Literatura centroamericana


La literatura centroamericana es ante todo una literatura marginal, que no se ha adaptado a los cánones europeos, por lo que hace que no sea muy conocida en muchas partes del mundo, especialmente en el viejo continente.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Sin embargo, desde siempre, la literatura centroamericana ha sabido ganarse espacios, aunque pocos, dentro del mundo artí­stico.

A continuación se presenta a grandes rasgos lo que podrí­a considerarse la esencia de la literatura centroamericana.

Centroamérica de ayer

Poco tiene Centroamérica que envidiar a otras regiones del mundo en cuestión de literatura. El guatemalteco Miguel íngel Asturias ganó el Premio Nobel en esta área, incluso antes que un mexicano; este premio no ha sido otorgado a un autor, por ejemplo, argentino, donde la producción literaria conocida en todo el mundo es más abundante.

Pero no sólo ese hecho debe ser de destacar. Habrá que recordar que Centroamérica ha aportado al mundo de los textos fundamentales de la literatura precolombina. El Pop Wu, el Rabinal Achí­ y el Gí¼egí¼ense o El macho ratón (originario de Nicaragua), son ejemplos de la invención de las culturas prehispánicas.

En los tiempos de la Colonia, Bernal Dí­az del Castillo se atreví­a a contradecir a los cronistas oficiales, y escribió La historia verdadera de la conquista de la Nueva España, dejando un testimonio un poco más fiel y con amenidad en la redacción.

Ya en la entrada del siglo XIX, cuando Centroamérica solí­a considerarse como una sola unidad administrativa, los escritores salvadoreños y hondureños se confundí­an con los guatemaltecos, sin que ahora se atreva a hacerse esa separación. Tal es el caso de José Cecilio del Valle, Pedro Molina, Pepita Garcí­a Granados, José Antonio de Irisarri y José Batres Montúfar, entre otros.

La novela moderna entró a la región por medio de José Milla, que aún sigue deleitando a cientos de adolescentes en Centroamérica que leen sus libros en el sistema educativo.

Sin embargo, es con la revolución que representó la irrupción en las letras del nicaragí¼ense Rubén Darí­o, la que representa el gran salto de la literatura centroamericana a Europa.

Darí­o, muchas veces rechazado en el viejo continente por su misma condición de centroamericano, logró darle una renovación a las letras en castellano, ya que tanto en España como en Sudamérica, los literatos se beneficiaron de la estética del nicaragí¼ense.

En la misma lí­nea surge Enrique Gómez Carrillo, una figura tan cosmopolita, que hasta Francia y Argentina reclamaron el derecho a enterrar sus restos en sus tierras, quedando, por fin, en el primer paí­s.

Gómez Carrillo prosiguió en la misma lí­nea estética del modernismo de Rubén Darí­o, y continuó las tendencias literarias europeas, tan así­, que ha sido el primero de los «mitos literarios» latinoamericanos en Parí­s, que luego continuaran otros, como Cardoza y Aragón y Julio Cortázar.

Otro que se inicia con el modernismo es el guatemalteco Rafael Arévalo Martí­nez, pero que llegó a ser reconocido por su aporte en la narrativa, con la introducción de personajes humanos con psicologí­a animal, conocido como psicozoomorfismo.

Los guatemaltecos Miguel íngel Asturias y Luis Cardoza y Aragón, fueron otros que deslumbraron a Europa por hacer suyo el surrealismo, y darle tintes hispanoamericanos.

Por otro lado, en Nicaragua, José Coronel Urtrecho y Pablo Antonio Cuadra, iniciaron el único movimiento de vanguardia organizada en Centroamérica.

Luego de que las vanguardias cayeran en desuso, fue otro nicaragí¼ense, Ernesto Cardenal, quien lideró la bandera de la posvanguardia, junto con poetas como el chileno Nicanor Parra.

Por último, en la retrospectiva, no debiera dejarse a un lado al guatemalteco Augusto Monterroso, que es considerado como uno de los maestros mundiales de la narrativa breve, poseyendo entre sus publicaciones al cuento más corto de la historia literaria.

