La modestia reemplaza el mandato


Modestia en vez de mandato: la moda vive una era de ruptura que afecta a todas las profesiones del sector, desde la creación a la producción, pasando por las relaciones con los clientes, estima Jean-Jacques Picart, consejero del mundo de la moda desde hace 20 años.


«Estamos en una era de cambio fundamental. Las recetas del éxito de nuestras profesiones, definidas en los años 90 con la llegada de Tom Ford a la casa Gucci, ya no son válidas», explica Picart, consejero del consorcio LVMH y de marcas más accesibles, francesas y extranjeras.

Tom Ford, creador omnipotente de Gucci hasta 2004, lo decidí­a todo, desde el estilo de un vestido hasta la publicidad o incluso la decoración de las boutiques, y afirmaba que el objetivo último de su trabajo era «el dominio del mundo del estilo» y que su suerte era «tener gustos que gustan a la mayorí­a».

Según Jean-Jacques Picart, hoy se privilegia «lo humano más que la máquina», un trabajo que sale de la imaginación, se prefiere lo sentido, lo visceral al producto surgido del equipo de un estilista».

Resumiendo, lo que prevalece, «es menos la moda que lo particular». Se prefiere «lo excepcional, lo diferente, lo ético, en el sentido del respeto del consumidor, al que en el pasado se le dio a menudo gato por liebre».

«Â¿Cómo quieren que la clienta comprenda algo cuando ve en un cartel a la modelo Kate Moss con un bolso Dior en el brazo y, en otro cartel, con un Longchamp? ¿Por qué el bolso Dior, más caro, serí­a mejor?», plantea el experto.

De la misma manera, el modelo de un diseñador estrella de una gran casa perteneciente a un gran grupo de lujo no es el único posible para existir en el mundo de la moda. «Antes, los caminos transversales exteriores a las marcas de lujo eran ví­as sin salida. Desde hace cuatro o cinco años, esos caminos transversales se han convertido en un bello recorrido».

Como ejemplo, el experto cita los casos de los franceses Jérí´me Dreyfus y Stéphane Verdino, dos jóvenes diseñadores que tienen éxito en el sector de los accesorios a precios accesibles, o los de los norteamericanos Derek Lam y Phillip Lim (moda y accesorios).

«Ha llegado la hora de la «modestia gloriosa», que se acompaña con la emergencia de boutiques de barrio en las que se venden colecciones particulares que no necesitan ser caras», agrega.

«Las grandes marcas han empezado a integrar este cambio, con la «pequeña costura» de los artesanos de Chanel, la multiplicación de colecciones entre temporadas, como las de Zara o H & M, que se renuevan cada 15 dí­as», recalca.

En tiempos de globalización, «cuando todo está en todo y por todos lados, la respuesta del consumidor puede ser también inventar su propio consumo, con el retorno de una cierta excentricidad».

«Cuanto más se globaliza la profesión, más aparece el deseo de inspiraciones cercanas», considera Jean-Jacques Picart, que descubrió, entre otros talentos de la moda, a Christian Lacroix (con el que se asoció para crear su casa de moda en el marco de LVMH) o a Hedi Slimane, que revolucionó la vestimenta masculina en la casa Dior y fuera de ella.

Estas tendencias son válidas también para los paí­ses emergentes, China, India, Sudáfrica y, sobre todo, Brasil, «que en el futuro tendrán su propia carta que jugar en el mundo de la moda», considera.

En este periodo de renovación, Europa «tiene todaví­a cosas que decir sobre la vestimenta excepcional de fuerte carga emotiva, que no es simplemente textil».

Y es que, en el clima de gran ansiedad en el que vivimos, «la gente busca más el bienestar que la apariencia», concluye.