Padre (1)


Cuando (2) era feliz e indocumentado (3), no me importaba quedarme (4) hasta muy tarde caracoleando (5) con mis amigos por ahí­, ya sea bebiendo o simplemente platicando; luego, si nadie me querí­a llevar a mi casa, tomaba camino yo solo (6), y no me importaba la inseguridad (7), ya que no tení­a nada que pudieran robarme, y me sentí­a muy seguro si tení­a cigarrillos (8) para ir fumando en todo el camino; esta situación se revertirí­a, obviamente (9), si no tení­a los mencionados cigarrillos (10), ya que sin ellos me sentí­a inseguro. Pero varias veces tuve que hacerlo, y me consolaba la idea de que los ladrones estaban ya durmiendo (11). Luego, al regresar, para evitar el regaño de mi padre (12), simplemente me poní­a a llorar (13), diciéndole lo peligroso que estaba la calle para mí­, pero que tuve que hacerlo, ya que los amigos con los que andaba no me querí­an regresar (14).

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

(1) Este pequeño relato apareció por primera vez en la edición de la revista Milenio 3!, número 5 de 3012. Sin embargo, en esa ocasión aparecí­a sin las constantes anotaciones al margen que acá se inscriben, ya que, en esa ocasión, el autor simplemente gozó del favor del editor de la sección cultural de esa revista, el cual era amigo de su padre, pero en posteriores ediciones, se le sugirió que el ’cuento’ tuviera más detalles, ya que gozaba de muchos vací­os en el contenido. En dicha ocasión, el ’cuento’ no contaba con tí­tulo, y, ciertamente, continuó sin tí­tulo en las posteriores ediciones. El tí­tulo que acá se inscribe es una sugerencia. (Nota del autor, por sugerencia del editor)

(2) Según las reglas de la buena lectura, las notas al pie de página únicamente deben ser leí­das una vez terminado de leer el texto principal, ya que éste es el que da el sentido, y las notas de pie de página sólo darán un complemento de lo leí­do. Para mayor información, consulte bibliografí­a especializada (cito, para no enumerar la gran cantidad de obras que existen al respecto, la que, a mi parecer, es la mejor, Cómo leer y para qué. Una aproximación al texto, desde el punto de vista del lector, el crí­tico y el poeta, del afamado filólogo Western Calypso). Así­ que, regrese al texto principal, y léalo completo. (¡Qué vergí¼enza! Con dos palabras del texto principal, y usted ya leyó dos pies de página)

(3) Obviamente (9), ésta es una de las llamadas ’intertextualidades’ que yo quise hacer, ya que me recordaba que mi padre se habí­a entusiasmado tanto con las primeras páginas de Cien años de soledad, que, rápidamente, compró este otro libro de cuentos de Gabriel Garcí­a Márquez para ser leí­do posteriormente. Sin embargo, el tiempo pasaba y no terminaba de leer el primero, a lo que yo bromeaba con que el libro se llamaba así­, pero no necesariamente debí­a leer en «cien años». Coincidentemente, del libro de 302 páginas, sólo leyó 241 cuando murió a los 80 años.

(4) Existe redundancia lingí¼í­stica en esta frase, ya que se repite dos veces la partí­cula reflexiva «me», al decirse «no me importaba quedarme» (subrayado nuestro); sin embargo, pese a la incorrección, pareció ser lo más indicado, ya que el texto está lleno de una vitalidad inquebrantable, por lo que el criterio de traducción debió ser el de imprimirle el mayor grado de habla coloquial posible, para que el lector, sobre todo el de otras lenguas, pueda degustar la exquisitez vital con la que el autor imprimió el texto. Debe entenderse esto, en primer lugar, si se observa que la historia se refiere a una historia de juventud, como una de las tantas pelí­culas de James Dean, por lo que debe considerarse una traducción del «caló» del contexto del autor. (Nota del traductor)

