Que Miguel íngel Asturias fue un gran literato, eso ya nadie lo duda. Sin embargo, si únicamente nos hemos limitado a leer «El señor presidente», nuestra apreciación hacia él es muy limitada.
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De hecho, su valoración como escritor se basa casi exclusivamente como novelista, olvidando que abarcó todos los géneros: poesía, teatro, periodismo, ensayo, locución radiofónica, cine y algunos textos híbridos que no se encasillan dentro de un género.
Uno de los aspectos que más se le ha criticado es su tesis de graduación, ya que se le califica como racista. En una oportunidad anterior, presenté argumentos en contra de esta creencia. (La Hora, 07/0707, página )
Algunos «estudiosos» de Asturias, consideran que su tesis fue un «error de juventud», y que fue hasta su viaje a París en donde supo valorar las culturas indígenas en Guatemala. Considero que Asturias ha sido consecuente consigo mismo y con su obra desde siempre, incluyendo su tesis, por motivos que presentaré a continuación.
En su tesis, Asturias muestra una preocupación hacia los entonces llamados «indios». Es de resaltar el momento histórico en que vivía nuestro Nobel: creció en el pleno auge de los gobiernos liberales, quienes miraban al indio como parte del paisaje mismo y como herramientas para el cultivo de las grandes extensiones de tierras.
Si bien, ciertamente, Asturias utiliza calificativos en su tesis que hoy día, en el siglo XXI, son políticamente incorrectos, en su tiempo no lo eran. Pero, lejos a eso, la idea central de su tesis es redactar un trabajo para ayudar al indio, a mejorar sus condiciones de vida.
En primer lugar, su preocupación es por la presencia de los indígenas sin que nadie si haya hecho algo por ellos.
Esta preocupación no es aislada. Desde los primeros años de las repúblicas americanas, los grandes pensadores latinoamericanos buscaban solución sobre la identidad del continente, y se preguntaban qué hacer con los grandes conglomerados de mestizos e indios que conformaban las naciones; por ejemplo, Simón Bolívar en su «Carta de Jamaica»; Domingo Faustino Sarmiento, en «Facundo»; José Enrique Rodó, en «El Ariel»; José Martí, en «Nuestra América», o José Vasconcelos, en «Raza cósmica».
El eterno problema de Asturias fue reflejar su guatemalidad. Una estancia de niño en Salamá le hizo entrar en contacto con el mundo indígena, lo cual le abrió una gran sensibilidad hacia él.
En su tesis se maneja el concepto de mestizaje como la solución, propuesta que probablemente retomó de Sarmiento y Vasconcelos. Pero, al parecer, su trabajo de graduación no fue lo único que propuso para ello.
El mestizaje, la ladinización, la transculturación (de lo ladino a lo indígena), el ocultamiento de las costumbres culturales, es un tema recurrente en la literatura guatemalteca. El mismo Mario Monteforte Toledo planteó sus hipótesis literarias sobre la asimilación de un indígena en un mundo de ladinos y viceversa, en sus novelas «Entre la piedra y la cruz» y «Donde acaban los caminos». El problema de Monteforte es que logró más bien una novela de tesis, mientras que Asturias no se preocupó nunca de dar una solución al conflicto interétnico (pese a su tesis), sino que a plantearlo de un modo literario (que no logró muy bien Monteforte, a mi parecer).
Lo indígena como disfórico
Una relación indígena-ladino en la obra de Asturias, viene dada porque los elementos indígenas concluyen terminan subyugándose a los elementos ladino-criollos.
Por ejemplo, su célebre novela «Hombres de maíz» relata el levantamiento de Gaspar Ilom y sus hombres en contra de los maiceros. Hay una relación entre los indígenas que desean mantener sus costumbres (los de Ilom), con los indígenas ladinizados (los maiceros, que comercian con el maíz, pese a que es considerado sagrado).
Desde el primer capítulo, Ilom muere; en el resto de la novela, Asturias realiza un riquísimo entre tramado en donde retoma varios aspectos culturales de Guatemala, y los mezcla, sin ninguna «corrección política». Es decir, asume la postura de la interculturalidad, y lo muestra como que si fuese un espejo del país.
