Una de las ventajas de los «Breviarios» del Fondo de Cultura Económica es que, dada la naturaleza del libro: de tamaño pequeño, pocas páginas y habitualmente escrito para el gran público, permite un acercamiento aceptable al pensamiento de los autores o a las temáticas que la editorial propone en sus estanterías. Un libro así puede ser la salvación para iniciarse en un estudio al que posteriormente se quiera profundizar o, simplemente, servir para no pasar por ignorantes en algún tema importante del mundo del saber.
Este libro de Catherine Clément tiene la virtud de ser una publicación reciente, 2002, editado en Argentina y traducido al español apenas en el 2003. Esta cualidad, unida a que la autora conoció personalmente a Lévi-Strauss, ofrece un escrito fresco, humano y casi convincente. El propósito del libro consiste, aunque no se diga, en iniciar al lector en el conocimiento del filósofo nacido en Bruselas en 1908, pero radicado muy pronto en París, para hacer brillar sus intuiciones y el carácter presente de sus reflexiones.
¿Lo logra la escritora? Tengo mis reservas. Me parece que no es un texto escrito para quien desea, desde la ignorancia absoluta, conocer el pensamiento del también etnólogo y autor de los famosos cuatro volúmenes llamados «Mitologías» (Lo crudo y lo cocido, De la miel a las cenizas, El origen de los modales de mesa y El hombre desnudo). El libro creo da por descontado que el lector tiene al menos algún grado de conocimiento del filósofo.
La obra es interesante porque muestra muchas de las intuiciones del pensador, pero adolece de un orden progresivo que muestre y que sobre todo explique esos hallazgos. Así, el lector puede encontrar ideas valiosas, pero no desarrolladas, explicadas o sistematizadas para ayudar al que se inicia en la comprensión de la obra total. Esto defrauda porque al final queda la sensación de dispersión de ideas y, por lo tanto, la falta de un conocimiento más estructurado de uno de los principales representantes del estructuralismo.
En otras palabras, si lo que quiere usted es iniciarse en Lévi-Strauss, es mejor que consulte un texto clásico de «historia de la filosofía», algo así como el escrito por Giovanni Reale y Dario Antiseri, y luego se entretenga con Catherine Clément. Los libros de historia de la filosofía tienen la cualidad de presentar de manera sistemática, clara y breve, las ideas fundamentales de los filósofos que se estudian.
«Â¿Qué es lo que yo sé sobre Claude Lévi-Strauss»? Esta es la pregunta que inaugura el libro y que, a manera de presentación, Clément explica en sus primeras páginas. Insiste en el valor del pensamiento del filósofo estructuralista y en la dicha que constituyó haber conocido al pensador.
«En 1962, cuando lo conocí, a los 53 años ya era el más grande antropólogo de su tiempo, fundador de la teoría estructuralista francesa con Georges Dumézil y í‰mile Benveniste. Yo tenía 22 años», afirma Clément.
La escritora declara que la formación de Lévi-Strauss fue filosófica (obtuvo el doctorado en 1931 a los 23 años), pero que se convirtió en etnólogo a partir de sus trabajos realizados en Brasil. Organizó varias expediciones difíciles en el Mato Grosso y en la Amazonia, estudió a los indios caduceo, bororo, nambikuará y Tupí-kauahib, «y volvió a Francia cargado con una tesis que la Segunda Guerra Mundial paró en seco».
Según Clément fue «Las estructuras elementales del parentesco» su gran obra, la que lo sacó del anonimato. «Fundadas en la intuición de que determinadas estructuras inconscientes rigen hasta el menor detalle el funcionamiento de las sociedades, el pensamiento de Lévi-Strauss se desplegó luego en toda su amplitud explorando la magia, la religión, las formas artísticas, las formas clasificatorias y, por último, los mitos, que son su aporte para la expresión de la emoción colectiva».
Lévi-Strauss emplea en sus investigaciones el modelo de la lingí¼ística y así consigue poner de manifiesto relaciones y estructuras constantes, por debajo de la diversidad y de la distinta complejidad de los sistemas de parentesco. En esto consiste el famoso «estructuralismo»: hay algo por debajo del aparente desorden encontrado, por debajo de la individualidad, que revelan cierta estructura y dependencia del sujeto con respecto a los otros.
En otro orden de ideas, ¿qué hay que hacer para conocer en general la obra de Lévi-Strauss? Eso es sencillo, responde Clément, sólo hay que leer «Tristes trópicos» y ya está, es aquí en donde esta el germen de todo lo dicho por el filósofo. Aunque él, dice la escritora, cuando escuchaba los elogios del libro decía que estaba convencido de haberlo escrito demasiado a prisa, por encima y sin reflexionar.
«Si bien es cierto que, en ’Tristes trópicos’, no siempre son controladas y surgen como un torrente demasiado tiempo contenido, este texto exaltado contiene en germen la casi totalidad de la obra de Lévi-Strauss».
Buena parte del fundamento de la obra de Lévi-Strauss debe buscarse en Freud y Marx, revela Clément, aunque no debe tomarse la afirmación con mucho rigor. Si bien es cierto que toma intuiciones de esos dos intelectuales, el filósofo construye una obra propia e independiente de ellos.
«Freud y Marx sirvieron de puntos de referencia al joven etnólogo en busca de un modelo de ’geología humana’: el inconsciente, por un lado, las infraestructuras, por el otro, son en efecto el equivalente de las capas geológicas que sostienen en cualquier paisaje. Sin embargo, ni Marx ni Freud, para Lévi-Strauss, representan el papel de modelos».
Así, Lévi-Strauss se separa de estos dos genios al considerar por ejemplo que Marx construye modelos sociales, pero en laboratorio, antes de ser enfrentados con lo real e interpretados. Mientras que a Freud le critica haber sido el inventor de una técnica: el psicoanálisis. Asimismo, por haber utilizado «el modelo de la falla arqueológica en su concepción del inconsciente».
Si le parece interesante este libro o cualquier otro del ámbito de la filosofía, puede adquirirlo en el Fondo de Cultura Económica.