Sonia Rodríguez sirve café en el Latin American Grill cuando se le pregunta sobre las propuestas en el Congreso para volver a restringir los viajes a Cuba. Como muchos cubano-estadounidenses, le preocupa que no podrá visitar a sus familiares o que no les pueda enviar dinero. Rodríguez salió de Cuba hace 11 años. Como muchos en el sur de la Florida, teme que el Congreso logre reinstaurar las restricciones que imperaban bajo el gobierno de Bush, cuando se podía viajar a Cuba sólo una vez cada tres años y no se podía enviar más de 1.200 dólares anuales. También se debate una propuesta para restringir los intercambios educativos y culturales.
Partidarios de las nuevas restricciones dicen que de esa manera se reducirá el flujo de dinero y actividad lucrativa que beneficia a un régimen que consideran dictatorial.
«Claro que el gobierno recibe parte del dinero, pero ¿qué hacemos? ¿Dejamos que nuestras familias se mueran de hambre?», dice Rodríguez mientras servía a los clientes en su cafetín en Doral, un suburbio de Miami.
Ella le envía dinero a su madre y asegura que en su visita anterior «no pude ni siquiera gastar dinero para salir con mi madre, sólo podía comprarle los artículos básicos como leche, papel de baño, ese tipo de cosas».
Poco después de asumir la presidencia, Barack Obama relajó algunas de las restricciones de viaje que se habían impuesto bajo la administración Bush. También ha emitido normas que permiten los viajes para motivos religiosos, culturales y educativos. Los viajes sólo para turismo siguen estando prohibidos bajo las normas del embargo.
Pero dos legisladores cubano-estadounidenses de la zona de Miami están tratando de resistir esos cambios, lo cual refleja las discrepancias que existen entre la generación que salió de Cuba hace décadas y los emigrantes más recientes.
La semana pasada, el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, dominado por los republicanos, aprobó una medida contra los viajes y remesas de Cuba. Republicanos y demócratas en esa comisión dieron su respaldo a la iniciativa de David Rivera, representante de la Florida.
Rivera sostiene que los límites impuestos bajo el gobierno de Bush se debieron a que había demasiados abusos de las normas, y que una visita cada tres años era algo razonable. En la actualidad no hay límite alguno para el número de viajes que un cubano estadounidense puede realizar a Cuba para visitar a su familia.
Aunque se estima que en unas semanas la cámara baja apruebe la iniciativa, tiene escasas probabilidades de éxito en el Senado que es controlado por los demócratas. El representante Mario Díaz-Balart ha propuesto una medida más limitada que mencionaría sólo a los cubano-estadounidenses y que estaría incluida en una propuesta general de gastos, aunque los demócratas tendrían la capacidad de vetar la cláusula sobre los viajes a Cuba. Se da por sentado que el gobierno de Obama presentará oposición.
Díaz-Balart dijo que demasiadas personas se estaban aprovechando de las normas más flexibles de viaje para convertirse en importadores de mercancía, lo que está apuntalando al gobierno cubano y ayudando a su economía.
«No es un tema humanitario», declaró, «Hay gente que está yendo allá diez o 15 veces año, se ha convertido en un negocio, un negocio muy lucrativo para el régimen castrista».
En el Latin American Grill, el cliente Juan Manuel Gómez expresó la opinión de los que — como la familia de Díaz-Balart — salió de Cuba justo antes de la revolución. Gómez llegó a Estados Unidos hace medio siglo, cuando tenía apenas 7 años.
«Fidel fusiló a mi tío y a mis primos después de la Bahía de Cochinos», dijo Gómez. «La única manera de que yo vaya a Cuba será cuando se vaya Castro, bajo ninguna otra circunstancia».
Gómez reconoce que muchos cubanos, emigrantes más recientes, han venido más por razones económicas que políticas y no comparten su punto de vista.
«Hoy en día yo soy la excepción y ellos son el statu quo», expresó.
Rodríguez se puso a trabajar en la máquina de café expreso, pero cuando Gómez se fue, declaró en voz baja: «Entiendo lo que él siente, pero yo no apoyo al gobierno cubano, simplemente no quiero que mi madre se muera de hambre».
Si bien es verdad que Gómez está entre la minoría, los que apoyan su forma de pensar son los que han conseguido ciudadanía estadounidense y por lo tanto pueden votar, aunque muchos emigrantes recientes viven en los distritos de esos dos congresistas. Para los emigrantes más recientes, el tema de Cuba probablemente no es tan importante para decidir su voto.
Aun así, algunas empresas de viaje sí parecen estar aprovechándose de las nuevas normas, y los viajes que organizan se asemejan bastante a viajes turísticos.
Por ejemplo la compañía Betty Maclean Travel Inc. ofrece un lujoso paseo por Cuba a comienzos de septiembre, publicitando sus vínculos con un grupo sin fines de lucro que está autorizado para organizar ese tour.
Ese tipo de actividades ha irritado a algunos dirigentes políticos. En Washington, uno de los grupos de presión política llamado «US Cuba Democracy PAC» respalda un fuerte embargo a Cuba, incluyendo restricciones de viaje, y entre sus donantes más generosos hay varias figuras acaudaladas de la comunidad cubano-estadounidense de Miami.
«El turismo extranjero es una enorme fuente de ingresos para la dictadura castrista. Es muy importante que Estados Unidos incremente su presión contra el gobierno cubano e impida que los hermanos Castro se sigan enriqueciendo y fortaleciendo gracias a los dólares del turismo», declaró la representante Ileana Ros-Lehtinen, legisladora cubana-estadounidense republicana por Florida y presidenta del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.
Varias empresas de viaje que ofrecen servicios a la comunidad cubano-estadounidense también se han beneficiado de los cambios bajo Obama. En el pasado, mucha gente viajaba vía terceros países. El miércoles, la agencia ABC Charters anunció un acuerdo con el Aeropuerto Internacional de Tampa para suministrar viajes fletados a la isla para cubano-estadounidenses.
Tessie Aral, propietaria de ABC, es partidaria de un viaje irrestricto a Cuba. Ella reconoce que algunos cubano-estadounidenses se aprovechan del sistema, pero asegura que son la minoría.
«No regresemos al pasado. No funcionó antes y no funcionará ahora», comentó.
Ella mostró a la AP peticiones firmadas por más de 1.500 personas que se identificaron como cubano-estadounidenses residentes del distrito de Díaz-Balart y que dieron sus firmas la semana pasada. Desean que el legislador desista de su medida y se reúna con ellos.
Díaz-Balart se ha negado a recibir las peticiones, pues su política es no reunirse con gente que tenga contactos con «regímenes totalitarios».
Las agencias que ofrecen vuelos fletados a Cuba deben pagarle una tarifa a la agencia nacional de turismo de Cuba.
En el Latin American Grill, ubicado en el distrito de Díaz-Balart, no son sólo los emigrantes más recientes los que se oponen a reimponer las restricciones.
Clemente Vera, un cliente cuyo padre fue encarcelado por Fidel Castro en 1962 antes de que pudiera huir de Cuba, dice que no irá a la isla, por respeto a su padre.
Pero Vera, un contratista nacido en Estados Unidos, dice que está en desacuerdo con las opiniones expresadas por Gómez.
«(Castro) le hizo mucho daño, así que para él ir a Cuba sería terrible, pero mucha gente tiene familia allá y quiere verlos y ayudarlos. Eso yo lo puedo entender».