El doctor en Filosofía Jaime Barrios Peña, además de ostentar otro doctorado en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México y un diplomado en Derecho Internacional por la Universidad de Bogotá, es un prolífero escritor y acucioso investigador social, como lo demuestra una vez en su reciente libro titulado «Quinientos años después -Arte Mestizo»
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En un intento de reseñar la obra diré que el estudio lo concreta en el carácter esencialmente cultural del mestizaje sobre la determinación biológica; en el entendido de que no son los rasgos biológicos o raciales los fundamentos de la mentalidad mestiza, sino que ésta se manifiesta en sus expresiones artísticas y en su visión del mundo, en su incorporación a la naturaleza y a la sociedad, así como a sus estructuras del consciente y el inconsciente.
Al referirse al mito, la magia y la formación del inconsciente en el ser mestizo, Barrios Peña advierte que, en lo que respecta al hecho del mestizaje, es un hecho discursivo y que responde a la palabra, la cual se va conformando por la tradición oral de generación en generación, por la transmisión de actitudes estéticas en el taller de la pintura y escultura, y, finalmente, en la culminación de la fuga mítica de la palabra mestiza, en el realismo mágico.
Al coincidir con Levi-Strauss en su crítica a Malinowski, el autor de la obra asienta que en América no se trató de la suplantación de una cultura por otra, sino que, dentro de los términos dialécticos y estructurales de determinados elementos, se generó la formación de una nueva mutación: por un lado, lo relacionado con español racional-caballeresco en la forma de conquistador, con el blasón religioso-histórico del proceso, y, por el otro, lo indiano, en estrecha relación con la divinidad.
Como producto del discurso, el mestizo tiene una tendencia esencial de concepción comunitaria -precisa Barrios Peña – rasgo que se filtró de la mentalidad precolombina, en tanto que la sociedad indígena original se basaba en el tributo, y no en la diferenciación de clases; pero, en todo caso, tenía un gran sentido de organización comunitaria, propia de la agricultura colectiva y la posesión colectiva de la tierra.
Por su parte, la escritora y académica Luz Méndez de la Vega señala en la presentación del libro, que esta obra del investigador, filósofo, psicólogo y catedrático universitario Jaime Barrios Peña, es un texto fundamental para quien pretenda profundizar en las raíces del mestizaje hispanoamericano y sus características histórico/culturales, resultante de la mezcla de razas y más aún del lento proceso que implicó la difícil interacción, asimilación y fusión de tan diferentes culturas, que forjaron la actual Hispanoamérica.
Con suma modestia, el autor advierte que Quinientos años después -Arte Mestizo- es una reelaboración de otro libro que publicó hace más de una década con el título «Arte mestizo en América Latina. Discurso y mutación cultural».
Sin embargo, no es una simple reelaboración como lo asevera con sencillez el autor, sino más bien la presente obra es un complemento de la primera, puesto que se encuentran capítulos inéditos de significada importancia en la visión del espíritu creador, aunque los capítulos introductorios sobre el método antropocinético y los mesticenas siguen siendo fundamentales para comprender en su plenitud los temas tratados en la versión anterior.
Los nuevos enfoques le han sido de utilidad al autor para ratificar que «el mestizo es mestizaje», o, dicho en sus propias palabras, es un proceso histórico que se forma por medio del discurso por paradigmas y esquemas culturales que se integran a una totalidad, cuya exasperación crea un nuevo sujeto; además de que precisa que uno de los problemas del hombre actual radica en la crisis de sus tradiciones frente a las ambivalentes innovaciones del automatismo mecanicista de la tecnología.
A manera de explicación, el autor detalla las razones por las que es importante la concreción del mestizo y del proceso del mestizaje, de la siguiente forma:
a) Ha existido una tendencia etnocéntrica en la aclaración de las diferencias culturales, lo que conlleva a representaciones racistas que enturbian, en vez de aclarar.
b) El evolucionismo mecanicista, basado en la fe ciega, en la racionalidad como fuerza motriz de la historia, cae tarde o temprano en el racismo.
c) América es multicultural; es decir, mestiza. La opresión racial del indígena, del negro, del mulato, es una manera de pretender legitimar su explotación. El reconocimiento del mestizaje facilita la identificación de los intereses vitales de las grandes capas de población latinoamericana. El mestizaje es posibilidad de entender los Estados nacionales desde una perspectiva no racista, ya sea «occidentalizante» o «indigenista».
d) Hace más de medio siglo, una potencia europea, en nombre de la diferencia racial que intentaba explicar la supuesta superioridad cultural de la raza teutónica, iniciaba una guerra colonialista que conllevaría al holocausto de 12 millones de seres humanos; mientras que los sistemas de apartheid en Sudáfrica, pretendían justificar la diferenciación cultural sobre la base de la discriminación, al mundo dualista y la separación de los bantúes. Fue el racismo más insultante del siglo XX, además de obsoleto y denigrante.
e) Los dos casos anteriores son extremos; pero la actitud racista se sigue observando en las constantes migraciones de pueblos antes coloniales a sus antiguas metrópolis, y aunque el racismo aparentemente a casi todos avergí¼enza, es una realidad oculta y viva. No se trata de la democracia de las razas sino de la eliminación del concepto de raza y la utilización en lugar de éste criterio en la etnicidad dinámica, la cual implica siempre la premisa de que, compartiendo idénticas características biológicas, los hombres desarrollan diferentes patrones de cultura por múltiples factores, tanto ecológicos, como sociológicos e históricos, dentro de un proceso dinámico.