Historia del año bisiesto


Un reloj de sol indica la hora mediante un marcador protuberante (llamado nomon) que produce una sombra. El ángulo de ésta varí­a a medida que el Sol se traslada de Este a Oeste a lo largo del dí­a. La superficie de lectura del reloj tiene marcas para medir el ángulo de la sombra e indicar la hora que es.

Cada cuatro años, el mes de febrero tiene la excepción de contar con veintinueve dí­as, muchas personas en el mundo aún se preguntan el porqué de esta situación y la manera de cómo afecta al tiempo en general. La historia nos permite conocer algunas informaciones acerca de tal fenómeno en diferentes épocas, así­ como los personajes que estuvieron involucrados en la toma de decisiones al respecto.

Fernando Mollinedo, Colaborador

Resulta que en Roma se dio un problema extraño: las fechas dejaron de coincidir con las estaciones, con las fiestas religiosas y con el clima; a tal grado llegó la molestia que tuvo que intervenir el emperador Julio César, máxima autoridad del Imperio Romano quien delegó la responsabilidad de estudiar el fenómeno al astrónomo griego Sosí­genes.

En el año 45 a.C. Cayo Julio César, siguiendo el consejo del astrónomo griego Sosí­genes (siglo I a.C. oriundo de Alejandrí­a), decidió utilizar un calendario estrictamente solar. Este calendario, conocido como calendario juliano, fijó el año normal en 365 dí­as, y el año bisiesto, cada cuatro años, en 366 dí­as. Año bisiesto es el año de 366 dí­as que excede en un dí­a al año común. El dí­a añadido se aplica al mes de febrero, que pasa de 28 dí­as a tener 29 en los años bisiestos.

El concepto de año bisiesto se remonta al año 46 a de C y fue creado por el astrónomo griego Sosí­genes. La expresión «bisiesto» procede de bis sexto calendas martias, nombre que los romanos daban al dí­a 25 de febrero cuando el año era bisiesto, y en el que se intercalaban seis dí­as antes de las calendas del mes de marzo.

Luego del estudio correspondiente, Sosí­genes de acuerdo a sus cálculos encontró un error, el cual consistí­a en haber asignado al año 365 dí­as redondos mientras que su duración era de 365 dí­as y 6 horas. Esa diferencia parecí­a insignificante, pero al hacer cuentas encontraron que se habí­a dejado de contar 90 dí­as en el calendario. Y para corregir el problema por medio de un Decreto del Emperador se le agregaron los dí­as faltantes a ese año, el cual tuvo 445 dí­as y se le conoció como «el último año de la confusión»

Como resultado de las investigaciones de Sosí­genes, el emperador Julio César reformó el calendario romano del rey Numa Pompilio y, debido al retraso que este presentaba respecto al año solar, añadió cada cuatro años un dí­a más; sin embargo, la reforma juliana producí­a un error de un dí­a cada 128 años.

En el siglo XVI se repitió en Roma el fenómeno de la inexactitud de fechas con climas y fiestas; época del papado de Gregorio XIII, quien encargó a una comisión de astrónomos una solución que por fin terminara con este problema; los cientí­ficos se basaron en la propuesta de un cientí­fico matemático italiano llamado Luigui Lilio quien encontró que la regla que puso Sosí­genes habí­a sido correcta, tení­a problemas de exactitud, pues la fracción que él tomó como de 6 horas completas era en realidad 5 horas, 48 minutos y 45 segundos. Como consecuencia de haber redondeado esa cifra se habí­an contabilizado 10 dí­as de más en el calendario, lo que obligó a quitarlos.

El Papa Gregorio XIII decretó que se eliminaran 10 dí­as del mes de octubre de 1582, de manera que de un dí­a para otro, la gente pasó a vivir del dí­a 4 al 15 de octubre como la cosa más normal. Los dí­as del 5 al 14 nunca existieron. Para evitar que se siguieran acumulando más dí­as, Lilio inventó una regla adicional a la del año bisiesto, que consiste en que todos los años de fin de siglo serán bisiestos sólo cuando sean divisibles por 4 y 400; con base a esto, el año 160 si fue bisiesto, pero no así­ los años 1700, 1800 y 1900 que fueron «normales». Continuará…