Utopí­a, esperanza y posibilidad I de II


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Guatemala vive uno de sus tiempos más convulsos… para muchos eso significa la pérdida de la brújula y una conducta de anomia total por la vida social y cultural, por lo que parecerí­a absurdo hablar de esperanza y posibilidad.

Fernando Mollinedo
fermo@intelnet.net.gt

 


¿De qué manera se puede construir esperanza en el contexto de incertidumbre que vivimos? La respuesta puede ser que el valor de la vida es ilimitado y que no estamos hechos para vivir en desigualdad humana; porque frente a los procesos y conflictos deshumanizantes encontramos propósitos humanizantes que nos proveen de esperanza.

Esperanza es que los niños y niñas podrán volver a salir solos a la calle, en que la ética debe ser decisiva y fundamental en la actividad polí­tica, en erradicar la discriminación se erradique y no se institucionalice, en que podamos vivir como ciudadanos libres del temor de ser asaltado por ladronzuelos o por ladrones con uniforme.

Utopí­a y esperanza son convicciones y construcciones personales y colectivas, que no dependen de lo que es, sino de lo que queremos que sea; siendo necesario para ello, en NO ASUMIR COMO NORMAL lo que es ANORMAL. Aprenderlo de niños y niñas que miran al mundo con asombro, descubriéndolo, interrogándolo y tratando de comprender por qué pasa lo que pasa, pues ante situaciones como la inseguridad y el miedo, que promueven una lógica permanente de defensa y coartan la libertad, tienen una expresión de incertidumbre y cuestionamiento.

Los niños y las niñas son capaces de detectar lo anormal en la vida cotidiana; aunque no sepan explicarlo o conceptualizarlo; pero saben, desde la sabidurí­a de estar aún conectados con su interior, que no es normal ver los hechos de corrupción, el abuso, la pobreza extrema, el temor y la inseguridad; que no es normal que la diversidad sea motivo de discriminación, ni que la pederastia se encubra, ni que ser mujer haga posible hacer ví­ctima de violencia y ser pobre.

COMPRENDER que, de muchas maneras, somos los otros, que las experiencias, miradas, recuerdos y aprendizajes, no sólo van pasando de generación en generación, sino a través de los sentidos van pasando de persona a persona sin apenas darnos cuenta.  Vamos recogiendo significados y a la vez los esparcimos y en cada movimiento hay de fondo una búsqueda de respuestas al sentido de la vida.

CONSTRUIR a partir del encuentro con el diferente no con el igual; lo cual me recuerda lo dicho por el Moshé Dayan: “sí­ queremos la paz, debemos dialogar con nuestros enemigos, no con nuestros amigos”. Que la paz no tiene que ver sólo con la seguridad pública y con ausencia de violencia institucionalizada; la paz tiene que ver con la no violencia entre las personas sobre todo entre la gran mayorí­a que está en contra de la violencia y de la criminalidad.

Nuestra realidad, idiosincrasia, afanes, luces y vergí¼enzas, limitaciones, éxitos y posibilidades, nos engloban y demuestran que podemos ser mejores ciudadanos construyendo un mejor paí­s para nuestros hijos.