Mañana, la Universidad de San Carlos de Guatemala otorgará un doctorado honoris causa, en forma póstuma, al pintor y escritor guatemalteco Marco Augusto Quiroa. í‰sta será la primera actividad en la cual se brindará homenaje a este artista.
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El Consejo Superior Universitario y el rector magnífico de la Universidad de San Carlos, Estuardo Gálvez, otorgarán el doctorado honoris causa postmórtem, actividad que se llevará a cabo en el Museo de la Universidad (9a. avenida 9-79 zona 1) a las 17:00 horas.
Por su parte, la Escuela Superior de Arte, la Facultad de Arquitectura y la Dirección General de Extensión, entregarán el libro «El hombre de la máscara de palo», que Quiroa había dejado inédito. Asimismo, se organizó un coloquio literario en torno al autor y a la obra.
Esta actividad tendrá lugar en el Centro Cultural Universitario (2a. avenida 12-40 zona 1), el jueves 31 del presente mes a las 17:00 horas.
Además, la Escuela Superior de Arte, la Facultad de Arquitectura y el Mosaico Cultural de La Antigua Guatemala, organizan una exposición pictórica, titulada «Cuentos pintados» del mismo Quiroa, que compartirá el espacio con jóvenes talentos de la plástica, quienes se inspiraron en la narrativa del homenajeado.
Esta actividad se llevará a cabo en Hotel Casa Santo Domingo, La Antigua Guatemala, el 9 de junio a las 15:00 horas.
Marco Augusto Quiroa nació en 1937 y murió en el 2004. Su importancia dentro de la cultura nacional radica en que él fue fundador de dos movimientos artísticos importantes. Como pintor, fundo el Grupo Vértebra, junto a í‰lmar Rojas y Roberto Cabrera; como literato, fundó el Grupo Rial Academia.
Su pintura se caracterizó por desarrollar un estilo muy característico, que mostraba personajes de la vida cotidiana, en paisajes y escenas profundamente guatemaltecas.
Como literato, fue uno de los cultivadores de la narrativa breve. Sus libros habitualmente se publicaron con ilustraciones suyas.
Sus publicaciones más famosas fueron Semana menor y Gato viejo, libro que se vinculó tanto a su obra, que le quedó el título como su mote más conocido.
Tanto en la pintura como en la literatura, Quiroa profundizó en la guatemalidad, en la ironía y en el humor, pese a que se denota un leve reflejo de amargura por la situación social.
Quiroa murió de cáncer; había ganado una curul en el Congreso para el presente período, función que fue suplida por la suplente tras su muerte.
AQUEL VIEJO predicador iba de pueblo en pueblo con su paraguas ratoso y su biblia de tapas gastadas, explicando la grandeza del Señor, hablando bien del bien y del mal, interpretando los evangelios, despertando la fe dormida en el corazón de los hombres sencillos.
Era su palabra bálsamo para llagas nunca cicatrizadas, asidero para pecados cubiertos por le polvo del olvido y del tiempo, esperanza para hipócritas, herejes y blasfemos.
Hoy, la gran plaza abierta y pedregosa de ese pueblo alejado de rutas de circos y cines ambulantes, marginado de giras presidenciales y campañas electoreras, hervía de gente entusiasmada por el inusitado espectáculo de ver a alguien que hablaba del cielo y el infierno como si los conociera, y que se había desviado de caminos transitados, de comodidades terrenales para llevar la palabra de Dios al caserío incrustado entre los pliegues de la montaña, por donde el Diablo perdió la chamarra.
Cuando el predicador, colorado por el sol de mediodía, hinchó las venas del cuello e infló el pecho para que lo oyeran todos, todos, hasta el último vecino y dijo:
–El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Mil, diez mil, veinte mil manos se alzaron y lo sepultaron bajo una lluvia de pedruzcos.
Había llegado al pueblo de los justos.