¿Leer o no leer? He ahí­ el dilema


Estamos a la vista de una nueva Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua 2008), por celebrarse este año. Es uno de los eventos culturales más importantes porque aglutina varias expresiones artí­sticas, además de enfatizar en uno de los problemas culturales más sonados de nuestro subdesarrollo: el poco interés o gusto por la lectura. En esta ocasión, se aborda la problemática de la lectura a través de la visión de distintos actores del fenómeno. Se entrevistó a Yanira Gálvez, directora de Filgua 2008; Milton Torres, director del Departamento de Letras de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos; Martina Camey, encargada de la librerí­a de libros usados Ixmucané; Rosario Vidaurre, bibliotecaria, encargada de la Biblioteca Walt Whitman del IGA y organizadora de varios clubes de lectura, y Denise Phí¨-Funchal, escritora guatemalteca.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

¿Por qué insistir tanto en leer? Pues, básicamente, a través de la lectura es como se adquieren conocimientos, sobre todo en un paí­s con grandes deficiencias educativas, en donde el estudiante y el profesional están obligados a reforzarse de forma autodidacta.

De acuerdo con Milton Torres, la lectura es la forma de adquirir educación, vocación y cultura.

«Si no se lee, no se puede tener acceso a la educación, que entra básicamente por la lectura, la cual, desde mi punto de vista, es el medio más importante de adquisición de técnicas y de cultura en general».

Cada año, en especial en la Universidad de San Carlos de Guatemala, miles de estudiantes no logran ingresar a las carreras, debido a que no logran superar ni siquiera el examen de lenguaje, lo cual refiere que existen serias deficiencias en la lectura.

Paulo Freire, uno de los pedagogos fundamentales de los últimos años, indica que la lectura y la realidad se vinculan en la vida cotidiana. Comprender un texto, desde una visión crí­tica, implica percibir las relaciones sociales de la vida diaria.

En el libro «El proceso de la lectura y la práctica: sobre la sociopsicolingí¼í­stica de todo el lenguaje», de C. Weaver, refiere que «La lectura no es una actividad neutra: pone en juego al lector y una serie de relaciones complejas con el texto. Mas, cuando el libro está cerrado, ¿en qué se convierte el lector? ¿En un simple glotón capaz de digerir letras? ¿Un leñador cuya única labor es desbrozar el paisaje literario», en alusión a las implicaciones que tiene la lectura.

Además, la lectura debe concebirse en nuestro tiempo como un derecho, pues si se hace historia, hasta hace poco más de un siglo los gobiernos no se preocupaban de la alfabetización, y la lectura era un privilegio de la clase alta y de los clérigos.

El libro en Guatemala

En Guatemala, en 1989, se aprobó la Ley de Fomento del Libro. Sin embargo, ésta es letra muerta. Según un documento de Filgua 2008 donde se analiza el fenómeno del libro, no existe una polí­tica real del Estado que considere al libro como un elemento fundamental para el desarrollo social, cultural, económico y polí­tico de su población y del paí­s en general.

Pese a ello, en Guatemala se ha venido dando un incremento en la producción de libro y en el interés de la gente por adquirirlos. En los últimos diez años, nuevas editoriales han surgido, no sólo en nuestro paí­s sino que en toda Centroamérica.

Un indicador sobre el aumento de la producción, es que en los últimos años se ha incrementado la importación de materiales para la lectura; asimismo, según cifras del Banco de Guatemala, ha habido un aumento en el gasto de los hogares para adquirir periódicos y libros. También, ha crecido la demanda social para que se instalen bibliotecas públicas comunitarias para que presten el servicio.

Además, refiere la Gremial de Libreros, a través de Yanira Gálvez, que la producción de libros se ha duplicado. En el 2003, cuando aún era incipiente la edición, se produjeron 379 tí­tulos. El año pasado, la cifra superó los 1 mil 500 libros, duplicando con creces al 2006, cuando se habí­an editado 709.

Analfabetismo

El analfabetismo, que debe rondar por el 30 por ciento en Guatemala, es uno de los problemas más latentes en cuanto al fenómeno de la lectura. Pero, es aún peor la tasa de analfabetismo funcional, término que designa a las personas que, aunque sepan leer y escribir, en realidad no lo ponen en práctica, porque nunca toman un libro o una revista.

