Los dinosaurios entenados de Monterroso


El dinosaurio es el personaje central de célebre cuento cortí­simo de Augusto Monterroso.

El célebre escritor guatemalteco Augusto Monterroso cumple hoy cinco años de haber muerto, dejando tras de sí­ un importante legado para la literatura a nivel mundial. A pesar de que es reconocido por varios aportes y diversas obras maestras de la literatura, en casi todo el mundo se le conoce sobre todo por haber escrito el cuento más corto del mundo.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Y es que con sólo siete palabras, logró crear un cuento que, para millones de personas, adquieren la significación que podrí­a tener una novela. «Cuando despertó, el dinosaurio todaví­a estaba allí­», dicta dicho cuento, llamado por el personaje principal de él: «El dinosaurio».

Esta figura del dinosaurio, por ser tan universal y significativa, podrí­a tener decenas de significados según lo quiera cada persona, y significa que todas esas cosas añejas, pesadas y feas, aún persisten en la historia de la humanidad.

Pero más que explicar el cuento, habrí­a que señalar que con base en este cuento, otros escritores han creado su propia versión.

Por ejemplo, el escritor húngaro-argentino Pablo Urbanyi (1939), escribió: «Cuando despertó, suspiró aliviado: el dinosaurio ya no estaba allí­».

El ecuatoriano Marcelo Báez (1969), también lo modificó con mayor extensión, con tal de darle otro punto de vista al cuento: «Y cuando despertó, el dinosaurio seguí­a allí­. Rondaba tras la ventana tal y como sucedí­a en el sueño. Ya habí­a arrasado con toda la ciudad, menos con la casa del hombre que recién despertaba entre maravillado y asustado. ¿Cómo podrí­a esa enorme bestia destruir el hogar de su creador, de la persona que le habí­a dado una existencia concreta? La creatura no estaba conforme con la realidad en la que estaba, preferí­a su hábitat natural: las pelí­culas, las láminas de las enciclopedias, los museos… Preferí­a ese reino donde los demás contemplaban y él se dejaba estar, ser, soñar. Y cuando el dinosaurio despertó, el hombre ya no seguí­a allí­.»

El escritor español José de la Colina (1934), escribió un cuento sobre la extensión del relato de Monterroso, llamado «La culta dama», que dice: «Le pregunté a la culta dama si conocí­a el cuento de Augusto Monterroso titulado «El dinosaurio». -Ah, es una delicia -me respondió-, ya estoy leyéndolo.»

Vida y obra

Augusto Monterroso Bonilla nació el 21 de diciembre de 1921 en Tegucigalpa, Honduras. Su infancia transcurrió entre Honduras y Guatemala, estableciéndose su familia en este último paí­s en 1926.

En su infancia no tuvo inclinaciones hacia la literatura. Fue en 1937, mientras trabajaba en una carnicerí­a, que su jefe, Antonio Sáenz, lo estimuló a leer a los clásicos. Monterroso frecuentó la Biblioteca Nacional, y leyó particularmente a Shakespeare, Lord Chesterfield, Juvenal, Ví­ctor Hugo, Cervantes, el Arcipreste de Hita, Baltasar Gracián y Calderón de la Barca; además, fue autodidacto en el estudio del latí­n.

Participó en la fundación de la revista Acento en 19401, formando así­ el grupo literario homónimo, o Generación del 40 como los historiadores de la literatura guatemalteca denominaron así­ a este grupo.

Augusto Monterroso publicó sus primeros cuentos en el diario El Imparcial y en la revista Acento en 1941. Se involucra con grupos subversivos que intentan el derrocamiento del entonces dictador Jorge Ubico.

En 1944 participa en el movimiento social que exigió la renuncia de Ubico. Con esta acción, fundó el periódico El Espectador. Sin embargo, salió exiliado a México por persecución polí­tica del general Federico Ponce Vaides. A la entrada del triunvirato revolucionario, Monterroso fue nombrado para un cargo en el consulado guatemalteco en México.

Cuando el coronel Arbenz Guzmán asumió el poder en Guatemala, Monterroso recibió el cargo de primer secretario de la Embajada de Guatemala y cónsul en La Paz, Bolivia, cargo al cual renunció con la renuncia de Arbenz, y con la entrada de la Castillo Armas, se exilió en Chile. Ahí­ conoció a Pablo Neruda, quien lo invitó a convivir con otros escritores en Isla Negra.

En 1956 regresó a México; recibió importantes cargos en la Universidad Autónoma de México, como profesor e investigador literario.

Entre 1952 y 1955, publicó en periódicos algunos de los cuentos que formarí­an después la colección de relatos «Obras completas (y otros cuentos)», que fue editado en 1959.

Se casó dos veces: la primera con la colombiana Milena Esguerra en 1962, con quien tiene una hija: Marí­a; y la segunda, con la escritora mexicana Bárbara Jacobs en 1976.

En 1966, tradujo al español «Una modesta proposición para impedir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su paí­s, y hacerlos provechosos para la sociedad», texto irónico de Jonathan Swift, que marcarí­a la literatura de Monterroso. Publicó la traducción en la Revista de Bellas Artes.

En 1969, publicó la colección de relatos «La oveja negra y demás fábulas». En 1971, Carlos Fuentes tradujo este libro al inglés. Un año después, Monterroso publicó el libro de cuentos «Movimiento perpetuo», que fue declarado el mejor libro del año en México.

En 1978, publicó la novela «Lo demás es silencio (la vida y la obra de Eduardo Torres)». En 1981, publicó el libro de entrevistas «Viaje al centro de la fábula», y en 1983 «La palabra mágica».

En 1985, fue jurado del premio Casa de las Américas, y publicó la antologí­a personal «Las ilusiones perdidas». Al año siguiente, grabó en Cuba el disco «Cuentos y fábulas».

En 1987 publicó el diario «La letra e (Fragmentos de un diario)».

En 1992, publicó un libro de dibujos «Esa fauna», y la «Antologí­a del cuento triste». Al año siguiente, publicó los relatos autobiográficos «Los buscadores de oro».

Sus últimos dos libros fueron de ensayos: «La vaca» (1999), y «Pájaros de Hispanoamérica» (2002). Murió el 7 de febrero de 2003.

Recibió varios premios, como el Magda Donato (México 1970), Xavier Villaurrutia (1975, México), la Orden del íguila Azteca (1988, México), el Premio Juan Rulfo (1997, México), el Premio Nacional de Literatura (1998, Guatemala), y el prestigioso Premio Prí­ncipe de Asturias de las Letras (2000, España).