La agricultura «bio» ha triunfado, pero no se da abasto


Bocadillos de queso orgánico se ofrecen en la feria de la semana verde en Berlí­n, donde se impulsa la agricultura bio.

La alimentación «bio» es ví­ctima de su éxito, al menos en Europa, donde la producción no puede responder a una demanda en fuerte crecimiento, mientras que en opinión de algunos expertos, la democratización del segmento está traicionando a sus ideales.


La agricultura «bio» es el gran tema este año de la Semana Verde de Berlí­n, la mayor feria agropecuaria mundial, inaugurada el pasado viernes y que se extenderá hasta el 27 de enero.

El crecimiento de la cifra de negocios del sector «bio» en Alemania fue de 15% el año pasado y cerca de 10% en Francia. Se multiplican por doquier los letreros y etiquetas anunciando que «los productos son bio», y hasta las grandes cadenas de supermercados lanzan ahora sus propias lí­neas «bio».

El entusiasmo por los productos cultivados o criados respetando el medio ambiente y la naturaleza, que comenzó como una maní­a de algunos ecologistas, sobre todo en el norte de Europa, alcanza cada vez más adeptos.

En la Semana Verde de Berlí­n, la producción «bio» ocupa ya un pabellón entero, donde los visitantes degustan salchichas «bio», acompañadas por supuesto por una copa de vino o una jarra de cerveza «bio».

En Europa, la producción de este tipo de alimentos ya no basta para atender a la enorme demanda. Las frutas, las verduras e incluso la miel deben ser importadas, por ejemplo de Turquí­a o de América Latina. Y «esto plantea un problema de credibilidad», comenta Alexander Rogge, de la Federación Francesa de Comercio y Distribución (FCD).

Aunque la etiqueta «bio» refleja un modo de producción, que no recurre a los abonos quí­micos ni a los pesticidas y respeta algunas normas en la alimentación de los animales, desea encarnar también un modo de vida sano y respetuoso del medio ambiente.

Este es un ideal que no parece compatible por ejemplo con el transporte en avión de manzanas o peras de Chile o corderos de Nueva Zelanda.

«En su mayorí­a, los productos «bio» son de la región», resume Rainer Mihr, redactor en jefe del mensual alemán de los profesionales de la alimentación Lebensmittel Praxis.

Además «Â¿que se puede decir de la calidad o de la certificación?» de los productos importados, se interroga Uli Schnier, del comité «agricultura bio» del sector holandés de la distribución.

¿Cómo se puede estar seguro, efectivamente, de que los frutos secos turcos están sometidos a los mismos criterios que, por ejemplo, los productos franceses etiquetados como AB (Agricultura Biológica)?, se preguntan los expertos.

Más allá de la cuestión de la importación, para los puristas el problema se plantea con la democratización del sector.

«Nos congratulamos de que todo el sector del comercio, incluyendo a la gran distribucion, se hayan unido al movimiento», asegura Alexander Gerber, quien dirige la Federación Alemana de Comercio Alimenticio Ecológico.

Sin embargo, encontrar productos «bio» en los estantes de todos los supermercados es una tarea difí­cil.

«En nuestros dí­as, la calidad es considerada sólo desde el punto de vista de la materia», deplora Gerber. Pero según él, «bio» es mucho más y debe apoyarse en «el respeto al medio ambiente y la naturaleza» en el sentido más amplio.