Recientemente, leí en la página de Internet del escritor guatemalteco Ronald Flores sobre la presentación del libro «El cronista errante», una biografía de Enrique Gómez Carrillo, escrita por Edelberto Torres Espinoza.
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Flores comenta que en la presentación, Edelberto Torres Rivas, hijo del autor, indicó que «hay una extensa generación de guatemaltecos que no conocen nada de la vida y obra de Enrique Gómez Carrillo».
El escritor Ronald Flores consigna, luego de este comentario, que ninguno ha explicado por qué dejó de leerse Gómez Carrillo, a lo cual él aduce que no es casual sino ideológico.
Como respuesta al comentario de Torres Rivas, el también escritor guatemalteco Alan Mills, respondió: «Yo creo que hay mucho interés en Gómez Carrillo dentro de los escritores jóvenes, y la frase de Edelberto Torres Rivas de que ’hay una generación que no conoce en nada a Gómez Carrillo’ debería cambiarse por la de ’Edelberto Torres Rivas no conoce en nada a esta última generación’».
Considero que tanto Flores como Mills tienen razón. Gómez Carrillo fue marginado de las letras nacionales a lo largo del siglo XX, debido a que su literatura tenía poco de «guatemalidad», si es que este concepto existe. Además, el aislamiento de su obra condujo a casi desaparecer sus libros en Guatemala.
La Editorial José de Pineda Ibarra, en sus inicios, publicó varias de las obras de Gómez Carrillo. Sin embargo, poco a poco se fueron diluyendo estas ediciones. Luego, algunas editoriales lograron publicar antologías, que siempre serán incompletas, debido a que la obra de este autor es casi innumerable.
Pero la luz no se puede esconder debajo de la cama, y, tal como expresó Mills, los escritores que han publicado en los últimos diez años, han redescubierto a Gómez Carrillo. Han seguido sus pasos como cultivadores de la palabra, perfeccionando la escritura y dando rienda suelta a los sentidos y a las sensaciones.
Entre los libros que más llaman la atención de Gómez Carrillo, se encuentra la recopilación de Tres novelas inmorales. El término «inmoral» podría resultar ofensivo; sin embargo, el término correcto debería ser «amorales», pues, como toda la obra de este autor, está libre de ataduras de orden político, religioso o ético.
Las tres novelas trata sobre el mundo decadente de París de finales del siglo XIX. Para entonces, las novelas realistas y naturalistas ya habían hastiado al público, pues siempre tenían una intención moralizante y edificante para la sociedad.
Carrillo, así como los grandes autores del París finisecular, desecharon toda moral, no por ser inmorales, sino por huir de la literatura moralizante. Es cierto que Tres novelas inmorales rinde culto a prostitutas, homosexuales, desempleados, personajes fracasados, etc., pero ése precisamente era el mundo que vivía la previa de las Guerras Mundiales.
Las novelas tienen poca acción; más bien, el personaje principal de las Tres novelas inmorales es la palabra y las sensaciones.
Hace más de diez años que se reeditó esta colección de novelas, pero que hasta hace poco fueron puestas a la disposición del público en Guatemala. En conclusión, el olvido de Gómez Carrillo se debió a causas ideologicas, pero pragmáticamente se debió a la ausencia de los libros en el mercado. Hoy, poco a poco, se están encontrando nuevamente sus versiones completas y varias antologías, que permiten redescubrir a este autor, que sin duda es uno de los mejores literatos guatemaltecos de la historia.
* Don Quijote de la Mancha, primera parte, capítulo seis