Las razones que esconde


Edgar Gutiérrez

No le satisfizo mi desempeño en la SAE (2000-02) ni como Canciller (2002-04), dice Juan Francisco Reyes López en su nota «El Gabinete (II)» (La Hora, 19/12/07). Sus crí­ticas son que no ofrecí­ orientación de coyuntura al Gabinete de Gobierno y que en la Cancillerí­a me dediqué «a viajar». Pero las razones que esconde son: 1) No tuvo acceso a los informes de la SAE reservados para un único usuario, el presidente Alfonso Portillo, y 2) Con mi nombramiento en Relaciones Exteriores perdió su calidad de canciller de facto. Su encono resulta de una apuesta de poder auto-impuesta, y sigue colérico porque la perdió: no me sometió ni me pudo anular, fracasó en sus intentos de cortarme la cabeza y, para colmo, le achiqué su jardí­n.

El Presidente tiene un «gabinete de cocina» con funciones de asesorí­a y operación polí­tica, del cual la SAE es parte. Como coordinador de gabinetes sectoriales, Reyes habrí­a accedido a algunos de los productos sensibles de la SAE, pero el presidente Portillo nunca instruyó ese acceso. Y qué bueno, pues el primer informe confidencial que la SAE elaboró para el Gabinete de Seguridad, y que puse en manos de Reyes, ipso facto lo trasladó a terceras personas. Para atajar la previsible manipulación, tuve que entregar y explicar a la prensa ese memorando.

Acepté ir a Cancillerí­a en condiciones de emergencia. El 11 de diciembre de 2002 al aterrizar en Buenos Aires recibí­ una llamada urgente del presidente Portillo: «Hazte cargo, llevamos tres años sin polí­tica exterior.» Siete meses antes habí­a trasladado un reporte al mandatario advirtiendo que Washington iniciaba consultas con sus agencias para descertificar a Guatemala, apelando a nuestro mal desempeño en la lucha anti-narcóticos. Entonces me entrevisté con funcionarios mexicanos que años atrás lidiaron con el mismo problema, y diseñé una estrategia para salir al paso del bochorno, pero el director del Gabinete sectorial ?Paco Reyes- tení­a que tomar la sartén por el mango.

Cuando asumí­ la Cancillerí­a la descertificación era un hecho. Mi prioridad fue revertirla en un plazo récord, y lo logramos. Para el efecto el presidente Portillo me encargó coordinar con una constelación de ministerios, el MP y la Corte Suprema de Justicia. La segunda prioridad fue recuperar la relación con Europa y los resultados se apreciaron pronto. Luego me centré en acciones propositivas. Un enorme desafí­o era sostener la coherencia de principios de polí­tica. Rechazamos la iniciativa regional de enviar tropas a Irak, y nuestras razones las hicimos saber directamente al presidente Bush, quien las entendió perfectamente. No firmé el acuerdo de inmunidad para oficiales estadounidenses eventualmente reclamados en nuestro territorio por crí­menes contra la humanidad en el Tribunal de Roma (Berger aceptó ese arreglo). Lo que no pude recuperar fue la neutralidad con Cuba en el foro NNUU en Ginebra, que en 2000 Reyes aconsejó abandonar. En 2001 el presidente Portillo estaba convencido de volver a una postura de abstención y el propio Reyes me montó un escenario de juicio polí­tico en el Congreso acusándome de agente castrista, pero el cordero a sacrificar ?o sea, yo- salió vivo y coleando.

Sin ánimo de denigrar, habré de publicar mi balance sobre la gestión de Reyes como Vicepresidente. Fue el agente más beligerante ?nunca un oponente leal- que empobreció el concepto de Gabinete plural promovido por el presidente Portillo. Pero también, con su rugoso estilo, dio aportes a la gestión de Gobierno.