Un estudiante muy pobre, llamado Tseng, trabajaba de día y estudiaba de noche en una ciudad del Norte de China, para así obtener el grado de Mandarín. Se alumbraba por las noches con una lámpara de aceite, con la cual lograba leer, descifrar y aprender de los manuscritos clásicos que le dejaban como tarea sus profesores. Cuando se sentía cansado paseaba a orillas del río Hwang Ho, que significa ?Tristeza de China?, y pensaba en su familia que se encontraba lejos, a quienes él deseaba ayudar. ?Seré muy feliz cuando termine mis estudios, y pueda traer a mis seres queridos, para que estemos juntos de nuevo?, pensaba Tseng. De repente vinieron los malos tiempos, lo cesaron de su sencillo trabajo cuando ya le faltaba poco para obtener el título tan deseado. Trabajaba como asistente del bibliotecario del pueblo, el sueldo era tan reducido que apenas le alcanzaba para sobrevivir. No podría comprar el aceite de su lámpara. No sabía qué hacer. Al otro lado de su humilde habitación vivía un estudiante llamado Yanzi, cuya familia le enviaba lo suficiente para alumbrarse con brillantes bujías de estearina, por lo que podía estudiar sin ningún problema ya entrada la noche. Sin embargo Yanzi le tenía mala voluntad, así como otros compañeros de clase que envidiaban a Tseng por su talento y por obtener siempre el primer lugar en las clases. Tanta fue la desesperación de Tseng que se le vino una idea: horadar con disimulo un agujero en la pared colindante a la habitación del compañero ?pudiente? para que se filtrara un rayo de luz. Colocaba entonces los rollos de papel de arroz, de cierto modo que ante sus ojos podía leerlos y así continuar estudiando. Pero esto duró muy poco, porque el estudiante de al lado se dio cuenta del agujero y lo taponó. ¿Qué hacer ahora?, se preguntaba Tseng. Melancólico y meditabundo se dirigió de nuevo al río Hwang Ho, pensando en la sentencia: ?Has de reaccionar de acuerdo a tu fortaleza o tu debilidad: saca fuerzas cuando estés débil y no flaquees si te sientes fuerte.? De pronto, ya estaba oscuro; no obstante los árboles se veían iluminados como si tuviesen diminutas estrellas en sus hojas: eran enjambres de hermosas luciérnagas que titilaban constantemente. Tseng, asombrado, observó que dentro de ese maravilloso enjambre de luciérnagas que encendían y apagaban sus fluorescencias, sobresalía una por su enorme tamaño y fuerte luz; se acercó cuidadosamente y pensó: ¡qué bueno sería tener a este hermoso cocuyo como lámpara! El coleóptero como adivinando el deseo de Tseng, no se movió de su hoja, por lo que él pudo tomarlo con todo y un pedacito de rama y llevárselo a casa. Cuando llegó a su cuarto, colocó al cocuyo con todo y la ramita en la lámpara extinta: ciertamente era titilante, pero iluminaba lo suficiente para que Tseng pudiera continuar sus estudios. Pensando en el hábitat del prodigioso escarabajo, Tseng fue al campo por más ramas para hacerle un bosquecillo. El compañero Yanzi se preguntaba ?¿cómo puede estudiar Tseng si le cerré el agujero?? Llegó el día de los exámenes y todos los aspirantes presentaron sus trabajos. Yanzi era muy avanzado y arrogante, pero quedó en segundo lugar, y Tseng obtuvo el primer lugar gracias a su perseverancia y humildad. Su título lo dedicó a ?Luz Parpadeante?, el cocuyo que iluminó sus papeles de arroz cada noche. Los profesores le pidieron una explicación ya que normalmente se dedicaba el acto de graduación a los padres. Tseng relató la fabulosa historia. ¿Cómo podía ser eso?, se preguntaba los maestros. Todos deseaban conocer a ?Luz Parpadeante?. Tseng recibió honores de parte del Emperador y logró ayudar a su familia. ¿Y el cocuyo? Sigilosamente retornó al bosque a los pocos días del triunfo de Tseng. Como colofón, deseo que esta antigua leyenda china, sea un ejemplo de perseverancia para el nuevo año 2008.