En Guatemala hay niños que mueren sin morir


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El otro dí­a vi un anuncio publicitario en el que aparecen niños con caras felices y maravilladas ante una computadora. El tí­tulo dice: “Cambia la vida de un niño”. Dicen que el producto anunciado da la oportunidad de participar en el mejoramiento de la educación. ¡Qué bueno! Sin embargo, es muy pequeño el número de niños que tienen acceso a la compra del producto ofertado.

Raymond J.Wennier

 


La Constitución Polí­tica de la República de Guatemala, en su Artí­culo 73 dice: “La familia es la fuente de la educación…” La Ley de protección integral de la niñez y adolescencia -Ley PINA- dice: “Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a la protección, cuidado y asistencia necesaria para lograr un adecuado desarrollo fí­sico, mental, social y espiritual. Estos derechos se reconocen desde su concepción”. En su Artí­culo 53 dice: “Todo niño, niña o adolescente tiene el derecho de no ser objeto de cualquier forma de negligencia, discriminación, marginación, explotación, violencia, crueldad y opresión…” La Convención sobre los derechos del niño, en su preámbulo dice: “Reconociendo que en todos los paí­ses del mundo hay niños que viven en condiciones excepcionalmente (énfasis es mí­o) difí­ciles y que estos niños necesitan especial consideración”. ¡Excelente teorí­a! Pero cuando casi la mitad de la población no forma una familia, sino los niños crecen con uno solo de sus padres y en muchos casos son criados por una tí­a, un abuelo o por otro pariente, la teorí­a no funciona. Cuando el hijo de un piloto de bus ve que su padre ha sido asesinado porque “no pagó el impuesto” exigido quienes operan fuera de la ley, este niño muere sin morir. Los niños que son utilizados por sus propios padres o por otros adultos, sentados a la sombra de los árboles, para pedir limosna en los semáforos, o con la carita pintada y haciendo malabarismos para infundir piedad y recibir una limosna en menosprecio a su dignidad y a su derecho de un desarrollo mental emocional, ¿no son muertos sin morir? Los niños que pasan en la calle y a menudo observan los cadáveres que hechos delictivos han dejado en ellos, están poquito a poquito muriendo en su sensibilidad y empatí­a por otras personas. Los niños y los jóvenes que están fí­sicamente en la escuela, pero que están mental y emocionalmente preocupados por su seguridad y no prestan atención en clase, están perdiendo la oportunidad de ejercitar sus mentes en forma más profunda, están también perdiendo conexiones cerebrales y por lo tanto está en descenso el poder aprovechar la oportunidad de una mejor educación. ¿No están ellos muriendo sin morir? Hay niños que “nacen muriendo” por la constante falta de alimento que seguirá  afectándolos el resto de sus vidas. Los niños abusados sexualmente no podrán tener relaciones í­ntimas normales más tarde en su vida y están muriendo emocionalmente, minuto a minuto. Los niños y jóvenes que son mano de obra barata desde temprana edad por necesidad o por explotación de terceros, en el campo o en lugares con trabajos peligrosos, los robados y vendidos para trata, van lentamente muriendo en vida. Las leyes son elaboradas por “académicos” en su escritorio pero la aplicación y cumplimiento de éstas, está a cargo de personas que aparentemente están muy alejadas de la realidad o se hacen los locos para atacar el mal desde su fondo; obvian asumir su responsabilidad de cumplir las disposiciones legales que juraron aplicar. Los niños que no son atendidos a tiempo por los médicos obligados a hacerlo; los niños cuyos padres negligentes no los llevan a tiempo a un centro asistencial, mueren sin morir al continuar una vida carente en todo sentido o mueren fí­sicamente cuando su muerte pudo ser evitada si las obligaciones y responsabilidades de todos los sectores que forman un Estado se cumplieran. La cadena de responsabilidades se inicia en el puesto de la autoridad superior pasando por todas las instancias burocráticas hasta llegar a los que tienen que estar atendiendo directamente a los niños afectados. ¿Qué pasa cuando en estas instancias no cuentan con los insumos necesarios para atender de manera adecuada a estos pacientes? Los niños y los jóvenes que han sido sujetos de secuestro y han sido mantenidos en cautiverio por dí­as, semanas y hasta meses, han muerto sin morir y con ellos sus familiares y amigos que han pasado por la angustia de tanto interrogante que se hace durante el tiempo que desalmados delincuentes amparados en la “letra muerta” de leyes que no se cumplen, son azote a una sociedad que clama al cielo por paz y justicia porque las leyes de los hombres no se lo dan. ¿Qué hay de los huérfanos y la negación a que puedan tener una familia adoptiva, legí­tima, que quiera darles el amor que les falta? ¿Cómo estará conformada la sociedad de aquí­ a 20 años? La mitad de la población actual son niños y jóvenes y un porcentaje apreciable de éstos ha experimentado en carne propia o ha visto en los medios de comunicación, más de uno de los ejemplos anteriores. La atención curativa es urgente y primaria para aquellos que han padecido alguna forma de violencia, pero la más importante es: La preventiva. ¿Será posible atender todas las situaciones al mismo tiempo? Lo dudo. Para eso es necesario plantear  un programa de prioridades, darlo a conocer, mantener informada a la sociedad, pedir la colaboración de todos los sectores como corresponsables en las soluciones. ¿Será posible que los candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia presenten su plan de prioridades antes de las elecciones y  tener un elemento más de juicio antes de decidir por quién votar? Digo que cuando tenemos niños que mueren sin morir, es porque un pedazo de Guatemala muere cuando se muere la potencialidad de un niño a quien la muerte de su padre o de madre le cambió el destino.