Las autoridades de salud están alarmadas en Quiché por el incremento que muestran los registros sobre los casos de desnutrición infantil. Sin embargo, lo verdaderamente preocupante no se observa a simple vista en un departamento donde pocos tienen acceso a la salud pública y viven aislados en comunidades rurales, el hambre pasa desapercibida e inadvertida para el Gobierno y la sociedad; la respuesta a las necesidades alimentarias está muy lejos de llegar.
En lo que va del año se registran unos 245 casos de desnutrición en niños menores de cinco años en el occidental departamento de Quiché, uno de los más golpeados durante la guerra civil, y actualmente uno de los más afectados por la pobreza y miseria.
La situación todavía puede ser peor, ya que en la localidad se estima que la cifra de afectados por el hambre se podría aumentar más del doble en lo que resta del año, porque cíclicamente, durante el segundo semestre se terminan las provisiones de maíz de muchas familias y se incrementan los precios de los productos de la canasta básica.
Juana León Morales, nutricionista de la Dirección del írea de Salud en Quiché, indicó que, hasta la fecha, se han detectado 200 casos de niños con desnutrición aguda moderada y 45 con desnutrición aguda severa.
El primer escenario es muy difícil combatirlo, debido a que está estrechamente ligado a los hábitos alimenticios de las familias –que cotidianamente no consumen la cantidad suficiente de nutrientes que necesitan–, mientras que el segundo caso es mucho más complejo de tratar, debido al impacto y a los efectos de largo plazo que tiene sobre el organismo.
Esta no es una noticia nueva en la localidad, pues Quiché ha sido catalogado como el tercer departamento con desnutrición crónica alta, debido a que el 62 por ciento de los municipios afronta ese problema.
Una serie de factores históricos, estructurales y coyunturales conforman la ecuación del hambre en este departamento. El olvido por parte del Estado y el golpe que significó la guerra interna son dos elementos que se mezclan con el déficit de granos básicos, la precariedad ocupacional, y las condiciones climáticas que amenazan la productividad para las economías de subsistencia.
Los 245 casos de desnutrición infantil registrados parecen un pincelazo de la realidad de Quiché, pues las cifras están muy lejos de reflejar la situación de ese departamento y la estadística nacional, que da cuenta que cerca del 50 por ciento de los menores de cinco años sufren de desnutrición.
HAMBRE INVISIBLE
En el 2010 se registraron un total de 806 casos, pero se estima que en Quiché el índice de desnutrición rebasa el 60 por ciento, lo que significa 10 puntos arriba de la medición de país.
Según León, tratar el tema de la desnutrición en el departamento de Quiché es muy complejo, pues incluso en algunas regiones remotas donde es más común el problema, los personeros de salud no pueden llegar porque las mismas familias no lo permiten y hasta cierto punto ven con normalidad la desnutrición de sus hijos y acuden a un centro asistencial hasta que el problema se agudiza.
Cuando esto sucede, a los afectados se les da tratamiento nutricional directamente en un Centro de Recuperación Nutricional (CRN) ubicado en el hospital Santa Elena y en otros dos, ubicados en los municipios de San Bartolomé Jocotenango y Sacapulas.
La profesional, como trabajadora estatal, argumenta que la mayor responsabilidad de la desnutrición de los niños recae directamente en los padres de familia, pues son quienes tienen en sus manos la obligación de proveerles de una alimentación balanceada o al menos con lo necesario para su nutrición, y evitar el consumo de alimentos sin contenido alimenticio.
La pregunta es, ¿cómo proveer a la familia cuando la pobreza es extrema y las oportunidades de empleo escasas?
Expertos han comprobado que ese factor aunque influye, no es el determinante, pues además de la falta de acceso a educación e información de los padres y madres, es responsabilidad fundamental del Estado asegurar el bienestar –y la alimentación– a la población.
La corrupción en el país, la falta de oportunidades de trabajo, de salarios dignos, la exclusión, la indiferencia social y la reducción de reserva de alimentos que se ha venido observando en los últimos años, son los principales detonantes de esos grados de desnutrición.
¿UNA MUERTE?
