¿Buscaba usted un texto útil y completo para su clase de antropología filosófica? ¿Quería un libro valioso para reflexionar sobre la idea del hombre en la filosofía? Este libro puede ser para usted. José íngel García Cuadrado hace una extensa presentación de los temas habituales de la antropología y los ofrece con un lenguaje amigable, claro y conciso, justo para quienes desean iniciarse en el tema.
El libro contiene los temas clásicos de un libro de tal naturaleza: lo relativo al carácter epistemológico de la disciplina, la voluntad, la afectividad, el pensamiento, el lenguaje, la libertad, las relaciones interpersonales, persona y sexualidad, persona y naturaleza, origen y destino de la persona, entre tantos otros. Es todo un «vade mecum» que puede servir para consulta permanente.
¿Defectos? Para mi gusto la reflexión del autor está demasiado ligada a la filosofía tradicional, muchas citas a los textos de Juan Pablo II y poco acercamiento a una bibliografía actualizada. En el libro hay poca confrontación con los filósofos controversiales y actuales de los últimos tiempos y más parece, por tanto, un libro que presenta «la doctrina segura» en el tema del hombre (a lo santo Tomás y la «sana» escolástica) que un libro que busca e indaga honestamente. Para quienes están ligados al sector tradicional del pensamiento es un libro con el que, sin lugar a dudas, se puede hacer «click» inmediatamente.
Lo anterior, sin embargo, no demerita el trabajo de García Cuadrado quien en todo momento, desde sus propias convicciones, trata de salvar la dignidad de la persona humana y ensalzar el lugar del hombre como amo y señor de la creación. El hombre no es un apéndice de este mundo sino una criatura que dados sus atributos es un absoluto y, por lo tanto, nunca un medio utilizable.
El libro, publicado por Eunsa, critica las doctrinas filosóficas que pretendieron ser salvadoras del hombre (dígase por ejemplo, el individualismo y el colectivismo), pero que, dados los errores conceptuales desde los que partieron, no sirvieron más que para hundirlo. Así, el autor pretende, desde las filosofías ligadas a un cierto personalismo (Mounier, Bubber y Maritain) presentar al hombre desde su justa dimensión.
«En este contexto es necesario reconocer la deuda con el pensamiento clásico y medieval. De forma explícita he querido acudir a la explicación cristiana del hombre porque es en ese ámbito especulativo donde la filosofía occidental ha desarrollado la noción de persona humana alcanzando desarrollos especulativos que no se encuentran presentes en otras tradiciones filosóficas. En efecto, es en la tradición cristiana (retomando elementos de la filosofía clásica) donde se destaca de modo más neto el valor y dignidad del hombre considerado como ’imagen y semejanza de Dios’. Por esta razón me he servido de las principales fuentes filosóficas del pensamiento cristiano tanto medieval (especialmente Tomás de Aquino), como contemporáneo, sin excluir aquellos documentos magisteriales (en particular de Juan Pablo II) de innegable relevancia antropológica».
Cuando se refiere al individualismo, el intelectual cita a Locke, Hobbes y Rousseau como los principales ideólogos de esa corriente e insiste que el error en ellos fue el considerar la sociabilidad como no natural en el ser humano. Así, el hombre no es sino un individuo, aislado y feliz en la soledad, un salvaje solitario que la sociabilidad lo hace malo. Estas ideas tuvieron éxito no sólo en la economía según se puede corroborar con Adam Smith, sino también en lo religioso con Calvino, por ejemplo.
«De esta manera, es fácil advertir las raíces filosóficas del individualismo liberal, según el cual el hombre es básicamente autosuficiente pero vive en sociedad movido únicamente por el interés. La sociedad sería una convención, puesto que el hombre en su estado natural es un ser solitario y autosuficiente».
En el lado opuesto se encuentra el colectivismo, representado por el marxismo y el fascismo, para quienes la realidad del hombre es esencialmente social. En ellos el individuo no es sino una ficción producida por la mente porque el hombre concreto es esencialmente social. Pero aquí el sujeto es reducido a lo social, lo que priva es el interés de la colectividad sobre el individuo, produciendo injusticias cuyas consecuencias se conocieron en el siglo pasado.
«En el fondo de estos dos planteamientos se encuentra presente una actitud antipersonalista: el individuo humano sería un ser del que hay que protegerse. Por eso en su raíz, el totalitarismo es un ’individualismo invertido’. En efecto, ’el rasgo dominante en el totalitarismo se puede describir como la necesidad de protegerse del individuo, a quien se considera el principal enemigo de la sociedad y del bien común’».
El punto intermedio de estos dos extremos lo constituye la filosofía personalista que ve en el ser humano un ser social por naturaleza, pero que también respeta la individualidad del sujeto. Aquí el hombre no está al servicio de la sociedad, sino ésta al servicio del hombre porque la persona es fin y no medio. Una concepción así permite el equilibrio e impide los abusos que puedan ser cometidos contra la dignidad del hombre.
«En el pensamiento contemporáneo el personalismo se presenta como una alternativa al individualismo y al colectivismo, subrayando el valor y dignidad de la persona humana. La solución al problema de las relaciones interpersonales pasa por la necesidad de recuperar los valores positivos que se contienen en uno y otro planteamiento. En primer lugar, es preciso rescatar la centralidad del valor personal de cada individuo humano. í‰sta es la idea inspiradora de la ’filosofía de la persona’ o personalismo (Marcel, Maritain, Mounier, Nédoncelle, etc.)».
Es evidente, desde lo dicho hasta ahora, que el libro pretende dar los fundamentos ontológicos de la persona humana para rescatar a éste de los riesgos de las malas interpretaciones que puedan inducirlo a su sacrificio. ¿Lo logra? ¿Es la mejor filosofía la que se fundamenta desde un pretendido cristianismo o personalismo? Puede ser, pero nadie mejor para ofrecer un juicio que usted mismo. Puede empezar, entonces, a echarle un vistazo a este libro. De repente lo tira desde las primeras líneas de la introducción o, simplemente, se constituye en su libro de cabecera.
Puede adquirirlo en Librería Loyola.