Prórroga obligada



Definitivamente algo que debiéramos prorrogar durante mucho tiempo debiera ser el espí­ritu que priva en esta época de Navidad, cuando por lo general brota lo mejor de cada quien y se manifiestan en forma más pura y cristalina los sentimientos. Si alguna duda puede tenerse de la importancia del nacimiento del Hijo de Dios y de la conmemoración de la fecha, basta ver el cambio radical que se produce en la mayorí­a de los seres humanos para comprender que algo especial ocurre en estas fechas y que el cambio es para bien.

Cierto es que hay ajetreo y aglomeraciones, pero pese a ello existe en el ánimo de la gente una tolerancia que por lo general no podemos mostrar en el resto del año. Como ocurre con todo en la vida, existen marcadas excepciones y también vemos casos en los que se magnifica la maldad y la perversidad que son más notables cabalmente por el contraste que se puede hacer con la diferente actitud de la mayorí­a. Aquellos que se esmeran en desgraciar las fiestas a los suyos al embrutecerse con el licor son, seguramente, la expresión más fuerte de esa forma de perversidad que aniquila el espí­ritu de fiesta.

Es ésta una celebración especial para los niños y acaso por ello todos tratamos de mostrar el niño que llevamos dentro, lo cual significa en la mayorí­a de los casos esa enorme disposición a mostrar los más puros y sanos sentimientos hacia todos los que nos rodean.

Si pudiéramos extender esos sentimientos en el tiempo, prorrogando el ambiente navideño para que fuera al menos parte de nuestro ser cotidiano con mayores signos de tolerancia y de solidaridad, sin duda que podrí­amos aspirar a la construcción de un mundo totalmente distinto, no digamos de una sociedad diferente que, en nuestro caso, nos parece tan urgente.

Hoy, al desplazarnos por nuestras rutas habituales, vemos a personas con la alegrí­a pintada en el rostro y desaparecen esas caras agrias que, desde muy temprano, son el reflejo de las condiciones que imperan y que hacen que la vida se vuelva una pesada carga para tanta gente que nace, crece y muere sin la posibilidad de alentar ilusiones y esperanzas porque parecen condenados a arrastrar sus necesidades insatisfechas.

Hoy nos sale fácil dar un abrazo, no digamos regalar una sonrisa y a lo mejor ni nos percatamos del significado que ello tiene hasta que también nosotros recibimos esos gestos fraternos de personas con las que nunca tenemos ese tipo de relación. Es, con todo y los problemas que existen, la época del año en la que mostramos lo mejor que podemos brindar y por ello es que creemos que si lo podemos hacer un par de dí­as, por qué no prorrogar la fiesta.