De esta manera, se conoce a un tipo de teatro que surgió luego de la Segunda Guerra Mundial en Europa, en donde algunos dramaturgos reaccionaron ante el vacío espiritual que quedó tras la destrucción.
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El teatro era, hasta entonces, una forma para evidenciar la realidad, de forma lógica, ordenada y «transparente». En otras palabras, el dramaturgo buscaba que el espectador se viera en un espejo, pero en el que, como la sociedad normal, no pasaba nada extraño.
El teatro del absurdo buscó evidenciar una realidad más cercana a la experiencia humana, sobre todo de la Europa de posguerra. De esa cuenta, los problemas de la comunicación, la desesperanza, lo absurdo de la existencia, se dio cita en las tablas.
Entre los principales dramaturgos del teatro del absurdo están Eugí¨ne Ionesco (1912 – 1994), Samuel Beckett (1906-1989), Jean Genet (1910-1986), Tom Stoppard (1937), Arthur Adamov (1908-1970), Harold Pinter (1930) y Slawomir Mrozek (1930).
Como antecedentes, se toman en cuenta a Alfred Jarry (1873-1907) y a Antonin Artaud (1896-1948). Dentro del absurdo latinoamericano, se pretende incluir en esa categoría algunas obras del cubano Virgilio Piñera (1912-1979) y Jorge Díaz (1930-2007).
Las grandes obras referentes del teatro del absurdo son «La cantante calva» de Ionesco y «Esperando a Godot» de Beckett.
Una calva que se peina
En 1950, Ionesco estrena «La cantante calva», la primera obra del absurdo que se estrena. Según el autor, se inspiro luego de querer aprender inglés con un método que garantizaba rapidez. Sin embargo, era tan confuso, que sólo le provocó risa.
Por ello, «La cantante calva» consiste en escenas que protagonizan dos matrimonios, en donde la incomunicación es la reinante.
En la trama, también participan un bombero y una empleada doméstica, quienes también participan en el juego de la incomunicación. Al final, el sabor que queda para el espectador (además de un gran humor, dado que las situaciones son muy cómicas) es reconocer la terrible soledad en la que se encuentra el ser humano. Somos incapaces de comunicarnos, pero insistimos en querer imponer nuestras versiones a los demás.
El nombre de la obra surgió durante los ensayos de la versión original, en donde el actor que protagonizaría al bombero, se confundió, y en vez de decir «la institutriz rubia», como decía el guión original, dijo «la cantante calva». Como esta confusión encerraba la esencia misma de la obra (querer decir algo, pero decir otra cosa), Ionesco le cambió el nombre, y le agregó un párrafo: cuando el bombero preguntara por la cantante calva, todos, con voz ceremonial dirían: «se está peinando en su camerino».
La esperanza que nunca viene
«Esperando a Godot» es la otra obra paradigmática del absurdo. Consiste en dos hombres Vladimir y Estragon (también llamados Didi y Gogo), se encuentran esperando junto a un árbol. Pasan el tiempo conversando. En un momento, llega Pozzo, otro personaje, y les dice que Godot «no vendrá hoy. Tal vez lo haga mañana».
La obra, en esencia, es eso: una espera inútil. En el segundo acto, se repite la escena: Didi y Gogo discuten, y de nuevo Pozzo les dice que Godot no vendrá.
Muchas interpretaciones se han dado sobre la figura de Godot (que nunca llega). Algunos lo han vinculado con Dios. Sin embargo, Beckett rechazó esta hipótesis.
En realidad, Godot puede representar casi cualquier cosa. A veces, las esperanzas son absurdas, y esperamos algún evento que nunca llega; lo terrible es cuando sabemos que no llegará, y aún así lo esperamos: ése era el sentir de la sociedad europea después de la Guerra.
Citas de Beckett
Uno de los dos ladrones se salvó. Es un porcentaje razonable.
Todos nacemos locos. Algunos continúan así siempre.
No existe pasión más poderosa que la pasión por la pereza.
En la Universidad de Dublín está la crema de Irlanda: ricos y brutos.
Inténtalo de nuevo: fracasa otra vez, fracasa mejor.