Amparado por la oscuridad de la noche, por temor a represalias, un hombre decora las paredes en ruinas de los comercios carbonizados del barrio de chabolas de Kibera.
Kibera, uno de los bastiones de la oposición keniana, vive presa de una sublevación desde que la cuestionada reelección del presidente Mwai Kibaki el pasado 27 de diciembre.
Cientos de tiendas y casas fueron saqueadas o quemadas y varias decenas de personas perdieron la vida en enfrentamientos entre los seguidores de Kibaki y los del líder opositor Raila Odinga, pero también por la represión sangrienta de la policía.
«Mis graffitis hablan a la cabeza. La idea es detener el espíritu del diablo en nosotros para que los jóvenes (que atacan) se lo piensen dos veces» antes de destruir y de matar, explica el artista de 24 años, que firma como «Bank Slave».
«Imagino que mis graffitis son como una mujer desnuda, que desviaría la atención de la gente», comenta.
En una de sus creaciones, sobre una casa abandonada de cristales rotos, se aprecian las letras de la palabra «amani» acribilladas a balazos dibujados.
«Se trata de captar la atención de los jóvenes», agrega Bank Slave, un joven ancho de espaldas con aspecto de rapero, ataviado con una gorra y un pantalón deportivo muy holgado.
Pero entre el lema «Nada de paz sin Raila» (en referencia al líder opositor Raila Odinga), pintado en el portal, y el graffiti «Amani», Josiah, un limpiabotas de 25 años elige sin pensárselo demasiado.
«No alcanzaremos la paz, más que si hay justicia», suelta este partidario de la oposición.
Las mujeres, como Molley, de 20 años, parecen más receptivas al mensaje pacífico de Bank Slave, que «llama a las personas a vivir en paz». En cambio Kendy, de 44 años, no logra descifrar el graffiti trazado por la noche.
El artista no se atreve a pintar a la luz del día. «Tengo miedo» de que me ataquen aquéllos que incendiaron los comercios, explica.
«Es maravilloso ver por la mañana el resultado de lo que dibujé a oscuras», agrega.
Bank Slave está decidido a actuar a su manera para salvar a su país, tras haberse librado por los pelos de los incidentes.
El 30 de diciembre, cuando se anunciaron los resultados de las elecciones presidenciales, Kibera se agitó, al igual que otros barrios de Nairobi y del oeste y el sudeste de Kenia. Su casa, situada a escasos metros de los comercios en llamas, se salva, como si se tratase de un milagro.
«Era traumatizante, pero sobreviví. Lo consideré una señal. Y decidí utilizar mi arte para ralentizar el espíritu del diablo», confiesa el artista.
Entonces empezó a pintar palabras o mensajes pacíficos: «Paz», «Ame a sus vecinos», «Restauremos la paz», «Paren la violencia». Lo hace en inglés, en la lengua swahili o en el dialecto «sheng», una mezcla de la jerga de estos dos idiomas hablados en Kenia.
A menudo un pequeño personaje de facciones afinadas, coronado por una aureola, «el mensajero», queda rezagado en un rincón del graffiti. Y, en ocasiones, a falta de sprays de colores, Bank Slave utiliza el hollín de los muros carbonizados para dibujar los contornos de un rostro.
La policía no tiene nada en contra. «Pasa el mensaje que queremos todos», afirma un oficial policial a su paso por Kibera.