Moscú, «capital de los multimillonarios»


Vista de dos mujeres que conversan en una sala de la Feria de los Multimillonarios Rusos, en Moscú.

Antes hací­an cola para comprar pan, pero hoy en dí­a los residentes de Moscú deben respetar la fila para adquirir automóviles de lujo, yates privados y apartamentos penthouse en la ciudad con más multimillonarios del mundo.


La revista estadounidense Forbes informó esta semana que Moscú ha superado a Nueva York al contar con 74 personas que poseen fortunas de miles de millones de dólares, contra 71 en la capital financiera estadounidense.

El reciente robo de una limusina Maybach de 530.000 euros (800.000 dólares) fue casi motivo de celebración para los diarios rusos, que subrayaron la existencia de una riqueza previamente inimaginable en una ciudad asociada largo tiempo con la austeridad.

Los periódicos y revistas están llenos de historias de los «super ricos» y sus vivencias en Moscú y en sus segundos, terceros o cuartos hogares en el extranjero.

Gran parte de sus fortunas han sido amasadas en las industrias del petróleo, el gas u otros recursos naturales de Rusia.

Algunos ricos optan por minimizar sus fortunas. Polina Deripaska, esposa del recién declarado hombre más rico de Rusia, Oleg Deripaska, contó el jueves al diario Vedomosti sobre las modestas sumas que gastaba cuando era estudiante en la exclusiva escuela británica Millfield.

Tras gastarse su asignación trimestral de 300 dólares en tan sólo dos semanas «no iba a ninguna parte y sólo comí­a en la escuela», relató al diario.

Pero la mayorí­a de los ricos no se conforman con las raciones alimenticias de las escuelas británicas, tal como atestigua el boom de la restauración en la capital rusa.

Entre los restaurantes destacados por los crí­ticos se encuentra Turandot, designado así­ por la ópera de Puccini.

Creado a un enorme costo por Andrei Dellos, posee una decoración interior influida por el siglo XVIII en China, con músicos de pelucas empolvadas que tocan en un escenario giratorio adornado con un pavo real dorado.

El diario Financial Times destacó de manera aprobadora en 2005 que Dellos habí­a trabajado en las expresiones faciales de su personal para borrar la adustez de la era soviética, «trabajando en los músculos de su cara» para que miraran a los clientes «de manera amistosa».

Por supuesto, los «super ricos» pasan gran parte de su tiempo fuera de Moscú.

Lugares como la mansión escocesa del magnate del acero Vladimir Lisin son consideradas mucho más seguras que las calles de Moscú, pese a una reducción en el número de asesinatos por encargo en los años recientes.

Pero muchos optan por quedarse y la ciudad ya exhibe varias nuevas mansiones enrejadas.

En el invierno muchos siguen el ejemplo del presidente Vladimir Putin y durante el fin de semana se van a esquiar a Sochi (sur), mientras en verano se les puede ver navegando en los alrededores de la ciudad.

Los canales de Moscú poseen varias marinas con bares instalados en supuestos barcos piratas o con estilo caribeño, perfectos para ver la gente pasar en verano. Al acercarse el invierno, no obstante, los barcos deben ser retirados del agua por las heladas.

Los multimillonarios rusos también están desarrollando el gusto por la filantropí­a, y apoyan a museos, o como en el caso de Roman Abramovich, propietario del club de fútbol inglés Chelsea, ayudan a una región entera. Abramovich financia a Chukotka, en la costa del extremo noreste de Rusia.

Los escépticos afirman que este tipo de filantropí­a equivale más bien a conveniencia polí­tica.

Pero si es así­, no siempre es suficiente. El ex presidente de Yukos, Mijail Jodorkovsky, actualmente en prisión, fue alentado a apoyar a la desolada provincia de Mordovia, al este de Moscú, antes de ser blanco de un juicio que según los crí­ticos del Kremlin tuvo motivos polí­ticos.

Pero pese a su afamado amor por la opulencia, evidente en las tapas de neumáticos con diamantes incrustados vendidas recientemente en la «Feria de millonarios», los ricos se parecen cada vez más a sus colegas de Occidente, afirmó el periodista Dimitri Falaleyev en la edición rusa de la Harvard Business Review.

En parte esto se debe al contacto con el mundo exterior y particularmente con las prácticas empresariales occidentales, señaló.

«Nuestros millonarios se han vuelto más democráticos, manejando autos comunes, utilizando relojes relativamente comunes», indicó. «Los ricos son más cultos y educados, han aprendido en el contacto con Europa y Estados Unidos», añadió.