De acuerdo con cifras de la UNESCO, en todo el mundo la cifra de analfabetos funcionales debe rondar en el 50 por ciento de la población analfabeta. A percepción de Rosario Vidaurre, menos del 1 por ciento de la población en Guatemala debe leer. De acuerdo con esta bibliotecaria, la mayorí­a de gente que acude por primera vez a un club de lectura, se reconoce que no le gusta leer y que, en verdad, casi nunca ha tocado un libro, si no era por obligatoriedad en el colegio.

Desde el sistema de educación, incluso a nivel superior, se comete el vicio de no fomentar la lectura. «Yo creo que la Universidad, en todas las carreras que ofrece al pueblo, ha pecado un poco en el sentido de formar más tecnócratas, más que formar seres humanos cultos, refiriéndome, no en el sentido de cultura elitista, sino gente culta en el sentido que respeta y entiende qué es la cultura. Entonces, yo creo que los profesionales que ha formado la Universidad no tienen conciencia de lo que la cultura significa en el desarrollo de las naciones», refiere Milton Torres, en alusión al poco interés para fomentar que la persona se cultive a través de la lectura.

Visto comercialmente, para Martina Camey, la venta de libros es muy baja, y la mayorí­a de las compras son los libros que piden en el colegio o la universidad.

«Los padres de familia no están interesados en comprar libros adicionales para reforzar el conocimiento de sus hijos. El hábito es muy pobre. Muestra de ello, es que en los meses de las vacaciones escolares, la venta de libros baja», refiere Camey.

La encargada de la Librerí­a Ixmucané, refiere que, a comparación de los guatemaltecos, cuando extranjeros acuden a su local comercial, se llevan varios libros, a lo cual lo explica porque ellos tendrí­an más costumbre y mayores recursos económicos, lo cual nos conduce a uno de los puntos más cuestionados en la lectura: el alto valor de los libros.

Alto costo de libros

La primera queja que surge al cuestionar a la gente del porqué no lee, está el alto costo de los libros. Sin embargo, «para excusas, desde el principio de los tiempos», sentencia la bibliotecaria Vidaurre, refiriéndose al hecho de que existen opciones.

Para Milton Torres, algunas opciones no sólo está el leer libros, sino conseguir periódicos y revistas, que usualmente son más baratas.

Para Vidaurre, esta queja deberí­a calar en librerí­as y editoriales, para que ofrezcan opciones de libros baratos. «En las librerí­as, deberí­a haber gente preparada, que conozca de libros, y que sepa aconsejar sobre opciones de libros baratos. Las editoriales también podrí­an producir colecciones de libros de diez quetzales, que no tendrí­an muchas ganancias, pero a la larga sí­, porque se venderí­a en mayor volumen», recomendó la bibliotecaria.

Al respecto, comenta la librera Marina Camey, quien, por la caracterí­stica del negocio de libros usados, vende a precios baratos. Sin embargo, comenta que la mayorí­a de personas que acuden se quejan por el precio. «Pero el negocio no rinde. Apenas deja ganancias, y se mantiene sólo porque al dueño le gusta la lectura», comenta la encargada de Ixmucané.

Para la escritora Denise Phé-Funchal, la percepción es que en Guatemala sí­ se lee, pero esto no es percibe comercialmente. «Muchos pasan sus carreras universitarias sacando fotocopias o comprando libros usados, ya que el precio de los libros es muy alto, si es que se consiguen», manifestó.

Phé-Funchal también consideró otras opciones, como la de leer libros en Internet, por ejemplo.

Dentro de los clubes de lectura que se han organizado por parte de Rosario Vidaurre, se establece que los libros seleccionados no deben ser muy caros.

«Dentro de nuestros objetivos, está en elegir el libro del mes en menos de 50 quetzales. Con ello, también formamos el hábito de incluir dentro del presupuesto una cantidad especí­fica para la lectura», sugiere Vidaurre.

Ella misma, pero desde su visión como bibliotecaria, considera que las bibliotecas deberí­an ampliar su servicio y facilitar el préstamo de libros.

«Hay poco acceso a las bibliotecas, porque casi en ninguna se puede sacar el libro, ni siquiera para fotocopiarlo. En la biblioteca Walt Whitman del IGA, creamos membresí­as para que las personas se registren y tengan autorización de llevarse los libros a su casa. Corremos el riesgo de que no lo devuelvan; de igual forma funcionan las rentas de pelí­culas, y ya ven que casi siempre las devuelven porque le conviene a quien lo renta continuar con ese privilegio», explica la bibliotecaria.

