La polémica generada por el presidente francés Nicolas Sarkozy, tras sus declaraciones sobre la religión, formuladas primero en Roma y luego en Riad, parecía aún latente hoy pese a que un día antes el mandatario reiteró su apego al laicismo ante responsables religiosos.
Anoche, al recibir a las autoridades de las seis principales religiones practicadas en Francia -católica, musulmana, protestante, budista, judía y ortodoxa, Sarkozy «reafirmó su apego al principio de laicismo», según el portavoz del Elíseo, David Martinon.
«Principio de respeto de todas las creencias y no de un combate contra las religiones», agregó el portavoz.
«En la República apaciguada y fraternal que desean los franceses, todos los que tienen convicciones filosóficas, morales y religiosas deberían tener por deber el respetar las convicciones que no comparte», insistió el portavoz presidencial en un comunicado leído a la prensa.
Estas declaraciones sobre el apego de Nicolas Sarkozy al laicismo fueron formuladas después de la polémica que inició cuando en diciembre en el Vaticano destacó «las raíces cristianas de Francia» y que atizó el lunes en Riad cuando se refirió a la herencia «civilizadora» de las religiones.
En diciembre, al recibir el título de «único canónigo honorario» de la basílica San Juan de Letrán en Roma, Sarkozy llamó al advenimiento de un «laicismo positivo» que sepa «velar por la libertad de pensamiento», pero que «asuma igualmente las raíces cristianas» de Francia.
El presidente marcó su diferencia con el laicismo francés, proclamado por la ley de 1905, cuando se refirió a un laicismo «agotado» y amenazado por «el fanatismo», llegando incluso a considerar que era del interés de la República el tener «muchos hombres y mujeres creyentes».
El lunes, en Arabia Saudí, Sarkozy insistió sobre el tema cuando exaltó las «raíces religiosas» del mundo en un discurso ante el «Majlis Al-Choura, consejo consultivo de 150 miembros, todos varones, nombrados por el rey pero sin ningún poder efectivo.
El presidente francés estimó también que «Dios no sojuzga al hombre sino lo libera» o «Dios que es el bastión contra el orgullo desmesurado y la locura de los hombres».
Las primeras declaraciones del presidente Sarkozy en Roma habían provocado entre otras la reacción el secretario general del partido socialista, Franí§ois Hollande, que lo llamó públicamente a «cerrar definitivamente el debate» sobre el cuestionamiento de la ley de 1905 de separación de la Iglesia y del Estado.
La ministra del Interior y de Cultos, Michel Alliot-Marie, precisó luego que el gobierno no contaba «reformar» la ley de 1905, y el presidente del Consejo constitucional, Jean-Louis Debré, también miembro del partido de gobierno UMP, destacó que ese texto es «uno de los pilares de la República.
Refiriéndose hoy a la insistencia de Sarkozy sobre su apego al laicismo, manifestada ante los responsables religiosos, el vicepresidente de la Asamblea nacional, Jean-Marie Le Guen, estimó que «el malestar de fondo no había sido disipado».
«Constato que Nicolas Sarkozy se vio obligado a medir el malestar que crearon su declaraciones hechas en el Vaticano y en Riad», destacó el diputado socialista.
Este mismo día, el consejero especial del presidente de la República, Henri Guaino, desvirtuó la polémica, responsabilizando a la prensa de una «operación de desinformación» cuando dio cuenta de las declaraciones presidenciales en Roma y Riad.