Este año se ha registrado ya una muerte en Quiché, que si bien es cierto se dio por otras patologías, tiene relación con la desnutrición.
Estudios han revelado que las muertes de los menores usualmente están asociadas al grado de desnutrición que presentan y que los hacen vulnerables a enfermedades que pueden ser prevenidas y curadas.
La Hora publicó el pasado 23 de junio el reportaje “Informes disfrazan las muertes por hambruna†en el que expuso cómo las muertes por desnutrición se esconden tras otros padecimientos y enfermedades, provocados por la insuficiente ingesta de nutrientes básicos.
Karin Morales, nutricionista del hospital nacional Santa Elena, dijo que en ese nosocomio constantemente se monitorean casos de desnutrición crónica, y se ha constatado que regularmente este problema se debe a que los padres de familia descuidan el peso de sus hijos y es difícil que los infantes recuperen su talla.
Otras causas de la desnutrición se originan por el reducido consumo de alimentos que son fuentes de proteína, debido a las limitadas condiciones económicas; otra razón es por el elevado número de hijos por familia, lo que impide que el presupuesto familiar alcance para lo necesario, aunado a la falta de trabajo de los padres de familia.
De esa forma, las condiciones de desnutrición provocan que se debilite el sistema inmunológico de los menores de edad, y sean susceptibles de ser víctimas mortales de enfermedades infectocontagiosas o respiratorias, principalmente
MíS QUE LAS CIFRAS
La Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SESAN) revela datos preocupantes, al indicar que en Quiché prevalece un promedio de desnutrición crónica del 63.9 por ciento cuando la media a nivel nacional está alrededor del 45 por ciento.
La mayoría de municipios se mantienen en una categoría de vulnerabilidad nutricional muy alta; solamente Pachalum está en la categoría baja, con alrededor del 27 por ciento. En el 2009 Canillá estaba en la categoría de vulnerabilidad moderada, sin embargo con la escasez de alimentos sufridos por la sequía de ese año y luego por la tormenta Agatha del año pasado llegó a formar parte de los municipios en alta vulnerabilidad.
Según la información, Nebaj es el que tiene la más alta vulnerabilidad nutricional con alrededor del 78 por ciento y luego los otros dos municipios de la región ixil y Patzité con una vulnerabilidad nutricional del 75%, lo cual preocupa a las autoridades porque esta situación trae una serie de consecuencias en el aspecto del rendimiento escolar de los niños y adolescentes y en el desarrollo mismo de la población en general.
Según el delegado departamental de la SESAN, Jorge Meza, después de una cosecha, regularmente, las familias tienen una reserva de alimentos, especialmente de maíz y frijol para unos seis meses, por lo que a partir del mes de julio se empiezan a identificar familias con problemas de alimentación.
Agregó que aún no se soluciona del todo el problema del corredor seco, que fue identificado en este departamento en el que se vieron afectados unos 12 municipios.
Otro de los principales factores que agudiza el problema de la desnutrición es el alza al precio de la canasta básica, especialmente el maíz y frijol, que son la base de la alimentación de los guatemaltecos.
Según un monitoreo realizado por CERIGUA, actualmente el precio de un quintal de maíz oscila entre 250 y 300 quetzales cuando en enero costaba unos 150 quetzales, mientras que el frijol ha subido de Q5 en enero a Q8 quetzales la libra en este mes de julio, aunque varios de los vendedores de maíz coincidieron que probablemente en agosto se registre una leve baja en el precio del maíz con la llegada de la cosecha del maíz de la Costa Sur.
El alcalde de Sacapulas, Pedro Pu Tojín, dijo que ha sabido de familias de algunas de las comunidades donde solamente comen dos veces al día por la falta de alimentos porque no tienen los suficientes medios de producción al contar con pocos terrenos y en muchos casos con terrenos áridos que producen poco. Afortunadamente este año las lluvias han sido abundantes para garantizar una buena producción, aunque el exceso de lluvias puede llegar a afectarles por el riesgo a que se produzcan hundimientos, inundaciones o deslaves.
La inseguridad alimentaria y nutricional es una violación al derecho humano a la alimentación. Comer es un derecho, no un privilegio.
*Adaptado por La Hora