Luis de Lión, el Tarzán guatemalteco


Portada de la revista Tarzán, escrita por el creador de este personaje: el novelista estadounidense Edgar Rice Burroughs.

El escritor guatemalteco Luis de Lión (1940-1984), cuyo nombre verdadero fue José Luis de León Dí­az, acaba de cumplir un nuevo aniversario (15 de mayo) de haber desaparecido forzosamente, sin que hasta la fecha se sepa dónde está su cuerpo, ya que se reconoce que debió de haber sido asesinado durante el conflicto armado por el Estado.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Como forma de homenaje, recordamos su cuento «Tarzán de los monos» que fuera incluido en su libro Las puertas del cielo y otras puertas. En el cuento, De Lión hace la diferencia entre el Tarzán del cine y él, «el verdadero Tarzán». El recurso que utiliza el autor es de comparar la cultura indí­gena con la cultura occidental o hegemónica. En resumen, el cuento relata la «indignación» del verdadero Tarzán (el indí­gena) al conocer sobre la muerte de un actor que personificó en el cine a Tarzán. A continuación, fragmentos del cuento.

Tarzán de los monos

Ahora ?22/1/84? que ha muerto en Acapulco Johny Weissmuller, el Tarzán del cine, debo decir públicamente la verdad: yo soy el verdadero Tarzán de los monos.

Y Jane es Angelina Chonay y Boy no es un muchacho, sino Dora, una muchacha. (…)

En lo que sí­ puedo decir que el Tarzán del cine se parecí­a a mí­ era en lo descalzo. En el cuerpo no. No hace mucho he visto una fotografí­a mí­a de ese tiempo, una que me tomaron cuando conocí­ el puerto, y me he dado cuenta de que, a pesar de los leones, tigres y antí­lopes que comí­a los domingos, estaba tan desnutrido que se me podí­an contar las costillas.

Francamente, ser Tarzán no era muy bonito. Alegre era el domingo, pero el dí­a lunes, este servidor de ustedes, Tarzán de los monos, tení­a que abandonar su carcaj, su arco y sus flechas y agarrar su azadón y su machete e ir a trabajar a su minifundio, luego regresar al mediodí­a, cargado de leña y sin wasiris que me ayudaran y de ahí­ agarrar para la Antigua, a la escuela, a pie y no en los lomos de Tantor, mi elefante y regresar ya casi de noche.

Mi Chita era un chucho, un perro seco que siempre andaba conmigo y que también me serví­a de Numa, pues si el enemigo se me acercaba, él le enseñaba los dientes y se le iba para encima como un león verdadero.