Roedor gigante aguardó 20 años su momento de fama


Andrés Rinderknecht, licenciado en biologí­a y paleontólogo de 30 años, descubrió el cráneo gigante olvidado en un rincón del museo.

El cráneo de un roedor desconocido para la ciencia hasta el momento, el más grande ejemplar jamás hallado, con un peso estimado de una tonelada, permaneció guardado 20 años en un sótano hasta que un paleontólogo del Museo de Historia Natural y Antropologí­a de Montevideo (Munhina) lo volvió a descubrir.


Comparación del cráneo gigante encontrado con el tamaño de un ratón.

Andrés Rinderknecht, licenciado en biologí­a y paleontólogo de 30 años, curador en su área del Munhina, dijo que «el material se descubrió dos veces».

Primero lo encontró Sergio Viera, un uruguayo que vive en Argentina y cuyo hobby es buscar fósiles, en 1986 o 1987, en las barrancas del balneario Kiyú (unos 50 km al oeste de Montevideo), en el departamento de San José, sobre la costa del Rí­o de la Plata, relató Rinderknecht.

Viera «hizo el descubrimiento de su vida, encontró este cráneo gigantesco y tuvo la lucidez de donarlo al Museo de Historia Natural», agregó.

¿Qué pasó en estos 20 años? «El Museo tuvo muchos problemas de presupuesto» y «estuvo sin personal técnico, sin personal capacitado para hacer investigaciones. Las colecciones estuvieron guardadas en cajones durante todo este tiempo en un sótano», señaló Rinderknecht.

Con el gobierno del presidente Tabaré Vázquez, que asumió en 2005, se empezó «a dar un poco más de vuelo» al Munhina.

Su director, Arturo Toscano, dijo que se está buscando un edificio propio, pues el actual es alquilado y no tiene lugar para hacer exposiciones.

Agregó que el Minhuna -que solo cuenta con cinco funcionarios técnicos y tiene más de un millón de piezas- tiene un presupuesto de 1,5 millones de pesos (unos 71.500 dólares) anuales y que necesita cuadriplicar ese monto para trabajar cómodamente.

Hace un año y medio, el Munhina contrató a Rinderknecht y a los otros técnicos para que «se pusieran a punto las colecciones, se acondicionaran estos materiales y se empezaran las investigaciones», dijo el propio Rinderknecht.

«Empezamos con estudiantes, con paleontólogos de la Facultad de Ciencias, a desarmar cajones, a desarmar todo este inmenso sótano donde estaban guardadas las cosas, y empezaron a aparecer cosas extraordinarias, que ni siquiera se sabí­a que tení­amos y la más carismática fue este cráneo», relató.

Rinderknecht y Néstor Blanco, un fí­sico de la Facultad de Ciencias, realizaron una investigación de un año previo a la publicación de su trabajo ayer en la revista británica Proceedings of the Royal Society.

«En Sudamérica se sabí­a que existí­an roedores gigantes desde hace casi 200 años. Hay restos desde hace muchí­simas décadas», dijo Rinderknecht.

Pero «la importancia de este hallazgo es por tres cosas fundamentales». La primera, se trata de «un roedor desconocido para la ciencia; este es el primer y único ejemplar que se conoce de este animal».

Segundo, «esta especie resultó ser, dentro de estos roedores gigantes de unos 500 kilos, la más gigante, con un tamaño bastante inesperado, de una tonelada de peso», añadió.

Tercero, «lo más importante, más que el tamaño y que sea una especie nueva, es que se trata de un cráneo completo y perfectamente preservado», por lo que «por primera vez podemos hacernos una idea de cómo era el animal en vida, cómo era la fuerza de mordida, cómo masticaba, qué comí­a», señaló.

Hasta el momento, «los restos que aparecí­an dispersos en los distintos paí­ses de Sudamérica eran pedacitos de hueso muy fragmentarios, pedacitos de diente muy rotos, que no nos permití­an sacar mucha información», explicó.

El cráneo de este roedor, que vivió hace 4 millones de años, medí­a 53 cm y poseí­a incisivos de varios centí­metros de largo, aunque sus molares eran más bien pequeños, lo que determina que era herbí­voro.

Esta nueva especie, «más emparentada a un carpincho o a un cuis (conejillo de indias) que a una rata», fue bautizada como Josephoartigasia monesi, en honor al prócer uruguayo José Artigas y al paleontólogo uruguayo Alvaro Mones, especializado en los roedores de América del Sur.

A partir de ahora, Rinderknecht estudiará más en profundidad al fósil. «Queremos hacer una reconstrucción muscular, queremos hacerle una tomografí­a computada para ver cómo es por adentro, para ver cómo es el cerebro, queremos hacerle estudios quí­micos a los dientes para ver y profundizar más en el tipo de alimentación», dijo.