Navidad y relevo


Por su cercaní­a al fin de año, a la Navidad también la percibimos como el aviso de ese ciclo que termina. Estos son dí­as en que muchos anhelamos un poco de paz, sobretodo después de un año electoral estresante e infeccioso, ya que apenas empezamos a desintoxicarnos de las campañas negras al mismo tiempo de observar con cierta frustración, la salida de un gobierno inocuo e incompetente. Seguro que no habrá nadie que los extrañe. La reciente retórica electoral muy cercana a la época navideña ha llegado a formar en algunas expectativas y esperanzas que apuntan hacia un horizonte renovado. Son personas en las que el reciente discurso y la nostalgia del ambiente navideño logran incitarlos a la renovación del futuro, aunque en la mayorí­a constituye un sentimiento que sólo logra sobrevivir al primer mes del año cuando se agota el deseo programado de lo nuevo. Cuando se cree que no hay nada nuevo bajo el sol, que todo es repetitivo y que por ende, el mundo sigue igual su marcha.

Guillermo Wilhelm

Este sábado me escapé de mi oficina y decidí­ salir a gastar suela por esas calles de la zona uno, fui renuente a utilizar el carro. Deseaba recordar mis caminatas por ese centro heterogéneo, remembranzas de esos 14 años vividos en la propiedad familiar ubicada frente a la iglesia La Merced. Calles y avenidas donde carteristas, bohemios, compradores y vendedores callejeros se mezclan entre sí­ pareciendo que fueran los mismos de años anteriores. Ahí­ observé de todo, caras que parecí­an irradiar un ambiente festivo pero muchas otras que expresaban tristeza y melancolí­a. Me preguntaba la causa de esos rostros compungidos, la soledad talvez, los problemas económicos o la pérdida de ese familiar que estará ausente a la hora del tamal. Por insistencia de mi hija más tarde tuve que pasar a uno de esos moles ubicados en la periferia de nuestra ya cosmopolita ciudad, donde pude confirmar que la liturgia de la novedad y la esperanza se destaca sobre un fondo de radical desconfianza, sobre todo en los parqueos. Aquí­ ya nadie confí­a en nadie y la frustración por tener que haberse acostumbrado al miedo siempre busca responsables, pues la ilusión por alcanzar un mejor ambiente cayó cuando nuestro gobernante se declaró incapaz de combatir a la violencia. Si que la amoló, pues nos robó la esperanza.

Por cierto al nuevo gobierno ahora le tocará enfrentar su propio desafí­o, pues se trata de romper ese paradigma, esa costumbre de que ideologí­as innovadoras terminaron adoptando posiciones extremadamente conservadoras en cuanto llegaron al poder, porque equivocadamente creyeron que ya no era posible nada nuevo. La Navidad para muchos es sinónimo de fiesta y alegrí­a, y el nuevo año como norma cultural convoca a la sociedad por el futuro, aunque la nuestra pareciera confiar muy poco en él. Esta desconfianza la han sembrado con especial esmero gobiernos como el actual y los anteriores, por eso no se le puede culpar, aunque al entrante como a los otros habrá que darle el beneficio de la duda. Hacer lo contrario serí­a ser injustos. El tiempo lo dirá y en esta tierra lo que más deseamos es que el nuevo gobierno no constituya nuestro futuro en la simple prolongación del pasado, esperamos algo realmente diferente, innovador, que efectivamente nos devuelva la fe y la esperanza. La luz más potente para alumbrar el camino siempre será la humildad, y como dijo Fernando Mollinedo, Feliz Navidad a todos en la medida de las posibilidades.