El gran retorno de la «reliquia bárbara»


Unos compradores observan la mercaderí­a en una tienda de oro en Hong Kong. Esta materia prima alcanzó de nuevo un récord histórico, rozando los 900 dólares.

El oro, que rozó los 900 dólares la onza hoy, brilla con todas sus luces: el derrumbe del dólar, las incertidumbres geopolí­ticas y económicas y la escalada de los precios del petróleo han creado un cóctel ideal para el rey de los valores refugio.


Al oponerse al retorno del patrón oro al sistema monetario, el economista Keynes calificó al metal amarillo de «reliquia bárbara». Pero esta definición parece hoy alejada de la realidad, ya que el oro atrae como nunca antes a los inversores.

Tras haber pulverizado el 2 de enero un récord histórico que se remontaba al segundo shock petrolero (850 dólares la onza, alcanzado en enero de 1980), las cotizaciones del metal precioso alcanzaron hoy los 898 dólares en Hong Kong y los 897,9 dólares la onza en el London Bullion Exchange.

El año 2008 se inicia con bombos y platillos, tras una cosecha 2007 ya excepcional: en un año, las cotizaciones se dispararon más de 30%.

No faltan razones para alimentar el apetito por la colocación más tradicional.

«Las inversiones en oro son atraí­das por un cierto número de factores que incluyen su estatus de valor refugio, las inquietudes sobre las perspectivas del dólar y los temores sobre la inflación», enumeró Dan Smith, analista del banco Standard Chartered.

Cuanto peor le va al dólar, mejor le va al oro: existe una fuerte correlación inversa entre la cotización del billete verde y la del oro.

En un año, el dólar perdió hasta 14% de su valor en relación al euro y rozó en noviembre los 1,50 dólares por un euro.

Los inversores de fuera de la zona dólar aprovechan la ocasión para llenar su portafolios de oro, una materia prima que se vende en dólares.

A esto se suma el aumento de la incertidumbre, tanto geopolí­tica como económica, que beneficia el valor defensivo del oro.

Una recesión económica en Estados Unidos podrí­a desacelerar al conjunto de la economí­a mundial. Este escenario se fortalece, a juzgar por la lluvia imparable de malas noticias, la última de ellas el alza del desempleo.

Los riesgos geopolí­ticos también subieron tras el asesinato de la ex primera ministra y lí­der opositora de Pakistán Benazir Bhutto el 27 de diciembre.

Tradicional escudo contra la inflación, el oro se beneficia también del alza de los precios del petróleo y de las tensiones inflacionarias que se derivan de ésta. Los precios del petróleo alcanzaron por primera vez los 100 dólares el barril el 2 de enero en Nueva York.

En la Eurozona, la inflación alcanzó un 3,1% interanual en diciembre, su mayor nivel en seis años y medio.

En Estados Unidos, los responsables económicos también están preocupados por un alza de los precios. Los precios subieron un 4,3% interanual en noviembre, su mayor nivel desde junio de 2006, mientras que la inflación de base (excluye precios de la energí­a y de los alimentos) fue de 2,3%, la más alta desde abril.

Las tensiones sobre la oferta fí­sica del metal aceleraron el movimiento alcista.

La producción minera en Sudáfrica se vio muy perturbada en el último trimestre de 2007. Una serie de graves accidentes llevó a los mineros sudafricanos a lanzar una huelga nacional a inicios de diciembre y el gobierno lanzó una investigación sobre las condiciones de seguridad en todas las minas del paí­s.

El 2008 promete ser un año dorado. «Los precios bien podrí­an llegar a los mil dólares la onza durante el año», pronosticó Smith.

«Las inversiones en oro son atraí­das por un cierto número de factores que incluyen su estatus de valor refugio, las inquietudes sobre las perspectivas del dólar y los temores sobre la inflación.»

Dan Smith

analista del banco Standard Chartered