Guatemaltecos sumisos, resignados y aguantadores


Eduardo_Villatoro

A vece le concedo crédito al refrán o sentencia que señala que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, porque de otra manera no puedo comprender cómo es que los guatemaltecos seamos tan sumisos, resignados y aguantadores ante los abusos de la plutocracia, al margen de los desmanes y corruptelas de funcionarios estatales.

Eduardo Villatoro

 


En medio del hastí­o en que estamos sumergidos por la masiva, bulliciosa, despilfarradora y vací­a propaganda electoral, el filántropo don Pedro Cofiño, en su calidad de gerente de la Comercializadora Artí­culos de Consumo Popular, anunció jubilosamente que “la presentación de 500 gramos -1.08 libras o medio kilo- subirá Q0.25 para venderse en los supermercados a Q3.75, y Q0.35 para las tiendas de barrio, lo cual elevará su costo a Q4” (Prensa Libre, 29.07)   
Al leer esa noticia llegué a pensar que ahora sí­ los consumidores no se quedarí­an de brazos cruzados sino que se organizarán y se rebelarán en contra de ese nuevo incremento de precios del azúcar. Pero nada sucedió, todos se quedaron tranquilos, a no ser una escueta y moderada declaración del señor Roberto Herrarte, de la Gremial de Fabricantes de Alimentos, quien comedidamente, dijo que “Este ajuste tendrí­a un impacto en el consumo mensual de las familias”.  
Luego, creí­ que los candidatos presidenciales expresarí­an su desagrado, en defensa de los intereses de sus potenciales electores, especialmente la doctora Rogelia Menchú, quien representa a una lánguida izquierda debilitada y opacada, quien aprovecharí­a la oportunidad para elevar su voz en nombre de los sectores populares. Pero parece que los polí­ticos sólo se atreven a lanzar consignas y superficiales discursos en los que sobresale su obsesión por abanderar los derechos de los compatriotas menos afortunados.  
Pensé que los esforzados y empobrecidos propietarios de ingenios  probablemente habrí­an incrementado los salarios y otras prestaciones a sus trabajadores; pero la causa de ese aumento obedece a que, según explicó con el rostro adusto el señor Cofiño, “Detectamos que camiones y picops vení­an a comprar (el edulcorante) a la capital con el objetivo de llevárselo a México, y para frenar el contrabando se hace necesario subir el precio”.    
¡Y qué culpa tenemos los consumidores que las autoridades de la SAT o aunque sea de la Dirección General de Espectáculos, no ejerzan un efectivo control en las aduanas!; además de que si los mexicanos están consumiendo más azúcar producida en Guatemala cualquier neófito en materia económica y financiera pensarí­a que los azucareros serí­an los beneficiados, siguiendo las sacrosantas reglas del mercado, con tan sólo que los exportadores cumpliesen con sus obligaciones tributarias.  
 Pero resulta que no es así­, y de ahí­ que el azúcar subió de precio en un 6 %, pese a  que hace solo cuatro meses ya se habí­a registrado otra alza, ante el silencio del Gobierno y la inmutable paciencia de los consumidores.  
 (El diabético Romualdo Tishudo, vagando por un cementerio privado, en la tumba de un platudo azucarero leyó este epitafio: -Por fin he dejado de pagar impuestos).