Sin embargo, lo indígena siempre cae en lo disfórico, aceptando que el fluir histórico del país siempre ha beneficiado a los mestizos y criollos.
De la misma forma se establece el mecanismo en su poema «Tecum-Umán», del cual también ya me había referido (Suplemento Cultural La Hora, 9 de junio, págs. 4-5), en donde lo indígena, representado por el príncipe «Tecum-Umán», cae en subordinación frente a lo español, representado por el «Gavilán de Extremadura» (Pedro de Alvarado).
Historia total de Guatemala
En la mayoría de textos de Asturias, su idea es la de representar la historia total de Guatemala, más o menos de la siguiente manera: hay un estado inicial, en donde todo es paz y armonía (generalmente, esto correspondería a una etapa precolombina). Luego, hay un agente que provoca caos (la Conquista), y después hay una etapa de confusión, que representa el momento actual, en el cual Asturias no sabría qué pasará o qué está pasando siquiera.
í‰sta es la estructura de «Tecum-Umán», así como de «Marimba tocada por indios», otro de sus poemas. Luego de evocar un pasado glorioso, armonioso, representado por una alegre melodía de marimba, Asturias rompe el poema cuando: «Caen lo refagos. Huyen las mujeres / a tuto o a teta los críos. Plomazos, caballos…». En este punto, por ejemplo, la simbología de las armas de fuego y los equinos remiten inmediatamente a la Conquista. Después, viene el caos en el poema, que culminará dos estrofas después.
Una estructura similar se observa en «í‰mulo Lipolidón», una fantomima (género creado por Asturias, que es un híbrido entre la poesía y el teatro), en donde el personaje central homónimo al texto, es un «Â¡Fertilhombre / por el parto, soy velludo / de la parte, / bigotudo, / colmilludo / patilludo…!», es decir, una descripción poetizada de un español.
í‰mulo Lipolidón busca enamorar a Pimalina Cantabrita, fija del Endomingado Don Cantabro Aspas-Azules. Como ella no le hace caso, í‰mulo le corta la cabeza a la noche, para que amanezca de golpe.
Como en el Pop Wuj, los fenómenos astronómicos son parte vital en Asturias. Casi siempre en su obra, el sol y el día estará identificado con lo ladino o lo español. En cambio, la luna y la noche, con lo indígena.
Tras cortarle la cabeza a la noche, í‰mulo enfrenta un juicio, juzgado por «Siete Mesinos (un Mesino Presidente y seis Mesinos Vocales)». El Mesino Presidente le dice: «no tendremos noche más, y la luz nos hará rubios, luego albinos, hombres blancos… qué desgracia… moriremos despintados sin nuestro color de tierra».
La historia refleja el proceso de la Conquista, en donde lo español trata de poseer lo indígena, y ya que no puede por las buenas, lo consigue por la fuerza. Los indígenas se lamentan de su futuro, y piensan en que se volverán blancos, es decir, sufrirán un proceso de ladinización. El texto concluye en que sobreviene un diluvio y todos mueren ahogados, lo que representa que en los tiempos actuales la relación entre lo indígena y lo español está unida, y que los contratiempos deberán sortearlos juntos.
Una mezcla más perfecta
Hasta ahora, sólo he mencionado textos asturianos en donde lo indígena no llega a tener una connotación eufórica. No recuerdo, por el momento, una obra del Nobel que tenga esa característica. La clave de ello, podría encontrarse en la «Advertencia» que hace el escritor en la edición de 1971 de su tesis: «La situación del indígena guatemalteco no ha mejorado desde entonces, en lo fundamental, bien que el progreso le haya hecho partícipe de algunos de sus beneficios. La inercia del progreso».
Lo disfórico en lo indígena en las obras de Asturias es simplemente su representación de la sociedad guatemalteca, en donde el «indio» vivía (y vive) en las peores condiciones.
Sin embargo, hay unos textos de este autor en donde propone un mestizaje perfecto, en donde la unión de lo indígena y lo ladino (y también de lo urbano y lo rural), logran entremezclarse sin causar daño uno del otro.