Centroamérica, hoy

A pesar de que se tiene un gran pasado, las actuales letras centroamericanas han tenido poca proyección a nivel internacional.

Una de las razones que pudo haber influido en este aspecto, es el perí­odo de conflicto en el istmo, determinado por las guerras internas en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, la represión en Honduras y los conflictos en Panamá por el canal interoceánico.

En los últimos años, tras tener alrededor de diez años de relativa calma en la región, los escritores centroamericanos vuelven a tener protagonismo en las editoriales europeas.

A pesar de que este espacio no permite una descripción más minuciosa de la actualidad de las letras, se presenta, grosso modo, los principales autores y tendencias de la literatura centroamericana en la actualidad.

Básicamente, esta visión podrí­a determinarse según la temática que siguen, la cual se divide en: el tema de la mujer, el de la guerra y los procesos de paz, y la construcción del imaginario centroamericano.

El eterno femenino

En 1973, de una manera sorprendente por la asimilación de las teorí­as feministas de forma muy temprana, la guatemalteca Ana Marí­a Rodas publica Poemas de la izquierda erótica, en donde la mujer deja de definirse únicamente por su relación con el hombre.

Una poesí­a sincera, como viéndose sin engaños frente a un espejo, Ana Marí­a Rodas se define como mujer, lo cual resultó ser un recurso innovador, no sólo en Guatemala y en Centroamérica, sino que en todo el mundo.

Pronto, las poetas centroamericanas observaron que en esa tendencia podí­an destacar. En 1992, la nicaragí¼ense Gioconda Belli publica El Ojo de la Mujer, en donde también busca definirse como una mujer, con mirada de mujer.

He aquí­ que la fémina deja de tener una visión idealizada, machista o simplemente irreal, y las poetas se encargan de darle, con un tono sumamente poético, el sentido de ser mujer.

La salvadoreña Claribel Alegrí­a y en buena parte la costarricense Carmen Naranjo han continuado con esta tendencia, pero con caracterí­sticas muy suyas, sin que ninguna de las cuatro escritoras mencionadas pueden parecer copias una de la otra.

En general, existe una tendencia general dentro de la poesí­a actual de Centroamérica escrita por mujeres, en donde continúan el camino iniciado por estas cuatro centroamericanas.

El amor

Este tema siempre ha sido uno de los principales dentro de la literatura universal. Sin embargo, por alguna razón adquiere importancia en el istmo centroamericano, ya que las relaciones amorosas suelen ser (no siempre) conflictivas.

Al parecer, las relaciones amorosas en Centroamérica son una extensión de la lucha social que se vivió en la década de los 70 y 80; esto, claro está, es metafórico.

Tal como se puede escuchar en la música, desde los boleros y tangos de principios del siglo XX, hasta las baladas románticas de los 80, y las últimas tendencias en toda Latinoamérica, casi todas las canciones que refieren relaciones amorosas conflictivas.

En las letras centroamericanas esto parece tener una mayor proyección.

La costarricense Carmen Naranjo parece ser la abanderada en cuanto a las relaciones hombre y mujer, cuyos cuentos empiezan siempre con una gran alegrí­a, que coincide con el conocimiento de la pareja que luego se enamora, hasta la amargura de la separación.

La salvadoreña Jacinta Escudos es otra narradora que ha puesto particular empeño en los conflictos amorosos, introduciendo los conflictos, además, familiares.

El guatemalteco Maurice Echeverrí­a es otro que ha tenido predilección por los temas amorosos (aunque posee otros temas), introduciendo, incluso, personajes homosexuales, dando variedad a sus tramas.

El hondureño Julio Escoto, aunque la mitad de su narrativa es social, la otra mitad se refiere básicamente al proceso de cortejo de un hombre con una mujer. Por último, los panameños Justo Arroyo y Enrique Jaramillo Levi, también dan preferencia a este tema.

La guerra y la paz

El largo perí­odo de conflicto en el que estuvo involucrada Centroamérica no parece haber pasado en balde, ya que muchos escritores se refieren a este tema, o, al menos, tienen reminiscencias en cuanto a esto.

