroza. Llevaba una túnica negra que simulaba una sotana. Fue que el compañero que iba a satirizar a un sacerdote católico no llegó y me pidieron que lo sustituyera. Hasta ese entonces yo creí­a que valí­a la pena. Y que era emocionante. Que tení­a sentido. Ese segundo año, o probablemente el año anterior habí­a escuchado, en una de las aulas de la Facultad de Humanidades, la historia de la Huelga de Dolores, narrada por huelgueros de muchos años atrás como José Barnoya, el Choco Matute y un tercero al que no recuerdo. Y la Huelga sí­ tuvo un peso polí­tico y social. Pero eso se fue perdiendo, hasta perder sentido.

Esa vivencia que tuve de haber participado me permite expresar con convicción, y haber constatado la degradación en la que cayó esta actividad. la «tradicional huelga de todos los dolores».

Nuestra Guatemala viví­a años tan crueles que el hecho de participar en la huelga de dolores podí­a significar ser secuestrado, torturado y hasta la muerte. Un año antes fue desaparecido Juan Luis Molina Loza, luego de haber llevado en hombros, simbólicamente, «la pesada cruz de Latinoamérica» en un desfile. Palabras de José Barnoya. En esos años falsamente se justificaba el uso de la capucha. Las fuerzas represivas de los gobiernos militares tení­an informantes dentro del estudiantado. Hoy, llevar la capucha sólo es un ocultarse para extorsionar a sus compañeros.

En los dos años siguientes fui empleado de la AEU, (Asociación de Estudiantes Universitarios). Es, o era, el ente encargado de convocar a la constitución del Honorable Comité de Huelga de Dolores, y en esos años me pude dar cuenta que entre el Secretariado de la AEU y el Honorable no habí­a más que un estira y encoge, hasta con amenazas con arma de fuego, para apropiarse del dinero que genera esta actividad de estudiantes de la Usac.

Ahí­ no importaba si la huelga cumplí­a o no su propósito. Por lo tanto, lo que se mostraba, y a la fecha, a los miles de personas que van a «ver la huelga» podí­a ser lo más vil. Y lo triste es que hay gente que con eso se divierte.

La frase entre comillas es un mal decir, ya que la Huelga de Dolores es una serie de actividades. Para la AEU como para el Honorable la actividad más importante era la velada de huelga. Presentación de comedias satí­ricas que competí­an por la Chabela de oro. Pero su importancia radicaba en que era la actividad que más ingresos generaba. El desfile sólo es una actividad más de la huelga, y éste sólo ocasiona gastos.

En un diario matutino del 9 de abril 2007, una persona escribió: «Todos los años se pasan 40 dí­as amedrentando a los demás, a fin de conseguir fondos para su desfile bufo. Deberí­an justificar tanto abuso con una propuesta clara». En la misma página un señor escribió: Que la huelga sea lo de antes, una fiesta de los estudiantes y del pueblo».

Con el debido respeto a estas opiniones me permito aclarar que «amedrentar y cometer tanto abuso nunca podrá tener una justificación». Y añorar que la huelga sea lo de antes, cuando una tradición ha perdido sentido, credibilidad y quienes la repiten cada año actúan con deshonestidad … también carece de sentido. Sólo cabe decir: «Ya no más».

En 1975 la recién fundada Escuela de Psicologí­a de la San Carlos participó en el desfile cuestionando lo que era la Huelga de Dolores, los jóvenes no iban disfrazados y llevaban la capucha levantada. Este año me enteré que esa unidad académica ya renunció a participar en esta fantochada. Eso es ser revolucionarios, romper con la farsa. Buscar formas más racionales de manifestar desacuerdo o reprobación con aquellos aspectos que afectan a la sociedad guatemalteca. O por lo menos se podrá decir que en la escuela de Psicologí­a no hay universitarios que extorsionan a sus compañeros.

Me despido a la espera de cualquier clase de insultos, me tiene sin cuidado, pero si alguien refuta por este medio lo aquí­ expuesto, esa persona se merecerá todo respeto así­ como a su opinión.

Como me dijo don Pedrito, un guardián de parqueos: «Los buenos estudiantes no tienen tiempo para eso, verdad don Carlitos».