El presente libro que ahora se presenta de Paul Dosal es una obra que no puede dejar de leerse. Es una interesante introducción a la historia de Guatemala desde la óptica de las élites industriales. Lo que hace el autor es tratar de presentar desde poco después de la Independencia hasta casi nuestros días el desempeño de las clases industriales guatemaltecas. Aquí hay historia de familias, poder, enriquecimiento, uniones lícitas e ilícitas, intereses creados, golpes de Estado, intrigas? Es toda una novela digna del desarrollo histórico de un pueblo.
Vistas así las cosas lo menos que provoca el libro son bostezos. Por el contrario, para un lector bisoño como yo cada página constituye una sorpresa. Y no es para menos porque la historia de nuestra oligarquía, presentada por Dosal, es una zaga que tiene como estímulo principal el dinero y el poder. Y ya está más que visto que éstos provocan el desborde de pasiones y mueve hasta las últimas fibras de la naturaleza humana.
En la medida en que transcurre la narración, si uno le da crédito al autor, no queda sino el despertar de varios sentimientos: admiración por el trabajo incansable en la creación de riqueza contra todo y todos, resentimiento por el egoísmo pertinaz y sempiterno de las clases pudientes, aceptación y reconocimiento de la falta de visión de las clases oligarcas y asombro por la hipocresía con que lucen hasta hoy las familias que cita el libro. Es cierto, el libro aún leído de la manera más cerebral imaginable, no puede sino despertar cualquier tipo de pasiones (también los oligarcas lectores lo experimentarán).
La obra, publicada con los sellos de Fundación Soros y Editorial Piedra Santa, se divide en nueve capítulos: 1. La élite guatemalteca; 2. Las bases de la élite, 1871-1898; 3. Dictadores y élite, 1898-1930; 4. La politización de los industrialistas, 1931-1944; 5. Revolución y reacción, 1944-1954; 6. Modernización y expansión, 1954-1970; 7. Militarización y aislamiento, 1970-1983; 8. Democratización y aislamiento, 1983-1990; 9. El Serranazo y después. Como se puede evidenciar, Dosal presenta la evolución de las élites industriales de forma cronológica, intentando así destacar lo que cada gobierno hizo para su desarrollo o atraso.
Amén del trabajo de interpretación histórica que hace el autor (valiosa para leer una perspectiva de ésta) otra de sus contribuciones está ligada a los cuadros que presenta. Es Interesante, por ejemplo, el primero titulado «La oligarquía en Guatemala». Aquí se exponen los apellidos de las principales familias oligarcas, sus vínculos maritales y sus inversiones en todos los campos. Hay nombres de familia a granel: los Arzú, Novella, Piñol, Sinibaldi, Stahl, Neutze, Kí¶ng, Urruela, Beltranena, Ibargí¼en, Castillo y muchos otros que usted podrá encontrar.
Hay varias características que unidas pueden contribuir a definir a estos grupos, según Dosal. Una de éstas lo constituye su extremada cerrazón o la imposibilidad de entrar a esos grupos si no es por razones extraordinarias que, sin duda, tiene que ver con el capital y con suerte también con la nacionalidad. Otro elemento importante de las oligarquías es también la búsqueda constante de padrinazgos, prebendas, ventajas y protección por parte del Estado para la creación de riqueza. Al final, queda la sensación de que estos grupos medraron, no como dicen ellos por la vía de «la libre competencia», el honor y el juego limpio, sino por triquiñuelas, conspiraciones y hasta por la explotación despiadada de obreros.
¿Pero qué dice concretamente Dosal de todo este rollo? Su visión está compartida de manera más clara en el último capítulo. Es en ese apartado que más se atreve a dar su opinión (probablemente porque se trata de una época que él vivió) y a proponer incluso lo que cree puede «salvar» a Guatemala o por donde deba orientarse.
«Estas élites tienen la posibilidad de transformar el ámbito político del país, el más volátil y violento de América Central. Aunque progresistas, en tanto favorecen el cambio del status quo, no son necesariamente reformistas, puesto que se oponen a la redistribución de la riqueza por medio de la legislación estatal. Buscan terminar con la dictadura militar, la corrupción y la guerra civil para poder llevar a cabo el modelo de desarrollo económico neoliberal basado en la promoción de la exportación de productos no tradicionales hacia Norte América y Europa».
En estos tiempos, dice, la oligarquía está desesperada por obtener el poder y no está dispuesta a cederla por las malas experiencias experimentadas en el pasado. El presunto deseo inició con Serrano Elías y se evidenció por los que lo acompañaron a gobernar (que después continuaron con Ramiro De León Carpio).
«Las élites que se opusieron a Serrano y apoyaron la designación de De León Carpio son parte de una oligarquía privilegiada que no tiene intenciones de redistribuir la riqueza por medio de una reforma agraria y las fuerzas armadas aún actúan como el árbitro de la política nacional (?). La oligarquía, que alguna vez se conformó con participar limitadamente en el gobierno, está ahora decidida a pelearle el poder a los militares y a los partidos políticos».
Paul Dosal critica a la oligarquía guatemalteca por considerarlos cortos de vista, egoístas e incapaces por sacar al país de la pobreza. Con esto, sólo la población unida puede hacer la diferencia y proponer un nuevo camino más próspero y de futuro.
«No han producido una revolución industrial (el área rural guatemalteca no está colmada de chimeneas industriales, como puede observarlo cualquier turista), pero han cambiado de manera fundamental las bases y la estructura del poder (?). Ellos son empresarios, ingenieros, abogados, arquitectos y doctores que viven en amplias mansiones ubicadas en las zonas 14 y 15 de la ciudad de Guatemala, con antenas satelitales como símbolos de su riqueza y modernidad. Una élite bien educada, multilingí¼e, que viaja a Miami y a Houston a comprar vestuario, vehículos y artículos que no están disponibles o son muy costosos en Guatemala. Acostumbran tener cuentas bancarias y casas en Estados Unidos, por si acaso las guerrillas se hicieran con el control de la ciudad».
Como se puede ver, no deja de ser provocativa e interesante la lectura de Dosal. A más de un revolucionario el libro arrancará suspiros y gratificaciones mientras que a otros ?quizá a algún miembro de esas familias- le revolverá el estómago por tanta injusticia de un autor iconoclasta, tendencioso y (de plano) con mucha envidia.