Historias de la pequeña biblioteca. Narrativa de Guatemala.


En una época en que los mortales viven apresurados y sin ningún tiempo para nada, los cuentos breves son un regalo para el cultivo de la inteligencia y el mantenimiento del gusto literario. Es decir, para quien no es capaz de leer largas novelas y la hazaña más grande es entretenerse con un periódico, el cuento breve puede ser el instrumento perfecto de salvación para saber por dónde se orienta el mundo y desarrollar mí­nimamente la estética de lo bello.

Eduardo Blandón

Pero si para el lector, el cuento breve es la fuente en medio del desierto, para el escritor puede representar un desafí­o capaz de producir malestar, sufrimiento y hasta deseos de suicidio no declarado. No es fácil escribir una cosa como ésta. Semejante ejercicio requiere no sólo talento en la expresión, coherencia y unidad, sino también chispa, intuición, sentido del humor y gran capacidad para persuadir al lector. Tantas cualidades no suelen ser propiedad de muchos, algunos escriben bien, pero no tienen sentido del humor, otros son payasos, pero poco inteligentes y, otros, finalmente, no deberí­an escribir nunca o a lo sumo sólo un diario í­ntimo (nunca publicable por el amor de Dios).

El Centro PEN Guatemala recientemente presentó una antologí­a de cuentos breves escritos por autores nacionales cuyo denominador común es el amor por las letras. Entre éstos figuran algunos escritores ya conocidos por sus publicaciones y por la atención de la crí­tica en su momento y otros que son más jóvenes en la incursión de la literatura. Sus nombres son los siguientes: Julio Calvo Drago, Vicente Vásquez, Ví­ctor Muñoz, Max Araujo, Carlos René Garcí­a, Mario Rivero, Dennis Escobar, Luis Ortiz, Franz Galich, Hugo Amador Us y Otto-Raúl González.

Como puede ser evidente, la diversidad de escritores (once en total) proporciona una riqueza singular en el tratamiento de los textos y en la manifestación de la estética literaria. Hay temática de todo tipo y cuentos de toda extensión: breves, breví­simos y poco breves. Hay cuentos de guerra, de niños de la calle, de presagios, de robots y de otras cosas que el lector podrá descubrir en cada lectura. Se puede decir cualquier cosa del libro, menos que sea aburrido ?e cualquier forma es un libro breve para gente apurada?

Cuentos recomendados por mi parte son los escritos por Ví­ctor Muñoz. í‰ste es un autor que ha demostrado desde hace algún tiempo ser poseedor de eso que carecen algunos escritores nacionales: intuición, sentido de la narración, humor, ironí­a y capacidad de conectar con el lector. Es de esos escritores condenados a ser leí­dos aún y cuando la temática se presente como trivial y hable de perros, ovnis, suicidios, curas, putas o monjas. Además, es un narrador que conoce la cultura chapina y sabe cómo explotarla en una historia.

Su cuento titulado «historia verdadera que ilustra una de las causas por las que el paí­s no progresa», provoca hilaridad por la hipótesis que presenta el texto: el paí­s no progresa porque la gente quiere todo fácil. Muñoz llega a esa conclusión al juzgar perezosa a una señora que no se anima ir a comprar una buena botella de miel a Nuevo Progreso. La cosa es tan fácil, dice Muñoz.

«Tiene que salir temprano porque está algo lejos; al salir el bus de aquí­ pasa por Escuintla, luego por Cocales y ahí­ puede aprovechar para comer y tomar algo; le recomiendo unos huevos duros tortillas y salsa ?la cosa más deliciosa del mundo? que ofrecen una señoras que se mantienen vendiendo comida en canastos a la orilla del camino; después sigue hasta llegar a Mazatenango; luego a Retalhuleu y de allí­ a Coatepeque, que es donde le digo que tiene que cambiar de bus; ese nuevo bus pasa por Pajapita y de ahí­ agarra para arriba. Tal como le digo, son pocos kilómetros, pero la carretera está muy mala, peor ahora que estamos en invierno».

Evidentemente, la señora desiste de semejante esfuerzo por una botella de miel y es entonces cuando Muñoz concluye que la gente quiere todo fácil. «La vida requiere de sacrificios (?) y con tales demostraciones de comodonerí­a y pereza, no vamos a llegar a ninguna parte. Jamás».

Otro autor que presenta narraciones interesantes es Julio Calvo Drago. Sus cuentos, además de ser breví­simos, son ocurrentes y expresan esa chispa que suele dejar buen sabor en el paladar del lector. Note, por ejemplo, el primero titulado «De leyes fí­sicas y otros dolores de cabeza».

«En un universo paralelo, a otro Isaac Newton le cayó sobre la cabeza no una manzana, sino un coco. Y en lugar de que él descubriera la Ley de Gravedad, a él le descubrieron una contusión de gravedad».

Igualmente de ingenioso es el micro relato titulado «El insecto que tení­a un optimismo del tamaño de un elefante».

«’¡La vida es una mierda!’, gritaba una mosca embargada por la felicidad».

Dennis Escobar presenta al lector un cuento en el que hace gala de la imbecilidad humana, pero más precisamente de aquellos que forman parte de la alta sociedad. En esta narración pone al descubierto que la ignorancia no es propiedad exclusiva de quienes no han tenido oportunidades en la vida, sino también de los obtusos que Salamanca no pudo arreglar. El cuento es titulado «De la alta sociedad».

«Llegaron al auditorio muy emperifollados. Dejaron sus abrigos y estolas en el lobby. A su ingreso una estela de fragancia inundó el ambiente. Se sentaron en primera fila, muy cerca de la orquesta. Leyeron su programa de mano y respiraron profundo cuando el director abrió el concierto. Ella le susurró: todos son lo máximo, menos uno que toca contrabajo. Cállate ?dijo él- debe ser principiante».

Como es fácil adivinar, no todos los cuentos tiene la misma calidad, hay algunos cerebrales, sin gracia, aburridos y con poca imaginación. Otros demuestran mucha maestrí­a en el arte narrativo y audacia en sus propuestas. En este último nivel se encuentran, claro está, Otto-Raúl González y Franz Galich. No se sienta prejuiciado por mí­, mejor léalos y saque usted sus propias conclusiones.