Hay que reconocer, para ser honestos desde el principio, que la presente obra de Aebli no es el último grito editorial. No se trata de un libro de reciente publicación y que por lo tanto exija al lector snob correr a la librería a comprarlo. En realidad es un texto aparecido hace más de veinte años (en 1985) cuyo título en lengua alemana fue el de Zwí¶lf Grundformen des Leherens.
Entonces, ¿Por qué comentar un libro «tan viejo»? En realidad, los años no siempre restan vitalidad y novedad a las obras. Hay propuestas intelectuales perennes y siempre jóvenes no sólo por el valor de las ideas que revelan, sino también por el punto de apoyo que ofrecen para nuevos estudios. En la vida intelectual no se debe hacer saltos, es necesario disciplinarse y comenzar a estudiar el desenvolvimiento del saber para comprender de manera más rica cualquier propuesta posterior. Saltos de mosca no hacen sino empobrecer la lectura y dejar a la deriva al estudioso.
En este sentido la obra de Aebli no es una pieza arqueológica. Su contribución a la reflexión sobre cómo mejorar la enseñanza a partir de la psicología aún tiene novedad y, si no, como mínimo, es una buena manera de dar inicio a una discusión que puede ser provechosa para los interesados en este campo de la educación. Ya se sabe, en materia de enseñanza nunca está dicha la última palabra y por esa razón los deseos de mejorar siempre deben estar presentes.
Entre las muchas virtudes del trabajo del autor es justo destacar las sugerencias prácticas al lector (que se supone es educador) para la labor docente. Estas propuestas se basan no sólo en estudios científicos propios, sino también una amplia bibliografía de autores que son imprescindibles en la materia (Piaget, por ejemplo). Así, el libro no sólo es práctico y técnico, sino también teórico y científico.
La cientificidad aludida no hace del libro algo escabroso, difícil y casi inaccesible. Aebli evita la verborrea, la repetición innecesaria y el vocabulario especializado en demasía. Intenta más bien, y lo logra, capítulos breves, esquemas y sugerencias sencillas, para que el lector pueda comprender el valor de sus afirmaciones y descubrimientos. Todo, lógicamente, sin acudir al lenguaje ordinario o propio del vulgo.
Pero, ¿Cuáles son sus 12 formas básicas de enseñar? Ahora las enumero: 1) narrar y referir; 2) mostrar; 3) contemplar y observar; 4) leer con los alumnos; 5) escribir y redactar textos; 6) elaborar un curso de acción; 7) construir una operación; 8) formar un concepto; 9) construcción solucionadora de problemas; 10) elaborar; 11) ejercitar y repetir y, 12) aplicar. En realidad, algunas intuiciones de Aebli no son del todo desconocidas por los educadores, pero lo novedoso en todos los casos es, como ya se ha sugerido arriba, el basamento científico con el cual funda esas prácticas pedagógicas.
En lo que respecta a la primera forma básica de enseñar, narrar y referir, el autor subraya su valor didáctico gracias a la connaturalidad de la técnica en los humanos y a su practicidad. Es decir, para Aebli las narraciones están en la base de cómo tradicionalmente las culturas han transmitido conocimiento y habilidades. La técnica ha funcionado y se ha debido a la pericia de los narradores.
«En las culturas en las que no se dispone ni de libros, ni de escuelas, se da algo que sustituye a la transmisión escrita: la narración. Los padres cuentan cosas a sus hijos y los viejos a los jóvenes. Narradores hábiles y experimentados divierten con sus historias a los menos hábiles y experimentados. Los temas de las narraciones son leyendas, acontecimientos del pasado, pero también lo vivido y observado por el propio narrador».
Pero narrar no es fácil, se necesita habilidad, capacidad de comunicar historias, mantener la atención y penetrar las mentes del auditorio. El valor de una técnica así consiste en que no requiere de mayor uso de tecnología aunque, como en todo, se hace necesaria la preparación meticulosa. En la enseñanza, dice Aebli, no se puede improvisar.
Si narrar es un recurso valioso y práctico, mostrar no lo es menos. Los niños y los adolescentes necesitan tener modelos y nada mejor que la experiencia de ver. Mostrar tiene un plus y este consiste en que es posible la conjunción de varios sentidos sensibles. Semejante actividad ayuda a fijar el conocimiento en la mente y, por consiguiente, a no olvidarse con el tiempo. Aebli dice que fue Albert Bandura en los años 60 quien reveló la importancia que tiene esta forma de enseñanza en la educación.
«El alumno que observa a su profesor mientras éste le muestra un ejercicio gimnástico, cómo se escribe o cómo se pronuncia, hace gimnasia, escribe o pronuncia interiormente al mismo tiempo que el profesor, le imita interiormente».
El autor dice, asimismo, que cuando el alumno observa a su profesor mientras muestra una actividad práctica, tiene lugar además un segundo proceso de captación. No sólo percibe el acto propiamente dicho, el movimiento, el manejo, sino también su resultado: la letra que se ha escrito, el detalle que se ha dibujado, la modificación en la pieza trabajada.
Sobre la contemplación y la observación también tiene el autor palabras de elogio como forma de enseñanza. Sucede que al observar, los estudiantes tienen la oportunidad de dividir los procesos y fraccionar las operaciones para así comprender mejor la unidad de lo experimentado. De lo dicho por Aebli se puede deducir que los docentes tienen que cultivar más la actitud de contemplación en los jóvenes y enseñar a ser más cuidadosos cuando de observar se trata.
«Frente a un procedimiento verbal de esta índole, la exigencia de una presencia observable del objeto mismo o bien de su imagen supone un claro avance. El alumno está así en condiciones de formar su representación por la vía, mucho más directa, de la percepción a través de los sentidos. Queda suprimido el eslabón intermedio: el sistema de signos. Además, el objeto presente y observable facilita su memorización: al pensar después en él se pueden leer, en cualquier momento, los rasgos a considerar. Sirve como «memoria externa»».
El libro de Aebli es un texto que merece ser parte de la biblioteca de los educadores y padres de familia que consideran la educación de los estudiantes e hijos como una actividad seria y de mucha responsabilidad. Usted puede animarse a leerlo. Puede adquirirlo en Librería Loyola.