El principal autor deberí­a ser el nicaragí¼ense Sergio Ramí­rez Mercado, quien llegó a ser vicepresidente de su paí­s, y fue uno de los más importantes activistas de la revolución sandinista.

Ramí­rez ha sabido introducir temas del pasado violento en Nicaragua, aunado con una magní­fica redacción e invención de la ficción.

Otro nicaragí¼ense que ha insistido con este tema, es Lisandro Chávez Alfaro, cuyos personajes están vinculados a los guerrilleros sandinistas o a los dictadores, mostrando una sociedad frí­a y sedienta de sed.

En Guatemala, aunque no participó en la guerra, Rodrigo Rey Rosa se refiere a la violencia generalizada de nuestra sociedad, hecho que vendrí­a como consecuencia de las huellas profundas dejadas en las personas tras la guerra interna en nuestro paí­s.

Pero, si hay que mencionar una tendencia sobre el tema de la guerra y la paz, se debe enfatizar que en El Salvador se encuentra el germen de esta literatura.

Roque Dalton, poeta y narrador, basó prácticamente toda su producción en el conflicto armado interno del paí­s vecino. Roberto Armijo es otro narrador que ofrece su visión de San Salvador envuelto en la guerra.

Por su parte, el también salvadoreño Manlio Argueta recoge las experiencias de la guerra, pero vistas a través de los damnificados, de las ví­ctimas, por lo que sus novelas han tenido una gran difusión por el aspecto testimonial que adquieren.

La identidad centroamericana

Para otros autores, no es tan importante el contexto de la historia, si es de amor o de guerra; lo importante serí­a, entonces, construir un modo de pensar a lo centroamericano, en donde las costumbres, los lugares y la gente del istmo serí­a la prioridad.

El caso más resaltante es el del hondureño por nacimiento, salvadoreño por nacionalización, guatemalteco por radicación y mexicano por ser su lugar de habitación actual, de Horacio Castellanos Moya.

Su obra narrativa es básicamente una crí­tica a la sociedad centroamericana, la cual, desde su visión, es subdesarrollada, no por la economí­a, sino por el modo de pensar.

A pesar de que su obra ha creado cierto rechazo en los cí­rculos hegemónicos de Centroamérica, debido a la crí­tica, Castellanos Moya también ha sabido imprimir calidad literaria a sus novelas, siendo uno de los autores que más proyección tiene.

Otro crí­tico mordaz de la sociedad centroamericana, es el costarricense Fernando Contreras Castro, que incluso se quita el estigma de que su paí­s es la «Suiza de Centroamérica», y plantea una visión de la sociedad tica, tal como es, con sus problemas sociales y su represión muy parecida a la del resto del istmo.

Contreras Castro ha sabido aprovechar temas actuales, como el de la globalización y la defensa del ambiente, para enmarcar sus obras.

Otros escritores con las mismas caracterí­sticas son el hondureño Marcos Carí­as, que muestra en sus obras una visión de Tegucigalpa, y la panameña Gloria Guarda, que presenta a la sociedad de su paí­s, previo al conflicto del traspaso del canal interoceánico.

Centroamérica en el futuro

Como se mencionó, Centroamérica tuvo una baja en su difusión por las editoriales del mundo, principalmente debido a los conflictos de guerra internos de décadas anteriores. Sin embargo, hoy dí­a el istmo parece que va en ruta de ofrecer un nuevo aire.

Esto debido al interés que recientemente hay por la literatura indí­gena, en especial la de origen maya.

En tal sentido, el libro testimonial Me llamo Rigoberta Menchú y así­ me nació la conciencia, abrió brecha. Del mismo modo, Humberto Ak’abal ha logrado trascender a lectores de Europa.

Ví­ctor Montejo, Gaspar Pedro González, han logrado escribir las primeras novelas consideradas netamente indí­genas en Guatemala, publicándolas primero en Estados Unidos, y después en Guatemala.

Aparte de estos pioneros, habrá otros que sigan en ese camino y logren consolidar la literatura indí­gena en Centroamérica.

