A los Cuchumatanes



¡Oh cielo de mi Patria!

¡Oh caros horizontes!

¡Oh azules, altos montes;

oí­dme desde allí­!

La alma mí­a os saluda,

cumbres de la alta sierra,

murallas de esa tierra

donde la luz yo vi!

Del sol desfalleciente

a la última vislumbre

vuestra elevada cumbre

postrer asilo da:

cual débil esperanza

allí­ se desvanece ya

más y más fallece:

y ya por fin se va.

En tanto que la sombra

no embargue el firmamento

hasta el postrer momento

en vos me extasiaré;

que así­ como esta tarde,

de brumas despejados,

tan limpios y azulados

jamás os contemplé.

¡Cuán dulcemente triste

mi mente se extasí­a,

oh cara Patria mí­a,

en tu áspero confí­n!

¡cual cruza el ancho espacio,

ay Dios, que me separa

de aquella tierra cara

de América el jardí­n.

En alas del deseo

por esa lontananza,

mi corazón se lanza

hasta mi pobre hogar.

¡Oh, dulce madre mí­a

con cuanto amor te estrecho

contra el doliente pecho

que destruyó el pesar!

¡Oh, vosotros que al mundo

conmigo habéis venido,

dentro del mismo nido

y por el mismo amor;

y por el mismo

seno nutridos y abrigados,

con los mismos cuidados

arrullos y calor!

¡Amables compañeros,

a quienes la alma infancia

en su risueña estancia

jugando me enlazó

con lazo tal de flores,

que ni por ser tan bello,

quitárnosle del cuello

la suerte consiguió!

Entro en el nido amante

vuelvo al materno abrigo:

¡Oh, cuánto pecho amigo

yo siento palpitar,

en medio el grupo caro,

que en tierno estrecho nudo,

llorar tan solo pudo llorar y más llorar.

¡Oh cielo de mi Patria!

¡Oh caros horizontes!

¡Oh ya dormidos montes

la noche ya os cubrió¡

Adiós,oh mis amigos,

dormid, dormid en calma

que las brumas en la alma

¡ay, ay! las llevo yo.

Juan Diéguez Olaverri (Guatemala, 1813- Guatemala 1866)