El 16 de mayo, Juan Rulfo estaría cumpliendo 90 años de nacido, lo cual es motivo para recordarlo a él y a sus dos libros publicados. De su novela Pedro Páramo, se han hecho innumerables análisis.
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Pedro Páramo es la historia de Juan Preciado, que viaja a Comala, pueblo natal de su madre. Ella le había contado que este lugar era un paraíso; le encargó que buscara a Pedro Páramo, ya que él era su padre, y le pidiera «su parte» de la herencia. Sin embargo, cuando Juan regresa observa que se convirtió en un pueblo fantasma.
Preguntando y preguntando, Juan Preciado descubre cómo fue Pedro Páramo. Poco a poco, Juan descubre que los habitantes de Comala eran fantasmas, es decir, almas en pena, que no encontraron la «redención cristiana». Y, sin quererlo, descubre que él también está muerto. Interponiéndose en esta historia, se va mezclando la de Pedro Páramo, de cómo se convirtió en el caudillo de Comala, y cómo lo destruyó.
La mayoría de los análisis sobre Pedro Páramo se enfocan en el caudillismo del protagonista, así como de su comportamiento salvaje y de la destrucción que genera. Sin embargo, pocas veces se ha reflexionado acerca de la otra parte, es decir, del pueblo destruido.
A mi juicio, más que el caudillismo, el tema central de Pedro Páramo es el eterno retorno. El cantautor español Joaquín Sabina expresa en una de sus canciones que «en Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz nunca debes tratar de volver».
Esta afirmación es muy cierta, y sobre todo en la Comala de Pedro Páramo. Cuando Juan vuelve, trata de encontrar el lugar donde su madre fue feliz, y él trata de recuperar para sí mismo esa felicidad. Muchas veces, cuando nosotros revisamos nuestra vida misma, podemos encontrar algunos momentos de felicidad.
Por ejemplo, si recordamos el hogar materno, podemos encontrar no pocas sensaciones de felicidad. Pero si por algún motivo regresamos a ese lugar físico, podemos darnos cuenta de que el lugar no era tan idílico como pensábamos, y nuestra sensación de felicidad puede decaer (idea filosófica, que también fue desarrollada por Azorín en Confesiones de un pequeño filósofo).
Los fantasmas
De acuerdo con el psicoanalista francés Didier Dumas, los fantasmas tienen una connotación psicológica, y que puede explicarse a través de fenómenos como la muerte y las relaciones familiares.
Para Dumas, el ser humano no puede vivir sin un sistema de representaciones de la muerte. Por eso, preocuparse de los muertos que no pueden continuar su camino tranquilamente es una tarea de higiene mental. Un trabajo que, desde siempre, se ha considerado tan esencial como indispensable, para el interés de todos, del difunto y de los que sobreviven.
En sociedades como la mexicana de Juan Rulfo, así como en la guatemalteca, se ha valorado el acompañamiento a los muertos y se ha relacionado a los antepasados con la vida actual, sobre todo en las culturas indígenas de Mesoamérica.
De acuerdo con Didier Dumas, todo tipo de problemas pueden ser consecuencia de que los muertos de la familia no pudieran liberarse de sus traumatismos antes de morir. El fantasma es una patología del inconsciente que se transmite de inconsciente a inconsciente en las relaciones de filiación.
El fantasma, dictamina Dumas, siempre es un traumatismo relacionado con la muerte, y pocas veces con otra cosa. Un traumatismo que se transmite a las siguientes generaciones bajo la forma de secreto de familia.
Evidentemente, estos traumatismos pueden asociarse a traumatismos colectivos, como guerras o deportaciones.
Los fantasmas en Pedro Páramo
A la luz de esta teoría de Dumas, se puede reflexionar sobre la novela de Rulfo. Centrarnos en los fantasmas de Comala, es revisar un punto crucial en la vida de este autor (VEA RECUADRO BIOGRAFíA). í‰l debió emigrar del lugar rural de su infancia, hacia la ciudad. Ese lugar idílico habría sido destruido por la Guerra Cristera, entre otros hechos históricos.
Volver a su pueblo sería como cuando Juan Preciado fue a Comala, y comparar que ese «paraíso» que le había descrito su madre, se había convertido en un desierto, un «páramo», (de ahí se deriva el nombre del caudillo y la novela). Los fantasmas de Comala no son más que los recuerdos de felicidad.