El teatro

Debido a los conflictos internos y los gobiernos represivos en Centroamérica, el teatro fue una de las artes más afectadas, ya que por su carácter presencial, esta manifestación incide directamente en el público, por lo que es el arte más sugestivo y revolucionario.

En tal sentido, el teatro de la segunda mitad del siglo XX en Centroamérica, estaba encaminado a denunciar las injusticias, incluyendo técnicas del teatro épico, con contenido social, de Bertold Brecht.

Sin embargo, por eso mismo, el teatro fue reprimido hasta casi desaparecer la producción original, favoreciendo el aparecimiento de un teatro de salón, es decir, que busca entretener al público, pero sin ningún tipo de compromiso.

Actualmente, muchas compañí­as teatrales en Centroamérica buscan reiniciar el camino hacia un teatro con técnicas más contemporáneas, lo cual incluye actuaciones más realistas, y el rompimiento del espacio escénico, sacando las obras hacia las calles de las ciudades.

Se han hecho experimentos, en donde las compañí­as teatrales han ido a zonas marginales, y tratan de realizar una obra original, tomando en cuenta la problemática de los pobladores.

Este teatro comúnmente no se transcribe para su posterior lectura y representación, por lo que lo hace un arte irrepetible, y que sólo puede quedar documentado a través de imágenes fotográficas o de video.

De estos experimentos, el que más ha trascendido es el dirigido por el hondureño Rafael Murillo Selva, que se acercó al poblado de Guadalupe, con predominio garí­funa, y, tras conversar sobre la problemática de sus habitantes, crearon la obra de teatro conocida como Louvabagu, que luego fue representada en los escenarios hondureños.

¿Y Belice? (FOTO: mapa de Belice)

A pesar de que tradicionalmente no se considera a Belice como parte de la cultura centroamericana, debido a sus diferencias en sus tradiciones, no hay que olvidar que la nación más joven del istmo también sufrió de eventos geopolí­ticos, que le daban inestabilidad a sus habitantes, lo cual se reflejó en su literatura, lo cual la acerca a las letras centroamericanas.

En inglés o en español, los beliceños aún no definen el idioma de su literatura, la cual llega a tener caracterí­sticas indí­genas, ya que los que más se acercan a escribir son q’eqchi’es y garinagús.

Por mencionar a algunos autores, se encuentran Evan X Hyde, quien escribe en inglés con cierto apego a la cultura estadounidense e inglesa.

Colville Young también escribe en inglés, aunque está más cercano a la cultura garí­funa.

Por último, David Nicolás Ruiz Puga es un ejemplo de literatura beliceña en español, aunque también ha publicado en inglés.

Usted debe leerlos

Si usted desea conocer más sobre literatura centroamericana de hoy, los autores (y los libros) obligados son los siguientes:

* Ana Marí­a Rodas (Guatemala): Poemas de la izquierda erótica

* Carmen Naranjo (Costa Rica): Otro rumbo para la rumba

* Claribel Alegrí­a (El Salvador): Suma y sigue

* Enrique Jaramillo Levi (Panamá): Caracol y otros cuentos

* Fernando Contreras Castro (Costa Rica): íšnica mirando al mar

* Gioconda Belli (Nicaragua): El Ojo de la Mujer

* Gloria Guarda (Panamá): El último juego

* Horacio Castellanos Moya (Honduras-El Salvador): El asco. Thomas Bernhard en San Salvador

* Jacinta Escudos (El Salvador): A-B-Sudario

* Julio Escoto (Honduras): Todos los cuentos

* Justo Arroyo (Panamá): Héroes a medio tiempo

* Lisandro Chávez Alfaro (Nicaragua): Vino de carne y hueso

* Manlio Argueta (El Salvador): Un dí­a en la vida

* Marcos Carí­as (Honduras): Una función con móviles y tentetiesos

* Maurice Echeverrí­a (Guatemala): Labios

* Roberto Armijo (El Salvador): El asma de Leviatán

* Rodrigo Rey Rosa (Guatemala): Ningún lugar sagrado

* Roque Dalton (El Salvador): Pobrecito poeta que era yo

* Sergio Ramí­rez (Nicaragua): Margarita, está linda la mar