Reflexiones sobre la vida eterna


Un sueño agradable, como una fantasí­a infantil, hizo que se formara en mi mente, una explicación terrenal del origen de la vida humana, la razón de su muerte, y permitir el experimento de una suerte feliz, sensación placentera de vivencias nuevas, de una paz, sin principio ni fin, que ofrece el descanso en un jardí­n de delicias, lleno de encanto y belleza.

Jorge Mario Diéguez P.
Cédula A 1, 103260 Guatemala.

Se encontraban muchos ángeles, mensajeros del cielo, al servicio de Dios, y que como espí­ritus servidores, hacen su presencia, dando socorro y la evidencia consoladora de un Dios amoroso, quien está siempre cuidándonos, y es así­ como son utilizados para llevar y traer órdenes y comisiones celestiales emanadas de la Santí­sima Voluntad del Creador. En el espacio que ofrece la inmensidad del universo, también aparecieron seres espirituales, uno el más grande y poderoso de todos, que existe desde antes de la creación, nuestro Dios, ángel comprensivo y bondadoso, señor del cielo y de la tierra, el único con soberaní­a celestial, Ser Supremo y conservador del universo. Así­ mismo, surgió un ángel malo que, como manzana de la discordia, está en todo y en cualquier momento en la oposición y en contra de las instrucciones del Ser Supremo. Igualmente llega el alma humana, que es el principio de la vida, creada por Dios, con voluntad propia, con cualidades morales esenciales, con conciencia, con pensamiento y mente para discernir, con facultades de obrar por reflexión y elección por su propia cuenta.

El sueño representado es tan hermoso, como matices maravillosos, que con su relato como tal, estoy seguro no atenta contra ninguna persona de veneración de parte de los hombres, y dada su claridad precedentes, ha renacido en mi la necesidad de ser salvo, y no me causa ninguna turbación emocional o de cualquier tipo, reconocer en este momento como mi salvador personal a Cristo, quien es el único que puede darme la salvación, salud espiritual, y purificación de mis pecados.

De la misma manera, en el sueño y como consecuencia del mismo, leo, acepto, comprendo y explico el sentido, de las palabras, que encierra la conversación que recibió Ezequiel de parte de Dios, de que a los huesos que forman la armazón del cuerpo le pone tendones, los cubre con carne y de piel, y hace penetrar en el engendro su espí­ritu, para que viva y repose en la tierra, y al dejarlo allí­, le da libre albedrí­o, por su gracia le da muchos dones, atributos y virtudes, como la fe, la caridad y el amor para que disfrute de su suelo, creado por abundancia y con todos los recursos naturales, animales, peces y aves, para su supervivencia.

De igual modo, se puede explicar que es el Espí­ritu Santo, y únicamente a través de él, por la gracia de Dios, que nos da la vida, y la vivimos en la tierra y en la casa del Padre, porque el Espí­ritu Santo es eterno, y es él que nos hace vivir, desde nuestra comprensión en situación, aún, embrionaria o fetal.

Empezamos a disfrutar la vida eterna, pues, desde la concepción, en el seno de nuestra madre terrenal, según las imágenes apreciadas en la fantasí­a, fruto del sueño comentado, y la vivimos en dos fases, la primera aquí­ en la tierra, siguiendo las instrucciones y normas que el Señor nos entregó, por medio del relato dado a sus profetas, la segunda fase y final en la casa del Padre, para gozar de la felicidad eterna, en donde solamente llegan los llamados, los elegidos o seleccionados por el Señor.