Al fundarse la Nueva Guatemala de la Asunción en el Valle de la Ermita, uno de los muchos problemas con que se encontraron las autoridades coloniales fue la escazes de agua. Entonces pronto vieron como resolver este grave problema. Se comisionó al arquitecto mayor de las obras públicas, Bernardo Ramírez para que construyera un acueducto, conociéndosele en la historia como acueducto de Pinula, trayendo el agua del río Pinula y de varios riachuelos de Mixco y Belén.
Entonces se hizo necesario dotar de pilas o fuentes públicas a la naciente ciudad, para suplir la urgente necesidad del vital líquido.
Estas pilas fueron ubicadas en varios sectores de la ciudad, con el fin de que fueran utilizadas por las personas pobres, proporcionándoles a su vez mucha comodidad, ya que en ellas se proveían de agua que necesitaban y lavaban además sus ropas.
Estas románticas pilas o estanques fueron famosas por suceder allí cosas de espantos. Estas antiguas pilas fueron donde se origino antaño las más bellas leyendas de espantos tales como: la Siguanaba, la llorona, el cadejo, el Sombrerón y muchos entes mágicos más. Estos monumentos también fueron mudos testigos de lo que allí sucedía cuando se bañaba la Siguanaba mostrando su bello cuerpo que se traslucía a través de un ralo vestido.
Una de las primeras pilas que se construyó, fue la de la Plaza de Armas, muy sencilla, era de cal y canto, redonda y que sustituyera el Capitán General Estachería por la monumental fuente, dedicada al rey Carlos III la misma que hoy podemos apreciar en la plazuela España, en la zona 9. También hubo una en la plaza de La Ermita o Parroquia Antigua. – Muchos años antes del traslado de la capital, este valle estaba habitado y delimitado en propiedades. Existían los terrenos del potrero del Administrador, propiedad de don Ventura Nájera. Allí construyó el antiguo administrador de la finca don Bernardo Madrid en 1770 bonitos baños y útiles lavaderos, razón ésta por la que se les conoció como «Del Administrador». Terrenos que después poseyera don Juan Hurtado, estos lavaderos todavía existen al final de la 15 calle «A» final de la z.1, tiene 24 lavaderos y se localiza en el fondo del barranco. La de San Francisco, conociéndosele así por ubicarse en 1787 cerca de la iglesia de éste nombre, posteriormente se trasladó al barrio de Candelaria, donde lamentablemente acaba de ser destruida y en su lugar hay una cancha de juego. En la plaza del pueblo de Jocotenango existió una fuente de preciosa arquitectura de estilo colonial; la del «Perú», bella pila circular, obra del Deán, doctor y maestro Juan José González Batres, que se ubicaba en la 18 calle poniente haciendo tope a la quinta avenida sur. Hubo una también en la plazuela de la iglesia de Guadalupe; la preciosa pila que existió en la esquina del convento de la Recolección, obra del presbítero Antonio García Redondo, hacía tope a la tercera calle poniente; otra en la esquina del convento de la Merced, primitivamente haciendo tope a la cuarta calle oriente que terminaba en la once avenida. Había otra pila en la esquina opuesta al convento de Santa Catarina, dos en la plazuela de la iglesia de San Sebastián, una pequeña sobre la tercera calle y sexta avenida, y el hermoso tanque que hizo construir el presbítero doctor Juan José Batres, en homenaje a Eduardo Jener descubridor de la Vacuna, y que era una copia fiel a la del Perú, al final de la quinta avenida. Continuará.