Lucí­a Escobar y Juan Miguel Arrivillaga son como dos quijotes del arte, armados sólo con sus ideales se lanzaron hace ya siete lunas a impulsar al arte, la interculturalidad y la pluralidad por medio de un encuentro intelectual que llamaron El Festivalito. Cuesta arriba y viento en contra empiezan hoy a cosechar la siembra de aquella semilla. El Festivalito se pluraliza cada vez más allá de los linderos de Pana y su reclamo se escucha en otras latitudes. Por si esto fuera poco, su proyecto incluye una publicación, la Revista Ati, y sus correspondientes sitios web y blog, que cada vez se posicionan más en el horizonte cultural del paí­s. Su labor es importante porque si cuesta impulsar a la cultura en la capital, en los departamentos se trata de una tarea de romanos, pero llena de satisfacciones.

A continuación Lucí­a nos cuenta sobre la entrega del festival que se realiza hoy y mañana en Panajachel.

Pregunta: ¿Cómo nace la idea de un festival de cultura en Panajachel?

Respuesta: Nació hace dos años, como respuesta a una necesidad personal de tener arte y cultura en el Lago de Atitlán, de compartir con los amigos artistas la hermosura del lago y, por supuesto, compartir con el pueblo de Panajachel el arte del paí­s. Esta necesidad fue volviéndose comunal, el pueblo se fue contagiando, así­ como los artistas que han venido de buena voluntad sin cobrar ni un centavo o lo mí­nimo. En eso llevamos nueve ediciones de un festival bimensual que se hace con mucho amor.

P.: ¿Fue difí­cil conseguir apoyo para realizarlo?

R: Aún es difí­cil pues todaví­a no hemos logrado un apoyo económico constante que nos permita planear a largo plazo y cubrir los gastos de pre y producción. Los hoteles y restaurantes nos han ayudado pero con canjes publicitarios, hospedaje y alimento para los artistas a cambio del logo en la contraportada de la Revista Ati. Seguimos haciendo muchos esfuerzos para lograr cada una de las actividades que se traen.

P: ¿Cuál ha sido la respuesta de los artistas y gestores culturales que han invitado?

R: Pues la respuesta siempre es el motor que nos hace salir adelante y lo que nos llena de gasolina para cada edición. Todo el mundo se queda feliz, con ganas de regresar, como el cineasta Alejo Crisóstomo, quién vino al primer o segundo Festivalito y se quedó en un hotel gachí­simo, sin embargo, regresó otra vez y esta última incluso va a dar un taller de cine de cinco dí­as. Lo mismo sucede con el Centro de Cultura Hispánica, que nos han ayudado con lo que le hemos pedido y sé ve que va a seguir colaborando con nosotros. En general creo que todos han estado felices de venir al Lago, de llevar su arte a más gente y poder compartir más allá del público capitalino. El intercambio cultural que hay entre los artistas en un ambiente más relajado es también muy apreciado por los ellos.

P.: ¿Cuál ha sido la respuesta de la gente que vive en Panajachel?

R.: Ha sido de poco a poco, cada vez se van involucrando más, al principio nos faltaba mucha divulgación, sobre todo entre la misma gente del Lago (nos costó más entrar a los medios de comunicación locales que nacionales), pero ahora es muy buena, a menudo nos paran en la calle para preguntarnos cuándo será el próximo Festivalito. A la gente le gusta sorprenderse con el arte, además, ha visto los beneficios económicos que le trae a sus negocios, hoteles y restaurantes cada edición dEl Festivalito.

P.: ¿Qué tan difí­cil es armar la logí­stica de un festivalito?

R.: No serí­a nada difí­cil si tuviéramos una chequera con un presupuesto para producirlo, pero cuando pensás que todo es voluntario y que a veces tenés que esperar cinco dí­as a que sea «doble saldo» para poder hacer las llamadas que tenés pendientes con artistas o de logí­stica, pues se ve complicado. O por ejemplo, cuando la gente nos empieza a exigir o a reclamar de que algo se atrasó, que no se hizo propaganda suficiente o algo que realmente no pudimos hacer porque nos cuesta mucho conseguir los recursos económicos, entonces lo sentí­s difí­cil. Esas son las trabas, porque por lo demás nos gusta lo que hacemos.

P.: ¿Cómo ven el desarrollo de la cultura fuera de la capital?

R.: Pues creo que crece pese a las dificultades que encuentra por la pobreza y abandono en que las autoridades tienen al área rural. Va creciendo y demostrando que es como la sangre del paí­s que alimenta con vida a los guatemaltecos. Pienso que si el Estado pusiera un poquito de su parte para fomentar y ayudar a que la cultura y el arte no desaparezcan de los pueblos indí­genas y de los ladinos, muchos problemas sociales se solucionarí­an.