El multifacético José Martí­


El escritor guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003) escribió en su libro Viaje al centro de la fábula: «El escritor es un artista, no un reformador. Los Versos sencillos de Martí­ son la obra de un escritor. Cuando Martí­ quiso actuar como polí­tico agarró un fusil, atravesó el Caribe, se montó en un caballo y murió bellamente en el primer combate. Siempre supo qué cosa estaba haciendo».

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Recordar a José Martí­ no consiste en pensar en un poeta, ya sea romántico o modernista. Hay que traer a la memoria que este cubano representa para todo el continente más que un simple escritor.

También, debe revisarse su vida a través del movimiento polí­tico que logró la independencia cubana; a través del sueño bolivariano del panamericanismo. Hay que recordarlo como un gran pedagogo, un polí­tico que criticaba las estructuras profundas del poder. Incluso, hay que recordarlo en su paso por Guatemala, en donde se hizo fama por una leyenda.

En estas páginas, se busca revisar a José Martí­ en sus múltiples facetas, para conocer la riqueza de este personaje en todo su esplendor.

Martí­, el hombre

José Martí­ nació en Cuba en 1853 y murió en el mismo paí­s en 1895. Fue polí­tico cubano, uno de los grandes próceres de la independencia de América de la Corona española. Sin embargo, hoy dí­a se le conoce más por su producción literaria.

Tal como anuncia la cita anterior de Monterroso, Martí­ fue un buen polí­tico y un buen escritor. Pero esto no significaba, tampoco, que las dos actividades no se complementaran. Sus versos pueden estar impregnados de una fuerza que impulsa a cualquier ser humano a levantarse de su comodidad, y buscar su revolución personal.

Sus encendidos artí­culos o discursos polí­ticos, contení­an la armoní­a del buen lenguaje, y la elegante retórica de los fines del siglo XIX.

Su vida personal fue muy atropellada. Fue prisionero polí­tico en Cuba, salió al exilio, y estuvo en varios paí­ses, incluyendo Guatemala.

Probablemente, en nuestro paí­s, ocurrió el acontecimiento que más afectara a la vida í­ntima del cubano. En 1877, cuando arribó al paí­s, conoció a Marí­a Garcí­a Granados, más conocida en todo el mundo como «la niña de Guatemala», debido al poema que póstumamente le dedicara Martí­.

Sucede que en ese mismo año, Martí­ viaja a México por una corta temporada, prometiendo a Marí­a Garcí­a Granados que regresarí­a. Sin embargo, en el vecino paí­s contrajo nupcias con Carmen Zayas Bazán, una cubana que se encontraba también exiliada.

Lejos de ello, la vida í­ntima de Martí­ no trascendió a más; únicamente se conoce que fue un padre sumamente amoroso con su hijo José Francisco, a quien posteriormente le dedicara un poemario.

Murió en combate, en un encuentro en Cuba con las fuerzas españolas, en el inicio de la lucha armada por la independencia. Pese a su valiosa colaboración intelectual, como el verdadero ideólogo de la emancipación cubana, Martí­ decidió que «habí­a llegado su hora», y que era imperativo que ofreciera su vida.

Probablemente, él sabí­a que su anatomí­a no estaba hecha para la guerra, y que por eso lo matarí­an, pero esto sirvió de inspiración para la independencia. Según cuenta la leyenda, Jiménez de Sandoval, jefe de las fuerzas españolas que dirigí­a en combate, reconoció el heroí­smo de Martí­, y le rindió homenaje en el lugar de su caí­da.

Martí­, el polí­tico

Tempranamente, a los 16 años de edad, Martí­ habí­a simpatizado con los independentistas cubanos, por lo que mereció la pena de trabajos forzados. En 1871, debido a su frágil salud, fue trasladado a la metrópoli española.

En la isla, la representación de la Corona española habí­a caí­do en desgracia, ya que los gobernantes de Cuba ni por asomo aceptaban las órdenes de Madrid, convirtiéndose en un gobierno despótico. Cuando Martí­ estuvo en España, quiso que las autoridades y los intelectuales observaran este hecho, pero, tras unas cuantas simpatí­as iniciales, su objetivo no fructificó.

En la pení­nsula, logró estudiar y licenciarse en Derecho, Filosofí­a y Letras por la Universidad de Zaragoza. En España, simpatizó con los movimientos subversivos. Harto que ahí­ no se reconociera la legitimidad de la lucha cubana por la independencia, salió del paí­s para iniciar su recorrido por el mundo.

En 1878, regresó a Cuba, tras una firma de la tregua. Sin embargo, un año después, Martí­ es obligado a exiliarse nuevamente, debido a sus continuas actividades revolucionarias.

En 1880 fijó su residencia en Nueva York, desde donde ideó la independencia cubana. En esa ciudad, también trabajó por el panamericanismo, viejo sueño que habí­a sido propuesto por Simón Bolí­var, pero echado a perder por los posteriores gobiernos hispanoamericanos, que prefirieron gobernar pequeños territorios, en vez de unir a todo el continente.

