No es la primera vez que en esta página se comenta un libro de Verneaux. El presente autor, créame, tuvo sus días de gloria en algunos centros de estudios filosóficos, sus escritos eran citados y prácticamente fue para muchos el libro de iniciación filosófica. Y no obtuvo el título de «clásico» de manera gratuita, en realidad las obras de Verneaux son relativamente fáciles y claras, justo lo que busca un estudiante que se inicia en temas no siempre agradables.
La perspectiva de Verneaux es declaradamente «tomista». El análisis que hace del conocimiento y su respectiva crítica lo hace desde su posición de seguidor de santo Tomás. Aquí no hay trampas ni amagues. El autor tiene la convicción de que la filosofía del aquinatense es la más apropiada para entender el mundo y no caer los desvaríos de otras filosofías que pondrían en peligro quizá el esplendor de la verdad.
Así las cosas el libro podría desde ya perder lectores. Hay una tendencia en los filósofos actuales a ver la filosofía tomista como una especie de fósil inútil que no sirve sino, quizá, como pieza de colección. A mí me parece, que este libro todavía puede tener actualidad porque ayuda a estudiar la epistemología desde una concepción que yo llamaría «clásica», es decir, desde aquella filosofía que estuvo viva durante mucho tiempo y que ayudaría a entender la crítica del conocimiento en la actualidad. O sea, sería éste un libro para formarse una base en el tema.
Esto es de gran valor porque alguien que se inicia en la filosofía puede tener dificultad de encontrar un libro sistemático que ayude a comprender adecuadamente una problemática como esta. Le aseguro que no es fácil dar con buenos libros para iniciarse en la filosofía. Es más, hay textos tan malos que más bien ayudan a reforzar la idea de que la filosofía es para marcianos.
Vamos al libro. Verneaux divide su trabajo en tres partes. A la primera la llama «las corrientes principales de la epistemología». Aquí el autor se entretiene explicando la naturaleza del escepticismo, el empirismo, el racionalismo, el idealismo y el realismo. Sobra decir que este capítulo inicial es importante porque ayuda a comprender las principales corrientes filosóficas respecto al conocimiento. Con una base mínima, puede ser fácilmente superado cualquier problema inicial en los contenidos.
La segunda parte es llamada «las nociones fundamentales de la crítica». Y los subtemas son: el conocimiento, la verdad, la certeza, la evidencia y el error. Este momento también es enriquecedor porque hay una reflexión sobre temas fundamentales de la teoría del conocimiento. ¿A quién no le interesa saber cuál es el problema y la posible solución de la temática de la verdad? ¿Cómo se puede definir? ¿Cuál es el criterio de verdad? Estas son preguntas que todo mortal debería responderse o, al menos, tener una aproximación de respuesta.
Finalmente, el libro cierra con lo que Verneaux llama «las tesis esenciales del realismo». Aquí expone el autor sus propias convicciones y las trampas en las que caen las corrientes que se alejan del tomismo. Puede ser un capítulo menos interesante, pero que ayuda a fundar un cierto criterio respecto al conocimiento.
¿Debe leerse todo el libro como si se tratara de una novela? Hay para todos los gustos. Puede leerlo por capítulos informándose sólo de lo que le interesa, acudir a él ocasionalmente o incluso tomarlo y estudiarlo de principio a fin. El libro da para todo. Incluso es una obra que puede servir para que los estudiantes hagan lecturas complementarias, asumiendo que usted es profesor de filosofía.
Examinemos algunos contenidos. Estudiemos, por ejemplo, la posición de Verneaux respecto a la verdad. ¿Es posible la verdad para el autor? ¿Existe? Evidentemente que sí. La verdad la concibe a la manera clásica: la adecuación del juicio con la realidad. Si lo que digo no se adecua o no está conforme a cómo son las cosas (la realidad), pues lo que digo no sería verdad. Aquí, de tajo, elimina cualquier posibilidad de relativismo o ciertas concepciones de verdad que él califica de «aberrantes».
«La concepción sociológica de la verdad, lanzada por Durkheim es una especie de degradación de la concepción kantiana. Los sociólogos defienden la idea de que la verdad consiste, no en la conformidad del espíritu con lo real, sino en el acuerdo de los espíritus entre sí. En esta perspectiva, se definirá la verdad como una creencia colectiva. Lo que pienso yo solo es subjetivo; lo que piensa toda una sociedad es la verdad».
Esta posición «sociológica» sería una aberración de la verdad, al igual que la postura kantiana y la de los pragmatistas que aseguran que la verdad consiste únicamente en su valor práctico. Así, según estos últimos, «es verdadero lo que favorece la acción, lo que procura una expansión de nuestra personalidad. En una palabra, la verdad se define por el éxito».
Luego de definir la verdad y criticar algunas posiciones inverosímiles, Verneaux expone cuáles son sus características. La verdad es una, indivisible e inmutable. Sobre lo primero afirma que una verdad no puede contradecir otra, o lo que es lo mismo, que dos juicios contradictorios no pueden ser a la vez verdaderos. «Así: todo hombre es mortal, algún hombre no es mortal. La contradicción debe entenderse estrictamente: afirmar y negar a la vez el mismo atributo del mismo sujeto bajo el mismo aspecto. Decir que la verdad es una en este sentido, es simplemente sentar el principio de contradicción».
Igualmente, la verdad es indivisible, o lo que es lo mismo, no existen grados de verdad en un juicio. Por último, la verdad es inmutable, no cambia. Si algo es verdadero, lo será siempre. No puede ser que algo sea verdadero hoy y mañana no lo sea. «Esto no significa, evidentemente, que las cosas no puedan cambiar; y, si cambian, habrá nuevos juicios verdaderos. Significa que la verdad, tomada formalmente, no cambia. Si se trata de acontecimientos contingentes que se desarrollan en el tiempo, un juicio que es verdadero en un momento dado para un acontecimiento determinado, es inmutablemente verdadero referido a este momento para este acontecimiento».
¿Difícil? No tanto. Por ahora quizá, y dado el espacio, las cosas no queden del todo claras, pero una lectura más completa del libro hará lo suyo. El libro puede comprarlo en Librería Loyola.