Victoria Camps: Concepciones de la ética


A menudo, cuando me dispongo a reseñar un libro sobre ética, me pregunto a cuánta gente le interesará el tema. Siento la sospecha que a muy pocos. La ética, como la mayorí­a de disciplinas filosóficas en realidad creo que tienen pocos adeptos. Todaví­a no se ha descubierto el beneficio del pensar y por eso, quizá, la gente es demasiado práctica en su vida personal. Aun con esto, para esos pocos interesados en la filosofí­a a continuación presento este libro que puede engrosar las bibliotecas personales.

Eduardo Blandón

De entrada la sinceridad: no es un libro fácil. Yo mismo que navego habitualmente en estos mares encontré a veces dificultad en avanzar en la lectura. No es que el texto adolezca de claridad o que los autores (porque cada capí­tulo es escrito por un filósofo distinto) sean oscuros, sino que simplemente requiere de cierta iniciación en el tema. Como carezca usted de una base mí­nima, el diablo mismo lo cogerá desde atrás en la lectura de cada una de estas páginas.

¿Usted es, sin embargo, un iniciado en la materia? El libro, entonces, es para usted. La obra tiene varias fortalezas. La primera consiste en la aproximación a varios temas que pueden «aggiornar» ?actualizar- al lector. A continuación algunos de sus capí­tulos: Neoaristotelismos contemporáneos; Kantismo; Axiologí­a y fenomenologí­a; í‰tica y tradición escolástica; í‰tica analí­tica en la actualidad; í‰tica comunicativa; í‰tica y marxismo; í‰tica y psicoanálisis y í‰tica neo-contractualista, entre otros tí­tulos.

Un segundo aspecto que le da valor al libro es la profundidad de su contenido. No estamos frente a un trabajo de la colección «dummies» ni con un texto introductorio de la materia, sino con un libro que trata de ofrecer pistas de reflexión y aporte bibliográfico para profundizaciones futuras. Es esta la razón por la que los autores no se esfuerzan demasiado en explicar cosas que quizá ellos dan por descontado que el lector sabe.

Por lo demás, el libro ha sido escrito por académicos de reconocida trayectoria en el mundo de la filosofí­a. Tal es el caso, por ejemplo de Adela Cortina que escribe el capí­tulo de «í‰tica comunicativa» y Fernando Savater con su capí­tulo sobre el «Vitalismo». El resultado, al final, si se hace una lectura minuciosa y comprensiva (sin demasiada prisa) consiste no sólo en la ampliación del conocimiento, sino en el aporte de herramientas ?ideas- que permiten entender mejor el mundo ético de la postmodernidad.

Para tener una idea más exacta del libro, comencemos por entrenernos con el primer capí­tulo: «Neoaristotelismos contemporáneos», escrito por Carlos Thiebaut. Subrayemos algunas de sus ideas.

El autor indica que el surgimiento de los neoaristotelismos se remonta a los años setenta del siglo pasado. Lo que une a estos filósofos (porque hay al menos dos tendencias) es su posición crí­tica frente a las reconstrucciones racionalistas de la ética (piénsese, por ejemplo, en las ideas de los filósofos neokantianos).

En la lí­nea del neo(paleo)aristotelismo encontramos a un grupo más conservador, representado por algunos pensadores alemanes: Robert Spaemann, Eric Vogelin y Joaquim Ritter. Por el lado de otros autores más flexibles, de origen alemán también, pero en el exilio, están: Hannah Arendt y Leo Strauss. Finalmente, hay un grupo a los que Thiebaut considera con un «perfil más bien desdibujado», tales filósofos son: Charles Taylor, Michael Walzer y Alasdair MacIntyre.

Entre las ideas principales del neoaristotelismo está la de reconocer que el mundo moral es siempre más amplio y complejo de lo que dejan ver los lí­mites de las teorí­as propuestas por las filosofí­as, por ejemplo, kantianas. Kant y sus seguidores, insisten, simplifican demasiado el mundo moral, lo explican con seguridad desde el ámbito de la razón práctica, pero se le escapa el verdadero mundo que es el concreto, el circunstanciado e histórico.

Con tal reconocimiento, el neoaristotelismo presenta tres crí­ticas al kantismo. El primero se refiere a cierta reivindicación de la sensibilidad moral dado que la argumentación racional kantiana no puede dar cuenta de la complejidad del sentido moral, de los sentimientos morales o de los deseos. Es necesario incurrir en una concepción heterónoma de lo moral. En un segundo orden crí­tico, el neoaristotelismo señala las dificultades de aplicación de los principios o normas que se alcanzan en las estrategias racionalistas neokantianas y estrictamente deontológicas a problemas y situaciones morales especí­ficas «dado que tales principios y sus aplicaciones desconocen las particularidades contextuales y valorativas que son relevantes a la hora de definir una cuestión moral». Finalmente, se apunta a que esas teorí­as (las kantianas) pierden de vista los conceptos morales sustantivos que de hecho empleamos, tales como las definiciones morales densas que conllevan implicaciones contextuales y hermenéuticas. «Esas teorí­as intentan reducir a un tipo de ’hiperbienes’, formales y abstractos, la pluralidad de las distinciones cualitativas que de hecho empleamos en nuestro lenguaje moral».

Una vez hecha la crí­tica, el neoaristotelismo intentará dar una respuesta que supere las carencias crí­ticas del kantismo. Hay diversas posturas. «La cuestión parece remitirse a cuál es la manera más adecuada de describir el entramado mismo de nuestra moral y en qué grado están presentes en ella aquellas pretensiones de universalidad que las teorí­as éticas racionalistas modernas reclamaban como requisito imprescindible del punto de vista moral».

Una idea que es fundamental consiste en decir que no cabe pensar lo justo si no es como forma del bien, pero asimismo, éste tiene una irremplazable referencia contextual. Concluyen también que, las formas concretas del bien moral son las que determinan de hecho el punto de vista ético. «Sin estos contrastes (bueno-no bueno) cualitativos no habrí­a lugar para las argumentaciones prácticas, para los juicios de evaluación o para nuestra constitución como sujetos morales».

Los autores indican que las formas particulares de la vida moral concreta serí­an las que determinarí­an las diversas concepciones operantes de lo justo en las diversas esferas en las que aplicamos de hecho esta noción. «Formas del bien, identidad moral y tradición o comunidad de una tradición son tres momentos de esta remisión de la razón práctica a la historia concreta de una comunidad».

MacIntyre dice que se debe reconducir a la búsqueda de un paradigma ético que recupere la noción clásica de virtud y que nos permite comprender en esos términos nuestra pertenencia social. En este sentido, el neoaristotelismos insistirá en que se trata más bien de educar en una noción aceptable de bien y no tanto de convencer racional e imparcialmente y de argumentar a favor de una noción determinada de justicia.

«Todo ello lleva a acentuar la importancia de nociones como las de virtud, formación del carácter o personalidad moral que son, precisamente, cuestiones cuya presencia está creciendo en el panorama anglosajón».

Como queda evidenciado, muchas de estas ideas pueden resultar oscuras de no haber cierta base filosófica. De cualquier forma, pueden leerse los textos y convertirse en materia de discusión en cí­rculos de estudios. El libro puede adquirirse en Librerí­a Loyola.