Hay varios fantasmas que se deben analizar en Pedro Páramo. Primero, son los fantasmas mismos, que son las almas en pena que no lograron la salvación, ya que sus familias no tuvieron los recursos para pagar por su «perdón» con el padre de la iglesia Católica. En este punto, Rulfo hace una severa crítica a la religión, y prácticamente la está acusando de no permitir la felicidad (en los términos de la teoría que se está manejando).
Por otro lado, está el «fantasma» de Comala, el lugar idílico, próspero y fértil de la madre de Juan Preciado, que ahora está convertido en un páramo, precisamente por la violencia del caudillo del lugar.
El paisaje y la tierra también constituyen parte de este fantasma. Estos dos elementos forman una mancuerna fundamental en la literatura de Rulfo. En su cuento «Nos han dado la tierra», un grupo de campesinos obtiene tierras tras el triunfo de la revolución mexicana. Sin embargo, se les da tierra infértil, mientras que otros se quedan con las tierras cultivables.
Es decir, la tierra, tanto en el cuento como en la novela, pertenece a quienes no la cultivan, sino a quienes engañan y matan para obtenerla.
Por su parte, Rulfo no fue ajeno a lo sucedido con la Revolución Mexicana. í‰sta había prometido tierras, prosperidad, alimento y justicia, sobre todo para los campesinos que fueron los verdaderos artífices de esta gesta. Sin embargo, para Rulfo, en su niñez, los frutos de esta revolución ya eran prácticamente unos fantasmas, que sólo fueron una ilusión para los más pobres.
Para terminar de destruirla, la Guerra Cristera destruyó lo poco que la revolución dejó vivo, demostrando la ferocidad de los gobernantes, en contra de los que habían participado en las gestas revolucionarias.
Es decir, para Rulfo, fundamentalmente en Pedro Páramo, existen muchas razones para el eterno retorno, y es que en el ayer se piensa que se quedó la felicidad. Pero, al regresar, se descubre la cruel realidad: no se conservó como nosotros lo recordamos (así como Ulises, que tras 20 años de ausencia, observó que su trono estaba rodeado de buitres).
Regresar a Comala, o a la Revolución Mexicana, o a la fertilidad de la tierra, o a la imagen que de nuestros padres conservamos, sólo son ilusiones, «fantasmas», que nos provocan felicidad, pero que ahora no se revisan como parecen.
Mucho se ha dicho de Pedro Páramo, pero poco sobre esto…
Biografía
Juan Rulfo nació en Jalisco, el 16 de mayo de 1917, y murió en la Ciudad de México, el 7 de enero de 1986. Fue un escritor mexicano autor de la colección de cuentos El llano en llamas (1953) y la novela Pedro Páramo (1955), ambas consideradas como obras maestras de la literatura universal.
Desde muy pequeño sufrió severas transformaciones sociales, que, sin duda, impactaron en su personalidad. Nació en los finales de la Revolución Mexicana (1910-1917). En 1923, su padre fue asesinado. También debió sufrir los embates de la Guerra Cristera (1926-1929), lucha entre fervientes católicos en contra de los laicos liberales.
Su madre murió en 1927, lo cual provocó que su abuela lo enviara, junto a su hermano mayor, a la capital mexicana a estudiar, por lo que sus recuerdos del campo eran idílicos.
El Zorro es más sabio
(Fábula de Augusto Monterroso dedicada a Juan Rulfo)
Un día que el Zorro estaba muy aburrido y hasta cierto punto melancólico y sin dinero decidió convertirse en escritor, cosa a la cual se dedicó inmediatamente, pues odiaba ese tipo de personas que dicen voy a hacer esto o lo otro y nunca lo hacen.
Su primer libro resultó muy bueno, un éxito; todo el mundo lo aplaudió, y pronto fue traducido (a veces no muy bien) a los más diversos idiomas.
El segundo fue todavía mejor que el primero, y varios profesores norteamericanos de lo más granado del mundo académico de aquellos remotos días lo comentaron con entusiasmo y aun escribieron libros sobre los libros que hablaban de los libros del Zorro.
Desde ese momento el Zorro se dio con razón satisfecho, y pasaron los años y publicaban otra cosa.
Pero los demás empezaron a murmurar y a repetir: «Â¿Qué pasa con el Zorro?», y cuando lo encontraban en los cócteles puntualmente se le acercaban a decirle: «Tiene usted que publicar más».
Pero si ya he publicado dos libros -respondía él con cansancio.
Y son muy buenos -le contestaban-; por eso mismo tiene usted que publicar otro.
El Zorro no lo decía, pero pensaba: «En realidad lo que éstos quieren es que yo publique un libro malo; pero como soy el Zorro, no lo voy a hacer».
Y no lo hizo.