La Generación del 27 fue un movimiento poético en España, que se reunió en torno al tricentenario de la muerte de Luis de Góngora y Argote (1561-1627). Varios poetas jóvenes españoles desearon reivindicar a este escritor, que había sido puesto en el olvido por parte de los críticos del Neoclasicismo y Romanticismo. Además, las autoridades españolas se habían negado a celebrar este tricentenario.
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La Generación del 27, además, recibió las influencias de las vanguardias europeas, por lo que asumieron estas posturas, especialmente la del surrealismo.
Algunos poetas que formaron este grupo son Federico García Lorca (1898-1936), Luis Cernuda (1902-1963), Rafael Alberti (1902-1999, Premio Cervantes en 1983), Gerardo Diego (1896-1987, Premio Cervantes en 1979), Jorge Guillén (1893-1984, Premio Cervantes en 1976), Dámaso Alonso (1898-1990, Premio Cervantes 1978) y Vicente Aleixandre (1898-1984, Premio Nobel en 1977).
Además de la excelencia poética que alcanzaron los miembros de este grupo, también se caracterizaron porque la mayoría de ellos provenían de las regiones costeras de España, y considerarse parte de las culturas marginales de la península (gallegos, andaluces, gitanos, etc.). Durante la Guerra Civil de 1936, fueron perseguidos, llegando a morir fusilado Federico García Lorca; la persecución prosiguió durante la dictadura de Francisco Franco, por lo que la mayoría de ellos partió al exilio.
A manera de homenaje, se incluyen algunos de los mejores poemas de este grupo.
Son de negros en Cuba
Federico García Lorca
Cuando llegue la luna llena
iré a Santiago de Cuba.
Iré a Santiago.
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmera.
Iré a Santiago.
Cuando la palma quiere ser cigí¼eña.
Iré a Santiago.
Y cuando quiere ser medusa el plátano.
Iré a Santiago.
Con la rubia cabeza de Fonseca.
Iré a Santiago.
Y con el rosa de Romeo y Julieta.
Iré a Santiago.
Mar de papel y plata de monedas.
Iré a Santiago.
¡Oh Cuba, oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.
¡Oh cintura caliente y gota de madera!
Iré a Santiago.
¡Arpa de troncos vivos, caimán, flor de tabaco!
Iré a Santiago.
Siempre dije que yo iría a Santiago
en un coche de agua negra.
Iré a Santiago.
Brisa y alcohol en las ruedas.
Iré a Santiago.
Mi coral en las tinieblas.
Iré a Santiago.
El mar ahogado en la arena.
Iré a Santiago.
Calor blanco, fruta muerta.
Iré a Santiago.
¡Oh bovino frescor de cañavera!
¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!
Iré a Santiago.
(En Poeta en Nueva York, 1929-1930)
No existe el hombre
Rafael Alberti
Sólo la luna sospecha la verdad.
Y es que el hombre no existe.
La luna tantea por los llanos, atraviesa los ríos,
penetra por los bosques.
Modela las aún tibias montañas.
Encuentra el calor de las ciudades erguidas.
Fragua una sombra, mata una oscura esquina,
inunda de fulgurantes rosas
el misterio de las cuevas donde no huele a nada.
(…)
Pero el hombre no existe.
Nunca ha existido, nunca.
Pero el hombre no vive, como no vive el día.
Pero la luna inventa sus metales furiosos.
(En Mundo a solas, 1934-1936)
Cuando murió el poeta
Dámaso Alonso
Cuando murió el poeta se quedaron
tristes todas las cosas pequeñitas
que él cuidaba.
Y el viento casto ?la ventana, abierta?
casi jugando, resbaló en el libro,
volvió una página,
y se partió contigo, Primavera,
temblando de emoción, tibio de verso,
casi con alma.
Cuando murió el poeta, dijo: ?Sólo
quiero dejar…?
Y le cerró los ojos
la mayorcita
de sus hermanas.
(De Antología de nuestro monstruoso mundo)
Querer querer
Gerardo Diego
Para quererte a ti, querer quererte.
Yo te quise querer, y ya te quise.
Cuando escribí «te quiero»,
en la «t» todavía no sabía
si te quería o te querría,
pero al cerrar la «o»
ya me temblaba del estar queriéndote,
?como un árbol de estrellas
que apaga, enciende, apaga el huracán?
mi entero ser, mi ímpetu varón.
Para quererte a ti, querer quererte,
querer que no te quieran.
Aunque te quieran, te quisieran,
te cubrieran de amor hombres y siglos
sin dejarte un resquicio para un beso.
Para quererme a mí, mira el espejo.
La que te mira y te sonríe
ya no eres tú, es mi alma que te crea,
que se viste de ti.
Para quererme a mí, querer quererme
y al escribir «te quiero», dibujarme
con tus ojos cerrados,
con mis ojos abiertos.
(En Canciones a Violante, 1951-1957)