Al respecto de estos espacios de préstasmos de libro, la IFLA y la UNESCO emitieron un comunicado en 1994, cuyo punto central se basa en que : «La libertad, la prosperidad y el desarrollo de la sociedad y de los individuos son valores humanos fundamentales. Estos sólo podrán alcanzarse mediante la capacidad de ciudadanos bien informados para ejercer sus derechos democráticos y desempeñar un papel activo en la sociedad. La participación constructiva y la consolidación de la democracia dependen tanto de una educación satisfactoria como de un acceso libre y sin lí­mites al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la información. La biblioteca pública, puerto local hacia el conocimiento, constituye un requisito básico para el aprendizaje a lo largo de los años, para la toma independiente de decisiones y el progreso cultural del individuo y los grupos sociales».

Poco interés

Sin embargo, pese a las quejas en el precio de los libros, hay que aceptar que la verdadera baja en la lectura es el poco interés que se presta hacia esta práctica.

Desde el colegio y la casa, no se fomenta el hábito. «El sistema no permite estí­mulos para la lectura. No hay promoción de la lectura, los docentes no demuestran interés y las familias no inculcan esto en casa», considera Rosario Vidaurre.

Gran parte del fomento de la lectura, debe estar en los colegios, escuelas y universidades, pero no se logra debido a que los profesores no demuestran interés en cultivar esta práctica; y quienes sí­ quieren fomentarla, no saben cómo.

Al respecto, comenta Milton Torres, que «los profesores de lengua y literatura están obligados a ser, además, crí­ticos, ya que cuando asumen esa postura, se vuelven creativos, y hacen de la docencia una actividad creativa. Muchas veces sólo realizan un análisis literario ya obsoleto, que no ayudan a valorar la dimensión de las obras literarias, cuando preguntan sólo lo tradicional, como cuál es el mensaje o los personajes. Pero para ser creativo debe tener cultura e inteligencia. En la medida que es creativo, puede ir descubriendo con sus estudiantes todas las dimensiones y matices de las obras literarias. Una de las razones fundamentales de por qué no se lee, es que no se han descubierto todas estas dimensiones, de valorar todo el universo cultural y humano que la literatura posee, y para descubrirlo, hay que ser creativos», explicó.

Entre la creadora de clubes de lectura Rosario Vidaurre, y el experto en la enseñanza de la Literatura Milton Torres, consideraron varias estrategias para fomentar la lectura.

Desde la casa, comenta Vidaurre, el niño debe tener libros a la mano y observar en sus padres el ejemplo de que leen. Los padres deben leerles a sus hijos pequeños para que se acostumbren y formen el hábito.

«La literatura oral se ha descuidado mucho, y con ella se puede llegar a la literatura escrita. No hay que olvidar que la literatura es fundamentalmente oral; se escribe por razones prácticas, polí­ticas, sociales, trascendentales, o comerciales», explica Torres.

En las escuelas, colegios y universidades, los profesores deben estar preparados para saber de qué manera fomentar la lectura.

«Es preocupación de la Dirección del Departamento de Letras velar porque se fomente la lectura a nivel nacional, y que los maestros egresen con el tí­tulo de profesores de enseñanza media en lengua y literatura de este departamento», refiere el director de Letras de la Universidad de San Carlos, Milton Torres.

Para Vidaurre, tanto los educadores como los encargados de clubes de lectura, deben adecuar las lecturas al gusto del lector, pues si no lo comprenden, lo dejarán.

«El lector debe tener el derecho a decir: «este libro no me gusta», y dejarlo. Si se obliga a leer algo que no le gusta, corremos el riesgo de que la persona no adquiera ese hábito, considera la bibliotecaria.

La lectura pelea, a veces, con el cine, la televisión y la música. Pero a criterio de Torres, esto no deberí­a ser así­. «Yo creo que se puede hacer uso de los recursos audiovisuales, especí­ficamente el cine y la televisión, pueden servir para introducirnos a la literatura; claro que son dos cosas distintas. Si yo veo una pelí­cula de Don Quijote de la Mancha, y luego leo el libro, puedo darme cuenta de las grandes diferencias que existen, no sólo en la codificación, sino en la percepción de los mensajes. Los medios audiovisuales son muy estimados por niños y jóvenes porque no requieren esfuerzo; yo me siento a verlos, y hay poco esfuerzo para decodificar los mensajes. Con la literatura, se necesita mayor esfuerzo, y a invertir más tiempo para poder decodificar un libro, pero creo que no son excluyentes los dos medios; el cine, la televisión, la radio, las revistas y los periódicos, no excluyen a la literatura. Es más, por el contrario, pueden ser eficaces para poder motivar a iniciarse a la lectura, pero esto requiere mucho cuidado de quienes orientan hacia la lectura», explica.