Es habitual que en la faceta de polí­tico, se cite el texto «Nuestra América», una visión ideal del continente, en donde cuestiona los principales problemas y ofrece soluciones. El texto ha sido considerado como una verdadera utopí­a hispanoamericana, talvez inalcanzable, pero que, sin duda, es uno de los trabajos más lúcidos sobre la identidad latinoamericana, y que incluso hoy dí­a no ha perdido vigencia.

Martí­, el literato

Sin duda, José Martí­ ha sido admirado por su trabajo como poeta. Pero, como se intenta demostrar, fue mucho más que sólo eso. Además, Martí­ no sólo trabajó en poesí­a, sino que también incursionó en la narrativa.

Mucho se ha dicho sobre la corriente literaria de Martí­. Algunos lo consideran como un romántico tardí­o, pero otros consideran que él fue uno de los precursores del Modernismo.

Sin embargo, la literatura de Martí­ difí­cilmente puede encasillarse en una sola corriente literaria. Probablemente, los únicos factores comunes en la literatura de José Martí­ sean el arduo oficio de escritura, que le permití­a obtener textos estéticamente bellos; además, la sencillez, que, como virtud, debe observarse como la capacidad de transmitir el mensaje con un lenguaje sumamente cuidadoso, sin excesos, pero asombrosamente encendido.

Sus principales obras eminentemente literarias son el poemario Ismaelillo (1882), dedicado a su hijo, con poesí­a que ya contení­a los grandes principios del Modernismo; el poemario Versos sencillos (1891), que se han popularizado tanto que hasta han formado parte del cancionero popular, y La edad de oro, colección de los textos publicados en un periódico homónimo, en el cual querí­a que, a través de la literatura, los niños y las niñas aprendieran valores.

Martí­, el pedagogo

El oficio pedagógico de Martí­ casi nunca se ha tomado en cuenta. Pese a que él no se especializó en ello, se esforzó para que su literatura fuera también un modo de transmisión de valores, con un lenguaje tan sencillo y armonioso, que despierta la imaginación a un niño.

En su poemario Ismaelillo, dedicado a su hijo, en realidad contiene mensajes polí­ticamente bastante fuertes, pero que por la dulzura y la belleza en que fueron escritos, bien pueden ser entendidos como uno de los ejemplos más tempranos de literatura infantil en Hispanoamérica.

Asimismo, su periódico La edad de oro estaba dirigido a niños, impulsándolos a que fueran virtuosos, y que buscaran los ideales de la justicia, la verdad y la belleza. En este periódico, Martí­ publicó algunos de sus mejores cuentos, que se han comparado hasta con las narraciones más modernistas de Rubén Darí­o.

Por último, no hay que olvidar que en Guatemala su presencia se debió a que fue contratado para impartir clases.

Martí­ en Guatemala

Martí­ nació y murió por Cuba. Martí­, además, es uno de los personajes más venerados de Hispanoamérica, lo cual hace que su nacionalidad se extienda a todo el continente. Pero, especialmente, se debe sentir a Martí­ como muy nuestro, debido a su paso por Guatemala.

Aún ahora, en Guatemala se escuchan algunas historias, que fueron contadas por «el abuelo del abuelo», en que recuerdan a José Martí­ dando clases en Guatemala.

Pero, la relación entre nuestro paí­s y Martí­, indudablemente ha quedado marcada por «la niña de Guatemala».

Marí­a Garcí­a Granados formaba parte de las clases hegemónicas de Guatemala, por lo que su muerte causó conmoción en los altos cí­rculos del paí­s. Sucede que esta mujer sufrió la decepción al ver que su amado novio, el cubano José Martí­, habí­a regresado casado de su breve estancia en México.

Marí­a decidió ahogarse en un rí­o, pero no logró su objetivo. Sin embargo, el frí­o y el agua le provocaron una neumoní­a, que serí­a lo que al final la mató. En Guatemala, todos decí­an que habí­a muerto de frí­o, pero, sin que ella lo dijera, Martí­ sabí­a que Garcí­a Granados habí­a querido suicidarse por su decepción amorosa.

130 años en Guatemala

Con motivo de los 130 años de la venida de José Martí­ a Guatemala, se celebrará en nuestro paí­s la V Conferencia Cientí­fica, la cual se desarrollará del 11 al 14 de junio en distintas sedes de la ciudad capital.

Versos sencillos

José Martí­

¡Verso, nos hablan de un Dios

a donde van los difuntos:

verso, o nos condenan juntos

o nos salvamos los dos!

La niña de Guatemala

José Martí­

Quiero, a la sombra de un ala,

contar este cuento en flor;

la niña de Guatemala,

la que murió de amor.

… Se entró de tarde en el rí­o,

la sacó muerta el doctor;

dicen que murió de frí­o;

yo sé que murió de amor.

Callado, al oscurecer,

me llamó el enterrador;

¡Nunca más he vuelto a ver

a la que murió de amor!