Juro por la memoria de mis antepasados que quisiera equivocarme en lo que respecta a los supuestos compromisos del presidente ílvaro Colom con la empresa mexicana Tomza, y que todos los artículos que he publicado en torno a la instalación de una planta de gas licuado en el área de reserva Punta de Manabique no son más que elucubraciones, al afirmar que el mandatario autorizará ese proyecto para recompensar a la compañía extranjera los favores que ha recibido de sus personeros.
Cuando la tarde del pasado lunes me enteré en La Hora que uno de los aviones que utilizan los ejecutivos de Tomza fue enviado específicamente por esa empresa a la capital de Perú a traer de retorno a su país al gobernante guatemalteco, arribé a dos conclusiones. O es tanto su descaro que ya ni siquiera intenta cubrir las apariencias, o en realidad no ha realizado ninguna negociación oculta con esa compañía para autorizar el controversial proyecto en aquella área ecológica de Izabal, y de ahí que acepta públicamente con agrado que la firma mexicana le facilite sus naves aéreas para que se traslade rápida y cómodamente a sus citas en el extranjero. Como se sabe, el señor ílvaro Colom viajó la semana pasada a la capital de México, en visita de Estado, y seguidamente se trasladó en un avión gubernamental mexicano a Lima, para participar en el acto de toma de posesión del presidente peruano Ollanta Humala. Concluidas las ceremonias oficiales el mandatario retornó a Guatemala, pero la sorpresa fue que, sin andarse con remilgos ni aspavientos, solicitó o aceptó que los empresarios de Tomza le enviaran su jet privado para que pudiera regresar de prisa a sus labores habituales, sin disimular su compostura. Esa actitud me mueve a pensar que a lo mejor no he sido ecuánime en criticar severamente al Gobierno “socialdemócrata†por disponer presuntas componendas con la empresa Tomza, para autorizar el funcionamiento de la planta de gas licuado en Punta de Manabique a cambio de los viajes del Presidente a diferentes países latinoamericanos. Si no fuera así, si el gobernante no ha comprometido parte de la soberanía de Guatemala autorizando la ejecución del proyecto en Izabal, seré el primero en presentar mis cumplidas excusas al presidente Colom. Sin embargo, las evidencias muestran lo contrario. Ya lo he dicho y lo reitero: El Consejo Nacional de íreas Protegidas rechazó dos veces sendos estudios de impacto ambiental (EIA), aunque uno era copia del primero, presentado por Tomza. Tal decisión significaba que el Gobierno no autorizaría el proyecto. Pero tan pronto como el doctor Luis Ferraté renunció a la titularidad del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales, de inmediato fue ascendido al cargo el entonces viceministro Luis Zurita, quien ordenó la destitución del secretario ejecutivo del Conap, el ambientalista Jorge Luis Galindo, de amplia e íntegra trayectoria en su ámbito laboral y profesional, y lo sustituyó por el abogado laboralista Guillermo ílvarez, sin ninguna trayectoria ecologista. El nuevo ministro no tuvo reparos en declarar que “las reservas naturales deberían dejar de verse como santuariosâ€, además de señalar que las resoluciones del Conap no serían tomadas en consideración para la instalación de la planta de gas licuado en Punta de Manabique, contradiciendo su posición anterior, cuando desautorizó el mismo proyecto. Y para no dejar dudas al respecto, el presidente Colom vuelve a viajar en un avión de Tomza. ¿Descaro y desplante? ¿O el gobernante no tiene nada que ocultar y no autorizará la planta industrial en Manabique? (El titular del MARN, doctor Luis Zurita, me ha enviado extensa explicación de sus actuaciones en torno al caso de Tomza en Punta de Manabique y sobre asuntos colaterales. Intentaré resumir su exposición el sábado).