(5) Caracolear significa beber licor mientras se platica con los compañeros. Este término debe considerarse incorrecto, ya que ahora es parte de la jerga juvenil, pero en el momento de ser escrito el cuento, ni siquiera podrí­a considerarse un término aproximado a lo que actualmente quiere decir. Al traducirlo correctamente, deberí­a redundar así­: «no me importaba quedarme hasta muy tarde (bebiendo licor mientras platicaba con mis compañeros) con mis amigos por ahí­, ya sea bebiendo o simplemente platicando». (Nota del traductor)

(6) í‰ste es uno de los principales puntos a los cuales quisiera hacer referencia. En primer lugar, nótese (aunque talvez no tanto, ya que el editor no lo vio la primera vez, y por eso me pidió que le agregara notas marginales) la «terrible» soledad en la que me encontraba en ese momento. Eso es, simplemente. No se tome en cuenta más. Lo importante en la literatura es el tema y, una vez encontrado éste (en este caso, el tema central es la soledad), no hace falta darle más vueltas. Por un lado, está la soledad con la que yo me sentí­a hacia con mi padre, a quien le tení­a que mentir para que no me regañara. Sin embargo, preferí­a eso para poder ir con mis amigos, ya que ellos sí­ comprendí­an mi «terrible» soledad que viví­a con mi padre. Por otro lado, también me sentí­a solo con respecto a mis amigos, pero hablar de esto serí­a muy extenso. En primer lugar, digo que no me querí­an ir a dejar temprano a mi casa, pero, la verdad era que, cuando ellos ofrecí­an llevarme a mi casa, yo querí­a seguir «caracoleando» (5) y, cuando por fin decidí­a regresarme, ya no estaban mis amigos para llevarme. (Nota del autor)

(7) Inseguridad: según se puede rastrear en varios trabajos académicos realizados por la época, en la ciudad de Guatemala, lugar donde presuntamente se desarrolla la historia, suposición a la que se llega por los regionalismos utilizados en la narración (caracoleando (5), cigarrillos (8), obviamente (9)), existí­a una violencia sin lí­mites, muriendo diariamente entre 20 y 25 hombres de forma violenta, y entre diez y quince mujeres, incluyendo adolescentes, cada dí­a, también asesinadas, violadas y torturadas. El hecho de que el autor indique que no le importaba la violencia, representa sólo un rasgo esencial de su literatura, que es la descontextualización social que viví­a la Nueva Guatemala de la Asunción, hecho que se formó a consecuencia de la negación de la realidad social, especialmente de los jóvenes, luego de los largos perí­odos de dictaduras y guerras civiles en la región. En muchas ocasiones, el móvil de los asesinatos, según referí­an las autoridades de seguridad, era el asalto. Sin embargo, el 89% de las veces se comprobaba, por medio de los paramédicos que llegaban a socorrer a la ví­ctima, que el occiso cargaba aún sus pertenencias, inclusive, el 54% de las veces, con sumas grandes de dinero, por lo que no deberí­a ser posible la hipótesis de un robo. Para el caso del cuento, éste es polí­ticamente incorrecto, ya que el no contar con pertenencias las cuales podrí­an motivar un asalto, no era razón para no tener miedo. (Nota del editor)

(8) Tal y como se me pidió por parte del editor, me gustarí­a aumentar este punto de la historia, ya que considero importante que el lector sepa bien a qué me refiero yo con fumar. Según el diccionario Wilhelm de la lengua, fumar significa: «Aspiración continuada de alguna sustancia, la cual debe ser de origen vegetal, seca, cortada en pequeños retazos, y, generalmente envuelta en un cilindro circular (aunque en algunas islas del Caribe, el cilindro era de forma ovoide, por lo que los llamaban «ovalados»). Luego de ser aspirada la sustancia, se expulsa el humo, el cual habrí­a recorrido por el aparato respiratorio, inclusive los pulmones.» En este sentido, me quiero referir que yo, en realidad, no fumaba, ya que no me tragaba el humo, sino que únicamente lo mantení­a dentro de la boca por un tiempo prudencial, y luego lo tiraba, para que se creyese que lo habí­a hecho llegar hasta los pulmones. Sólo para complementar, a solicitud del editor, mis cigarrillos favoritos eran los de tabaco rubio, y, si tení­a dinero, unos cigarrillos españoles llamados Ducados mentolados.

