En el informe «Guatemala, memoria del silencio», recuerdo bien, que consignan una estrategia del Ejército durante el conflicto armado interno, en donde cargaban con cadáveres y, a través de aviones, los arrojaban en mar adentro.
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Pensé que ése podría ser el inicio de un cuento, y que, parodiando «Pedro Páramo», un campesino ixil abordara un avión, diciendo que estaba en busca de su padre. Sin embargo, desistí, por la certeza de que Juan Rulfo es insuperable.
Recuerdo esto, justamente cuando estamos a pocos días de celebrar el Día de Todos Los Santos, y el Día de los Santos Difuntos, los primeros dos días de noviembre, y que popularmente redundan en el Día de los Muertos, celebrado con visita al cementerio y fiambre el 1 del décimo primer mes.
No es casualidad que las culturas latinoamericanas, en especial México y Centroamérica, celebren tanto el culto a los muertos. De hecho, esta es una de las mayores diferencias entre la cultura occidental con las no occidentales.
La tradición griega, latina y judeo-cristiana, nos enseñan en que, si hay vida después de la muerte, ésta es lejana al mundo terrenal. En cambio, las culturas no occidentales (La India, China, ífrica y Latinoamérica), sienten a los muertos muy cerca, casi palpables, acompañándonos siempre para nuestra protección.
Celebrar la muerte es, en sí, celebrar la vida. Recuerdo un fragmento de una canción de Silvio Rodríguez llamada «Río», donde dice: «Río, y no es un desafío, a la mitad del sueño, es que vivo camino al cementerio». Y es que recordar la muerte, es tener en cuenta de lo efímero de nuestra vida.
Especialmente, hay pueblos que deben rendir un culto muy especial a la muerte, sobre todo en países como Guatemala, que han visto perder a miles de víctimas durante las guerras internas, especialmente en gente inocente.
Nuestra tierra en sagrada, porque ha sido regada con sangre; recordémoslo este Día de Muertos…
Canción para mi muerte
Charly García
Hubo un tiempo que fue hermoso
y fui libre de verdad,
guardaba todos mis sueños
en castillos de cristal.
Poco a poco fui creciendo,
y mis fábulas de amor
se fueron desvaneciendo
como pompas de jabón.
Es larga la carretera
cuando uno mira atrás
vas cruzando las fronteras
sin darte cuenta quizás.
Tomate del pasamanos
porque antes de llegar
se aferraron mil ancianos
pero se fueron igual.
Quisiera saber tu nombre
tu lugar, tu dirección
si te han puesto teléfono,
también tu numeración.
Te suplico que me avises
si me vienes a buscar,
no es porque te tenga miedo,
sólo me quiero arreglar.
Te encontraré una mañana
dentro de mi habitación
y prepararás la cama
para dos.