En la obra de teatro «Soluna», Mauro (representación de lo indígena y lo rural) vive en el campo con Ninica (representación de lo ladino y lo urbano). Ella se cansa de la vida sencilla y decide irse en el tren a la ciudad, dejando a su esposo.
Porfirión, un personaje que representa el pasado precolombino, hace llegar a Mauro la máscara del Chamá Soluna, que tiene el poder de acelerar el tiempo. Mauro la utiliza, y como resultado, Asturias propone probablemente la mejor escena del teatro guatemalteco.
Al ponerse y quitarse la máscara, las luces del teatro se apagarán y se encenderán. Luego, saldrán decenas de personajes que apoyan al Sol, y una cantidad similar apoyando a la Luna. Es un eclipse, que está siendo visto por el espectador con unas dimensiones apocalípticas, que recuerdan al diluvio de «í‰mulo Lipolidón». Esta confluencia de Sol y Luna, como dije anteriormente, es la representación de lo español y lo indígena, es decir, la Conquista.
Una vez pasada esta escena, Mauro cae rendido y duerme. Al despertar, Ninica está de vuelta, sin saber por qué, ya que ella viajaba en el tren hacia la ciudad, y sin darse cuenta ya habían pasado los días, y regresó para vivir para siempre y feliz con su esposo.
La mezcla que propone Asturias es la siguiente: Sol y Luna (elementos ladinos e indígenas) se funden en un eclipse, Soluna, que representa la Conquista, y que ahora, sin darnos cuenta, estamos condenados a vivir juntos y en armonía.
Preocupación constante
Desde su primer libro, «Leyendas de Guatemala», Asturias quiso crear una obra en donde fundiera lo ladino y lo indígena, y diera cuenta de una cultura nacional eminentemente mestiza.
«Leyendas de Guatemala» incluyó el pasado precolombino y colonial, pero que cuyos aspectos ladino e indígena estaban perfectamente diferenciados.
Según los expertos en Asturias, este autor empezó a pensar en una novela completamente mestiza (e intercultural, nombre que se le daría hoy día), casi desde el inicio de la redacción de «Leyendas de Guatemala».
Finalmente, lo logró crear con «Mulata de Tal», probablemente la mejor novela de Asturias, pero que ha sido poco leída por el lector guatemalteco común.
En esta novela, los mitos y creencias de ambas culturas, se funden hasta lograr realizar un pastiche homogéneo, en donde ya no se diferencia, como en sí ocurre en «Leyendas de Guatemala», lo precolombino de lo colonial.
En conclusión, el deseo de evidenciar una mejora real en todos los habitantes de la sociedad guatemalteca, así como dar cuenta que nuestra cultura es realmente mestiza, intercultural, se ha hecho evidente en Asturias desde su misma tesis, en donde habla de la problemática social y del mestizaje cultural como solución.
í‰ticamente, una ladinización del indígena ya no es correcta hoy día. Sin embargo, ¿acaso no fue estrategia contrainsurgente la ladinización? ¿Acaso la globalización no es pérdida de identidad? ¿Acaso no se quiere enseñar ahora al indígena a hablar, no sólo español, sino que también inglés?
Asturias fue consecuente y lejos de transculturizar elementos europeos en Guatemala, universalizó la cultura guatemalteca. Desde su tesis, hay evidencias de una preocupación por el indígena y su relación con el ladino, y la propuesta de mestizaje entre las dos culturas, lo cual se reflejó en la mayoría de sus libros.
Dicho sea de paso, su tesis no fue una travesura de joven, sino una propuesta seria que lo acompañaría siempre.
Cabe destacar el último párrafo de la «Advertencia» a la publicación de su tesis en 1971: «En todo caso, al publicarse de nuevo mi tesis, quiero subrayar la vigencia de mi protesta de entonces frente a la injusticia con que se trata al indio, actualmente, su total abandono, y la explotación a que es sometido por las clases llamadas pudientes y el capital extranjero». (http://diarioparanoico.blogspot.com)