(9) Pues, como decí­a mi padre, si es obvio, no deberí­a decirse «obviamente», lo cual indica que esto, en realidad, no es tan obvio como yo suponí­a. Yo habí­a escrito esta palabra, con la única intención de recordar lo que me habí­a dicho mi padre en esa ocasión, lo cual me lo habí­a sugerido a golpes, ya que él consideraba que así­ aprendí­a más fácil, pero esta sutileza no fue captada por el editor, quien me sugirió que aclara esta palabra.

(10) Véase nota al pie de página número (8).

(11) Una de las fórmulas que yo tení­a para despertarme, era recordarme lo sucedido una vez. Yo estaba profundamente dormido, como todas las mañanas, y era hora de levantarme. Yo no tení­a costumbre de levantarme temprano, por lo que pedí­a a mi padre que me despertara, y que no le importara con qué medios lo hiciera. Probó despertarme moviéndome, quitándome la sábana, haciendo ruido, encendiéndome la luz, echándome agua? Un dí­a, mi padre llegó y me dijo: «Â¿Sabés cuál es el cuento más corto del mundo?» ?No, le respondí­, a lo cual me dijo: «Cuando despertó, el dinosaurio todaví­a estaba ahí­»; desde entonces, no he podido dormir tranquilo. (No sé por qué el editor me pidió que aclarara esto.)

(12) Léase el cuento llamado Padre del mismo autor, para enriquecer más este término.

(14) Me rindo?, ya no más notas.

Leí­ hasta acá, según diagramador Marvin. Gracias, ng.

Siete efectos para personas altamente habituales

Debido al éxito de nuestro best-seller «Los siete hábitos para personas altamente efectivas», presentamos la segunda parte y final de ese libro. Para leerlo le podemos aconsejar que no se desespere al empezar. Ya sabemos que si usted compró este libro es porque es completamente habitual y predecible, es decir, que a la primera palabra que no le guste o no la entienda, usted lo dejará de leer. Termine su lectura hasta el séptimo y último efecto y así­ podrá ser usted completamente habitual.

El Editor

1. Efecto número uno. No sea tan habitual. Si compró el libro es porque usted necesita ayuda que no puede darse usted mismo. Primer consejo, no espere nada.

2. Efecto número dos. Levántese temprano de lunes a viernes, desayune y vaya a trabajar. Diga que sí­ a todo lo que digan sus jefes. No haga horas extras, a menos que se lo pidan o quiera ahorrar para un carro nuevo. Llegue a su casa, cene poco y acuéstese temprano; esto le ayudará a levantarse temprano mañana, desayunar e ir a trabajar, hacerle caso a sus jefes y etcétera, etcétera. Eso sí­, el viernes por la noche, salga a tragar licor como cerdo, para regresar el domingo a quitarse la resaca y dormir todo el dí­a. Esto le ayudará para que el lunes se levante temprano, desayune, vaya a trabajar, diga sí­ a todo lo que digan sus jefes?

3. Efecto número tres. Báñese todos los dí­as, para no molestar a nadie con su olor. Pero el domingo, no lo haga. Por lo menos un dí­a a la semana huela como usted mismo.

4. Efecto número cuatro. No lea periódicos, ni mire noticieros. Todo lo importante usted ya lo sabe. ¡Usted es el protagonista de las noticias! Lo que no es importante, se lo van a hacer creer que sí­ lo es, y estará preocupado por el siguiente paro de buses o por el encarcelamiento de Paris Hilton.

5. Efecto número cinco. Siga fiel a su estilo, sea efectivo y lea a los habituales: Cortázar, Dilthey, Joyce, Cervantes, Gracilazo, Kafka, Kant, etcétera.

6. Efecto número seis. Resérvese el derecho de pensar todo el dí­a. La mejor hora para hacerlo es a las tres de la mañana; de preferencia en estado de ebriedad.

7. Efecto número siete. No escuche ni lea consejos; le hacen daño. Usted ya es todo lo que ha soñado ser, nadie puede decirle cómo lograrlo.