A principios de este año se celebró los 90 años del nacimiento de uno de los novelistas más admirables del siglo XX, el inglés Anthony Burgess (1917-1994).
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Fue un autor muy prolífico, cuyas obras, en su mayoría, han tenido muy buena recepción por parte de la crítica literaria. Sin embargo, es por una novela que es más conocido.
Muy a pesar suyo, esta novela no se conoció tanto por su publicación, sino por la adaptación al cine por parte del estadounidense Stanley Kubrick. Hago referencia, pues, a La naranja mecánica (publicada en 1962 y presentada para el cine en 1972).
Para la edición de 1986, Burgess escribe en el prólogo: «Rachmaninoff solía lamentarse de que se le conociera principalmente por un Preludio en Do menor sostenido que compuso en la adolescencia, mientras que sus obras de madurez no entraban nunca en los programas. Tendré que seguir viviendo con La naranja mecánica, y eso significa que me liga a ella un cierto deber de autor», lamentando, con ello, que esta novela se haya hecho tan famosa.
La naranja mecánica, tanto la de Kubrick como la de Burgess, es la historia de un joven amante de la ultraviolencia. Junto con su banda, se dedican a hacer el mal; sin embargo, es traicionado por sus amigos, y lo conducen preso. Ahí, opta por someterse a un plan piloto para «regenerar» a los delincuentes, para poder salir antes de tiempo.
Este plan consiste en mostrarle imágenes de ultraviolencia, con fondo de música de Beethoven, hasta crearle el asco, e imposibilitarle su voluntad para hacer el mal. En el momento de hacerle la prueba, el experimento había sido exitoso, por lo que lo dejaron libre.
Ya en la calle, se encuentra con la gente a la que le hizo el mal anteriormente, por lo que éstos se vengan, incluso hasta quedar en la cama de un hospital. La película concluye en que el joven «se regenera» y vuelve a adquirir su voluntad, y decide seguir haciendo el mal.
El libro y la película mostraron la historia de uno de las ideas fundamentales del siglo XX: «el ser humano es libre de hacer lo que sea».
Pese a que el protagonista prefiere la ultraviolencia, un sacerdote católico alza la voz en la novela, ya que es una aberración que una persona no tenga voluntad, aunque ésta sirva para hacer el mal.
La voluntad es fundamental para el ser humano. La idea básica de Burgess es: «Se prefiere a un hombre libre que haga el mal, a un hombre sin voluntad que no haga nada».
La novela, pero sobre todo la película, despertaron muchas discusiones de tipo filosófico, especialmente en t orno al tema de los derechos humanos, de lo cual, al parecer, la discusión no ha tenido un final.
El título
«No creo tener que recordar a los lectores el significado del título. Las naranjas mecánicas no existen, excepto en el habla de los viejos londinenses. La imagen era extraña, siempre aplicada a cosas extrañas. «Ser más raro que una naranja mecánica» quiere decir que se es extraño hasta el límite de lo extraño. En sus orígenes «raro» [queer] no denotaba homosexualidad, aunque «raro» era también el nombre que se daba a un miembro de la fraternidad invertida. Los europeos que tradujeron el título como Arancia a Orologeria u Orange Mecanique no alcanzaban a comprender su resonancia cockney y alguno pensó que se refería a una granada de mano, una piña explosiva más barata. Yo la uso para referirme a la aplicación de una moralidad mecánica, a un organismo vivo que rebosa de jugo y dulzura».
Anthony Burgess
Diferencias
Entre la película de Stanley Kubrick, y el libro de Anthony Burgess existe una diferencia fundamental. Según el novelista, en Estados Unidos y, por tanto la versión en la que se basó Kubrick, sólo tenía 20 capítulos, mientras él había escrito 21.
El capítulo 20 termina en que el protagonista recupera su capacidad de hacer el mal. Mientras tanto, el capítulo 21, decide no hacer uso de ese libre albedrío para continuar practicando la ultraviolencia, así que decide tener una vida productiva.
A este respecto, Burgess comentó: «Mi libro era kennediano (de Kenndy) y aceptaba la noción de progreso moral. Lo que en realidad se quería (el editor estadounidense) era un libro nixoniano (de Richard Nixon) sin un hilo de optimismo. Dejemos que la maldad se pavonee en la página y hasta la última línea y se ría de todas las creencias heredadas, judía, cristiana, musulmana o cualquier otra, y de que los humanos pueden llegar a ser mejores. Un libro así sería sensacional, y lo es».