¿Qué se lee y qué hay que leer?

De acuerdo con Denise Phé-Funchal, la gente lee sobre todo literatura motivacional y de superación, y se deja a un lado la literatura guatemalteca. Sin embargo, visto desde las ventas, Martina Camey manifiesta que lo que más vende en la Librerí­a Ixmucané son las obras literarias, la literatura guatemalteca y, en especial, libros antiguos que ya no se editan, una de las especialidades de ese centro. Luego vienen los libros motivacionales y los religiosos, que también producen ventas.

Aunque se pelee para que la gente lea literatura, y sobre todo la nacional, para Rosario Vidaurre no deberí­a existir recelo por los best seller o los libros de superación personal, ya que éstos «muchas veces son más atractivos para los lectores que recién se acostumbran a leer. Yo prefiero que empiecen con estos libros, para que se formen el hábito; ya después buscarán lecturas más densas», concluyó.

Sin embargo, Torres difiere de esto, ya que, desde el sistema educativo, los profesores deben ser orientadores, ya que no se puede leer arbitrariamente. Los profesores de literatura deben sistematizar las lecturas y no perder tiempo leyendo «basura», refiriéndose a libros sin calidad literaria.

«Las obras clásicas tienen la capacidad de atraer la atención desde las primeras frases, y eso es porque, detrás de una gran obra, hay un gran narrador. Y a este caso viene una reflexión, porque yo critico el análisis de las obras literarias que se basan únicamente en el contenido; eso es lo fácil. Lo difí­cil es analizar el estilo, porque podemos descubrir las técnicas con las cuales se ha escrito una obra, y que su manejo resulta muy interesante para los estudiantes», dijo Torres.

Al preguntarle a éste mismo, sobre cuáles obras recomendarí­a leer, manifestó que «primero, El Quijote, en su versión í­ntegra, no en resúmenes ni en versiones para niños. Y para no salir de nuestro ámbito, las obras de Miguel íngel Asturias: sus novelas, sus cuentos y su poesí­a. Las obras de Manuel Galich, y de Manuel José Arce», concluyó su enumeración.

Por un paí­s de lectores

En todo este marco, surge la necesidad de fomentar a nivel nacional el hábito de la lectura, el cual es el objetivo fundamental de la Feria Internacional del Libro (FILGUA), que se llevará a cabo en nuestro paí­s, en el Parque de la Industria, del 25 de julio al 3 de agosto en este año.

Para Yanira Gálvez, presidenta de la FILGUA, el objetivo de esta actividad no es puramente comercial, sino más bien social y hasta con alcances polí­ticos. «Nuestro lema es «Vamos por un paí­s de lectores», ya que ése es nuestro aporte que podemos hacer como libreros para el desarrollo del paí­s».

Para Gálvez, tal como ya han opinado el resto de entrevistados, la lectura es fundamental para el desarrollo de la persona y de los paí­ses. Por ello, se encuentran preparando una feria que ofrecerá libros a buenos precios, además de acercar, a través de editoriales extranjeras, tí­tulos que hasta el momento son imposibles de encontrar en Guatemala.

A través de las estadí­sticas de FILGUA, que se realiza cada dos años, se puede observar un creciente interés por la lectura. En el 2004, asistieron 20 mil personas, y en el 2006, fueron 32 mil. Para este año, esperan contar con 50 mil asistentes.

Yanira Gálvez indicó que la FILGUA contará con 170 espacios para la exhibición y venta de libros, además de ofrecer centenares de actividades culturales durante el perí­odo que dure (en el 2006, hubo más de 200 actividades).

Habrá talleres, encuentros de escritores, conferencias, lanzamientos de libros, mesas redondas, simposios y otras, en torno a los temas de la creación literaria, la literatura centroamericana y la infantil, la promoción de la lectura, la enseñanza de la Historia, las bibliotecas públicas, y literatura indí­gena.

La FILGUA 2008 ofrecerá varias ofertas en libros, y buscará paliar los graves problemas que se desarrollan en torno al hábito de la lectura, tal como falta de promoción, el precio, falta de interés y la falta de libros atractivos para el lector.