Transexuales turcos defienden sus derechos


El movimiento gay está cada vez más activo en todo el mundo. En la gráfica, homosexuales italianos protestan frente a la Capilla de San Pedro, en contra de la homofobia.

La aplaudida aparición de actores transexuales, en una obra de teatro en Ankara contra la discriminación que afecta a la comunidad homosexual en Turquí­a, es un hecho insólito en este paí­s, cuya sociedad es sumamente conservadora.


«Rosa y gris», que trata de la suerte de los transexuales en la Turquí­a musulmana, constituye la última iniciativa de un sector de la sociedad marginalizado y perseguido durante mucho tiempo, que desea hacer valer sus derechos.

Radiantes de orgullo y emoción, los protagonistas de los papeles principales, Derya Tunz y Sera Can, dos hombres que se volvieron mujeres tras una operación, saludan al público antes de retirarse a los camerinos; la obra significa para ellos una pausa de una noche en sus oficios de «obreros del sexo» en la capital turca.

«Pese a todas las discriminaciones, no tengo remordimientos por lo que soy. Lo único que lamento es tener que prostituirme», dijo Sera Can.

Casi todos los transexuales y travestis en Turquí­a se ven reducidos a la prostitución, la única manera de sobrevivir, según ellos, en una sociedad donde la homofobia está muy presente y se acompaña con frecuencia de agresiones.

Tres cuartas partes de los turcos dicen sentir «un malestar» ante los homosexuales, según una reciente encuesta. Paradójicamente, ciertos homosexuales del mundo del espectáculo se vuelven estrellas muy populares, como lo fue el cantante Zeki Nuren, fallecido en 1996.

Algunos modistos homosexuales figuran con regularidad en las primeras páginas de los diarios.

La policí­a turca, severa contra los transexuales que se prostituyen, es acusada de perseguirlos en brutales operaciones de «limpieza» en varios barrios de Estambul.

Según los militantes de derechos humanos, la represión policial ha disminuido en los últimos años, mientras que el movimiento gay y transexual se organiza en el marco de las aspiraciones de Ankara.

«Antes la policí­a era violenta. Ahora se contentan con hacernos un atestado», indica Buse Kilizkaya, presidenta de Pembe Hayat (la vida en rosa), una asociación que milita por los derechos de los transexuales y patrocina la obra «Rosa y gris».

Kilizkaya destacó el proceso que se le sigue actualmente a cuatro personas acusadas de haber atacado a travestis y transexuales en las afueras de Ankara en 2006.

Las cuatro ví­ctimas fueron golpeadas a bastonazos y atacadas con chuchillos por un grupo de jóvenes que habrí­an sido azuzados por las autoridades locales. Sus apartamentos fueron saqueados y finalmente tuvieron que mudarse del barrio.

Senem Doganoglu, una abogada que apoya a la asociación, afirma que las detenciones arbitrarias continúan.

«En un caso preciso, un transexual fue detenido cuando habí­a salido simplemente a comprar el pan», explica la abogada.

También señala que los agentes levantan un atestado a los transexuales por perjuicios al orden público en la mayorí­a de los casos ya que la prostitución no está prohibida en Turquí­a. Las prostitutas deben inscribirse y someterse a controles médicos regulares.

La abogada criticó al Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP, de tendencia islamista), en el poder, «de mantener el clima actual de intolerancia».

El impacto del islam sobre las libertades sexuales resulta no obstante un asunto delicado en la Turquí­a laica, donde contrariamente a otros paí­ses musulmanes, las relaciones homosexuales y las operaciones de cambio de sexo no son ilegales.

La homosexualidad formaba parte del patrimonio del harén otomano.

En la actualidad prima el optimismo. «Somos conscientes de que las cosas no cambiarán de la noche a la mañana, pero hay avances, dice la militante Kilizkaya.